Franco Innocenti Castro (32, casado, una hija)
estudió Medicina donde se ganó todos los galardones partiendo por el Premio Universidad
1993; el "Colegio Médico de Chile" al mejor alumno de la promoción; el de
Honor de la misma entidad, como mejor alumno de todas las universidades chilenas; el
"Dr. Darío Enríquez Bello" como mejor residente de Cirugía General y el
"Andrés Gaete Menéndez" al mejor interno de Obstetricia y Ginecología. Con
ese curriculum "de miedo", varios artículos científicos y una especialización
de tres años y medio en la Clínica Mayo, de Rochester, Estados Unidos, hoy es uno de los
seis transplantólogos de nuestro país. El mayor de seis hermanos, todos profesionales,
de una familia penquista ligada a la empresa del transporte maderero. Su madre es ex
alumna de la carrera de Obstetricia.
Un reciente reportaje televisivo mostró la carrera por la búsqueda de órganos
donados por la familia de un paciente en Concepción y el traslado, vía aérea, por el
propio Franco, quien viajó a su ciudad natal, intervino y trajo el hígado para ser
transplantado en un paciente que el equipo multidisciplinario de la Clínica Alemana, del
que forma parte, ya tenía dispuesto. Desde el 31 de julio está en la Universidad de
Kioto, en Japón, por seis semanas, revisando más en detalle la técnica de transplantes
con donantes vivos. En Japón, por razones religiosas no se permiten los trasplantes con
donantes muertos, entonces se perfeccionaron en transplantes con donantes vivos que, en el
caso del hígado, es perfectamente posible porque de un pedazo que se saque de un hermano
o pariente emerge, por regeneración, el órgano.
¿La
medicina fue su vocación de siempre?
-Mi idea cuando niño era hacer algo útil por lo demás. Estudié Medicina entre
1987 y 1993 y supe que era una respuesta a mi inquietud infantil. Desde 1993 a 1997 hice
la beca de cirugía general, siempre en la U. de Concepción. Pensé especializarme en
corazón, pero habían bastante más profesionales dedicados a ello y observé que
faltaban especialistas en transplantes de hígado, riñón y páncreas.
¿Cómo se forma y cómo es su especialidad?
-Una especialidad de contrastes y mi formación partió con una estada de cuatro
meses en la Clínica Mayo. Es una especialidad de dos caras, la del dolor y la de la
alegría y la esperanza. La del dolor de perder a un ser querido y la alegría de ayudar a
vivir a otra persona. Hay una enorme generosidad en quienes participan de una acción
así. Al volver a Chile y culminar mi beca de cirugía general opté, mediante pruebas
especiales a una beca en la clínica donde permanecí más de tres años haciendo y
practicando transplantes de un órgano o de los tres a la vez. Regresé a Chile hace ocho
meses.
- ¿ Pensó quedarse en Estados Unidos?
- Me habría gustado. Incluso me ofrecieron un cupo en el Mount Sinaí Hospital en
Nueva York, pero reflexioné que era más útil acá. Influyeron además razones
familiares. Mi esposa quería volver con nuestra hija que nació allá. Me habría gustado
instalarme en Concepción, hice los intentos, pero sin resultados no por falta de apoyo,
sino de condiciones para seguir avanzando. Hay que estar operando todo el tiempo. Es la
ciudad ideal para vivir, pero falta profundizar la descentralización en recursos de
salud, por ejemplo.
-Anticípeme el futuro en materias de transplantes de su especialidad
En el corto plazo el hepático se consolidará; en el renal continuaremos en etapa de
consolidación y el de páncreas será menos frecuente. En el mediano plazo, será
reemplazado por el transplante de islotes de Langerhans, que son los que producen la
insulina. Más a largo plazo, está el tema de la terapia génica ligada a los nuevos
desarrollos tecnológicos. Yo me siento muy bien en una clínica como ésta, con equipos
afiatados, buen tecnología, mentores, pero me inquieta el tema de la salud pública, de
este mismo trabajo en hospitales estatales.
- En esta altísima especialización ¿queda algo para su facultad de Medicina?
- Ella me dio todas las armas para que mi estada en Estados Unidos fuera exitosa; me
brindó apoyo y tuve profesores que me enseñaron lo que sabían, cirujanos, internistas,
ciencias básicas. Nombrarlos a todos sería largo. Es una universidad fundamental, lo
mismo que el Dr. Juan Hepp de la Universidad de Chile, que me acogió y me sigue
enseñando lo que él sabe como pionero de los transplantes de hígado.