Revista Panorama

CONCEPCION CHILE N. 392 

MIERCOLES 15 DE NOVIEMBRE DE 2000

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Editorial
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Dra. Violeta Hinojosa
Quienes tenemos corazón penquista tenemos que volver a esta ciudad

Visitar el Instituto de Rehabilitación Teletón, ubicado en la villa San Pedro, conmueve profundamente. Allí se ve y se vive el aceptar lo que la existencia en este mundo le depara a cada persona. Desde el dolor profundo de una disfunción congénita o adquirida; las desconocidas causas del destino de cada uno, o aquel contento de que aún así, se tiene vida y esperanzas.

Vida y esperaza mueven a todo un equipo que incansablemente y con un profundo amor por el próximo, cada día entrega vida a miles de niños y sus familias que llegan hasta allí en búsqueda de lo más preciado, salud y una ilusión para vivir.

Allí encontramos a la doctora Violeta Hinojosa Jímenez, directora del Centro, en medio de un intenso trabajo y una permanente preocupación porque cada paciente, niños y jóvenes minusválidos, reciban los cuidados que cada caso requiere, entregados con un tremendo amor. Ella es egresada de nuestra casa de estudios.

"Los institutos Teletón son siete en el país. El de Concepción es el segundo más grande. En este momento tenemos 17 mil niños y como región tenemos 5.000. Activos 3000 y tenemos que atenderlos a todos. Abarcamos de la séptima a la novena región y atendemos desde 0 a 23 años. Hay niños que caminarán de nuestra mano toda la vida", dice.

Oriunda de Collipulli

Vengo de un pueblo pequeño, de Collipulli. Allí hice mis estudios de enseñanza básica que cursé en la Escuela n° 2. Posteriormente, como no había colegio secundario, mis padres me enviaron al Liceo de Niñas de Angol, donde había un internado muy bueno y nos preparaban bastante bien. Terminados mis estudios secundarios, me vine a estudiar a la Universidad. Mi primer año lo hice en Ingeniería, pero luego advertí que mi vocación era la Medicina y me cambié. Esto fue en 1970 y terminé mis estudios el año 1977. Egresé como médico cirujano e, inmediatamente, hice una beca en la Universidad de Chile, en el hospital José Joaquín Aguirre, en la especialidad de Medicina Física y Rehabilitación; nosotros nos llamamos médicos fisiatras.

¿Cómo fue su vida en la Universidad?

Me casé cuando estaba en tercer año con un colega que ya había egresado, Ricardo Funke. Durante mis estudios tuve que compatibilizar mi vida como mamá, esposa, dueña de casa y alumna, y egresé con tres hijos. Ahora tenemos cuatro hijos, uno de ellos es bastante conocido, pues integra el equipo de básquetbol de la Universidad que participan en la Dimayor, Ricardo Funke. Como dije tres, nacieron mientras estudiaba, tuve la ayuda de la familia y, afortunadamente, pude continuar con mis compañeros y terminar mis estudios.

Una vez titulada, me fui a hacer mi beca al hospital José Joaquín Aguirre. Posteriormente, me asignaron al hospital Roberto del Río, donde asumí el cargo de médico jefe del servicio de Fisiatría o de Rehabilitación. Mi esposo es cirujano gástrico. Hizo una beca de retorno luego de estar cinco años como médico general de zona, esperándome, hasta terminar mi carrera. En 1980, decidimos volver a Concepción, porque los que tenemos el corazón penquista tenemos que volver a esta ciudad.

Llegué al hospital Leononor Mascayano, ahí me encontré con mi colega médico fisiatra, Ingrid Stehr, con quien hemos trabajado muy bien. Ella tuvo que venirse a este Instituto porque había que formarlo. Entonces, me hice cargo de servicio de Medicina Física como jefe en el hospital Leonor Mascayano. En 1983 empecé a prestar servicios en el Instituto Teletón de Concepción, donde llevo 19 años trabajando. Hace 6 que soy su directora. En el área privada ejerzo mi especialidad en la atención de patologías del aparato neuro-músculo-esqueleto.

¿Cómo es el trabajo en este Instituto de Rehabilitación?

Es un trabajo muy bonito para los fisiatras. Es un trabajo que lo realiza como persona, primero porque presta servicio a la población quizás más débil que existe en Chile que son los pacientes discapacitados, prestando ayuda a niños que están creciendo y porque además que se trabaja muy en equipo. Todos los profesionales somos como una gran familia. Vivimos con el paciente en todo lo que significa tener una discapacidad; primero el dolor, el sufrimiento de la familia, porque hay muchos pacientes que vienen con una lesión reciente y cuesta asumirla. Nosotros tenemos que asistir al paciente y la familia en su congoja.

¿Ustedes trabajan bastante con la familia, no?

Nuestro gran trabajo es con la familia. Son agentes muy activos en la rehabilitación de los niños. Hay que prepararla, integrarla. Trabajamos en un equipo transdisciplinario, todos por un mismo fin, en donde la familia se involucra con gran responsabilidad.

Usted recuerda que la Universidad le haya entregado valores de humanismo

En mi formación muchas veces recibí mensajes de mis profesores que nosotros no vemos sólo enfermedades sino pacientes y que debemos tenerles respeto y cariño. Tengo que agradecer a la Escuela que hayan invitado y nos hayan hecho participar con profesionales que estaban trabajando en estas áreas. Yo conocí esta especialidad cuando pasaba por Cirugía Infantil y Ortopedia donde realmente había grandes colegas: el doctor Humberto Melo, el doctor Hernán Jeria y Duberlí Yáñez. Nos pasaban este aviso que la rehabilitación era parte significativa de este gran complejo que es la medicina.

Anatomía, un miedo inicial

"Tengo recuerdos muy hermosos. Eramos muy buenos compañeros y dentro de este compañerismo y hay cosas bonitas como tener un compañero que además tenía dotes de mago, el doctor Nelson Vidal, Vivíamos una época difícil. Yo era una alumna que trataba de compartir con mis compañeros, pero, por el hecho de tener hijos, tenía que volver rápido a mi casa. Tal vez, entre los recuerdos está cuando tuve que enfrentar la sala de Anatomía. Todos mis compañeros estuvieron una semana tratándo de convencerme que tenía que entrar a esa sala. Me costaba enfrentar a disecar un cadáver. Muchos de mis compañeros lo recuerdan, asumo mi vergüenza".

Enrique Echeverría.