Revista Panorama

CONCEPCION CHILE N. 400 

JUEVES 15 DE MARZO DE 2000

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Editorial
exalumnos

Carmen Montory Vásquez
"La Universidad marcó mi vida para siempre"

"Más que una vocación profesional tenía una vocación por cambiar el mundo y la carrera y la profesión me parecieron buenos instrumentos para hacer realidad este sueño. Podía tener acceso a más personas a través de los medios de comunicación masivos".

Cuando partió hace tres décadas a Canadá para visitar a una hermana no imaginó que este viaje sería definitivo en su vida. La periodista Carmen Montory Vásquez se casó hace 28 años con Mark Guido, un empresario forestal, al que conoció en Castlegar, una localidad de la Columbia Británica, donde la familia ha trabajado por años el rubro maderero. Cerca de la frontera de Estados Unidos y de la ciudad de Vancouver, Carmen Guido vive largos y nevados inviernos, tibias primaveras y veranos, en medio de un paisaje de ensueño. Ha ejercido como periodista y actualmente lo hace como profesora de castellano. Sus dos hijos son profesionales y viven de manera independiente. Conversamos con ella durante una visita a su país, plena de emociones y reencuentros.

-¿Cómo son sus recuerdos de esa época estudiantil. Quiénes fueron sus profesores?

-Mi primer año fue el Propedeútico, e irónicamente, es el que me trae los mejores recuerdos. Me gustaría recordar los nombres de mis profesores más queridos, pero no puedo, sin embargo no me olvido de ellos como personas tan únicas, tan increíbles que en cierta forma me enseñaron a ser verdadera conmigo misma, a aceptarme y respetarme, a escuchar mis razones, y continuar mi camino con mi propia individualidad, lo que siempre me dio fama de rebelde y no siempre la comprensión y tolerancia de las personas.

-¿Qué me dice de sus compañeros de entonces?

-¿Compañeros? Más bien amigos del alma, con la misma ilusión de vida en ese tiempo, fomentada en la Parroquia Universitaria, por los sacerdotes Pedro Azócar y Antonio Mondelaire. Es el caso de Martín Zilic y de Arturo Hillerns. El dolor de la muerte de Arturo me transfiguró; la acogida de Martín cuando vine hace algunos años a Chile fue ¡maravillosa! por la calidez y el afecto, pese a su cargo de Intendente. En la Escuela de Periodismo, Pedro Castillo y Víctor Kroyer, compañeros inseparables. La distancia no cambia ni cambiará mi cariño por ellos.

La mayor parte de su vida ha transcurrido fuera¿cómo cambia la perspectiva de su país desde la distancia?

-Hace 30 años que observo de lejos a mi país. Se ha globalizado, es cierto, pero fuera de la modernidad, de las modas y costumbres, todavía existe una intolerancia innata y la falta de sencillez en algunas estructuras sociales, del pensamiento. El chileno se da completamente, pero exige a cambio, no sé si consciente o inconscientemente la libertad del otro, cruza la línea en cuanto a dictar actitudes y vestimentas, formas de ser. Es un precio emocional que se paga por las amabilidades. Pero es peligroso generalizar, también hay muchos chilenos amables y tolerantes.

-¿Cómo ha sido su experiencia profesional fuera de Chile. Ha ejercido, a qué se dedica?

-Trabajé en una revista del Serkirk College e hice entrevistas para una publicación anual de la misma institución. Fui colaboradora del diario de Castlegar. Trabajé como intérprete para Cominco, una empresa canadiense que explotó minas en España y cuyo personal debía aprender nuestro idioma. También lo hice para el Fondo Humanitario, con sede en Toronto, donde traduje incluso para la Corte de Justicia. En el Serkirk College he enseñado español por 26 años, lo mismo que en la dirección de colegios Trail. Soy embajadora social del Selkirk College, en un trabajo temporal, para recibir a los alumnos de habla castellana y traducir la clase introductoria. Me desempeño como traductora independiente de documentos legales, declaraciones notariales, e incluso cartas de amor (sí, no te rías).

-Cuál es el aporte fundamental que le brindó la Universidad . ¿Cómo la observa en relación a los establecimientos educacionales que conoce?

-El Selkrik College y el Simon Fraser, en la Universidad de la Columbia Británica, fueron los establecimientos donde estudiaron mis hijos y donde he trabajado. Este último es muy parecido a la Universidad en el aspecto docente y de infraestructura, las escaleras, el cemento, los árboles. Mis recuerdos eran muy vívidos y mi hija siempre lo hacía notar. Mi Universidad ejerció una influencia muy positiva en mí. Cuando vuelvo a Chile, y lo he hecho con toda mi familia, vamos al Barrio Universitario. Es como un ritual. Mi hija Aimée, por ejemplo, entendió cuando lo conoció porque para mí es tan importante el recuerdo de mi paso por la Universidad. He observado además, las múltiples expresiones culturales que de ella emergen. Ninguna Universidad como la penquista podría haberme, en ese tiempo, ayudado a madurar y definirme como persona. Por eso digo que ella marcó mi vida.

-¿Cómo se siente en su país de adopción?

- Soy feliz en Canadá. Nunca imaginé quedarme allí para siempre, cuando en 1971 partí a visitar a mi hermana María Elena. Conocí a Mark que es un hombre magnífico, sin el cual no me imagino vivir. Al comienzo lo hice con parchecuritas en el alma, por la añoranza de la familia, de la patria. Dicen que se puede sacar al chileno de Chile, pero no Chile del chileno. Es verdad. Canadá tiene otra cultura, otro clima y otra lengua. Yo perdí mi país, mi apellido y mi lengua, pero mi elección de vida fue consciente, por mi marido y mis hijos. Canadá es mi hogar, mi tierra, el lugar que disfruto y donde me siento grata; Chile es mi primer amor, el que no se olvida ni se deja y al que siempre vuelvo, sea en momentos dulces como amargos.

Mónica Silva Andrade