Revista Panorama

CONCEPCION CHILE N. 406 

JUEVES 10 DE MAYO DE 2000

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Editorial
cultura

La cofradía del topo

En la inauguración, José Fernández y Edgardo Neira sostuvieron un entretenido diálogo en torno a la exposición.

Después de casi dos años de intentos por traer la obra de José Fernández a la Casa de Arte, el viernes 4 y marcando el inicio de las celebraciones de un nuevo aniversario de la Universidad, la Pinacoteca inauguró la exposición La Cofradía del Topo; un nombre del que Fernández entrega una explicación en el catálogo que presenta la muestra. "...Nadie lo puede definir (al topo) a ciencia cierta ni saber hasta dónde llegan sus galerías. Además es ciego, pero yo creo que no. Más bien tiene un ojo intuidor que le sirve de guía a diferencia del ojo lleno de percepciones más que de cavilaciones o razonamientos hilvanados".

Y así como un topo que se interna en sus galerías, José Fernández explora una serie de "mundillos" que se plasman en acrílicos y grabados, en los pone en escena a una fauna diversa, una cofradía de seres híbridos como el hombre-jabalí, el hombre-lagarto, el ornitopato o los otros, recreados en esculturas, como el pez burbuja o Alsino (híbrido en su composición: mezcla de fierros y quijada de animal).

A este artista, egresado de la Escuela de Arte de la Universidad, no le interesa explicar las cuestiones técnicas o dar fundamentos conceptuales de su quehacer plástico. "Yo creo simplemente que si la obra no se salva por sí sola no la salva nadie por más que elucubre un mamotreto teórico al respecto".

Pero, al menos, ofrece algunas explicaciones, notas insertas en las mismas obras, para dar –tal vez- una pauta que permita al espectador rehacer (o inventar) parte de las historias fabulosas traídas desde sus propias galerías, o los asuntos técnicos asociados al "montaje de la obra". Así ocurre en Abalón el Exterminador, ese ser que llega en medio de la ebriedad de las tres de la mañana para ajustar cuentas con quien tiene que pagar sus culpas; o en De la Mecánica Juguetil, donde apunta antecedentes de la "ingeniería" aplicada a la armazón de las marionetas y del funcionamiento del engranaje de la caja de música-carrusel.

La exposición de José Fernández es una invitación a disfrutar de la ironía –ver El peso de la conciencia- el juego y la imaginación y, por ese solo hecho, se salva. (jvm)

 

Robinson Mora
El ojo en la Patagonia

Algo de cósmico, sideral, infinito tiene el ojo de Robinson Mora que eterniza en su obra una mirada plagada de la presencia de la Patagonia, ese espacio que lo contiene y que se vuelca en su obra de una propuesta plástica donde sobresalen las visiones aéreas.

Mora expone por partida doble, en la Sala 4 de la Casa del Arte y en la Sala Universitaria, sus obras de características tan propias, como sostiene Antonio Fernández, director de la Pincaoteca: "la luz, en su tratamiento pictórico, es finamente tamizada, filtrada, para entregarnos su sobrecogedora transparencia de pureza lírica sin contaminación, por lo que destaca con certeza las siluetas y límites de las superficies, insinuando poéticamente formas y volúmenes. El artista mediante lo que él denomina su pictoricidad, parece estirar infinitamente el silencio y el tiempo en sus lienzos, los que se transforman en observatorios plásticos de vivencias e inquietudes del espíritu de su creador".

Esa suerte de conciencia íntima, cósmica y planetaria, recorre un camino intermedio entre la geometría pura y otra que deviene casi metafísica. El mismo señala que sus creaciones se ubican en un "juego fronterizo", como una búsqueda de armonía y belleza, en medio del frío y la soledad.

" Este destacado pintor linarense de nacimiento, que se afincó en el austral Coyhaique - última frontera de nuestro territorio con la secular naturaleza indomada -, nos hace llegar estas sorprendentes imágenes, empleando en sus títulos, el artista, esclarecedores términos tales como: telúrico, sensor, antena, señal, etc., acompañándolos de siglas, permitiendo con ello, no sólo incorporarnos a las preocupaciones intelectuales de él, sino que el adentrarnos en un mundo de claves de época, con todo el peso que supone su modernidad", concluye Antonio Fernández.