Visitar el Instituto de Rehabilitación Teletón, ubicado en la villa
San Pedro, conmueve profundamente. Allí se ve y se vive el aceptar lo que la existencia
en este mundo le depara a cada persona. Desde el dolor profundo de una disfunción
congénita o adquirida; las desconocidas causas del destino de cada uno, o aquel contento
de que aún así, se tiene vida y esperanzas.
Vida y esperaza mueven a todo un equipo que incansablemente y con un profundo amor por
el próximo, cada día entrega vida a miles de niños y sus familias que llegan hasta
allí en búsqueda de lo más preciado, salud y una ilusión para vivir.
Allí encontramos a la doctora Violeta Hinojosa Jímenez, directora del Centro, en
medio de un intenso trabajo y una permanente preocupación porque cada paciente, niños y
jóvenes minusválidos, reciban los cuidados que cada caso requiere, entregados con un
tremendo amor. Ella es egresada de nuestra casa de estudios.
"Los institutos Teletón son siete en el país. El de Concepción es el segundo
más grande. En este momento tenemos 17 mil niños y como región tenemos 5.000. Activos
3000 y tenemos que atenderlos a todos. Abarcamos de la séptima a la novena región y
atendemos desde 0 a 23 años. Hay niños que caminarán de nuestra mano toda la
vida", dice.
Oriunda de Collipulli
Vengo de un pueblo pequeño, de Collipulli. Allí hice mis estudios de enseñanza
básica que cursé en la Escuela n° 2. Posteriormente, como no había colegio secundario,
mis padres me enviaron al Liceo de Niñas de Angol, donde había un internado muy bueno y
nos preparaban bastante bien. Terminados mis estudios secundarios, me vine a estudiar a la
Universidad. Mi primer año lo hice en Ingeniería, pero luego advertí que mi vocación
era la Medicina y me cambié. Esto fue en 1970 y terminé mis estudios el año 1977.
Egresé como médico cirujano e, inmediatamente, hice una beca en la Universidad de Chile,
en el hospital José Joaquín Aguirre, en la especialidad de Medicina Física y
Rehabilitación; nosotros nos llamamos médicos fisiatras.
¿Cómo fue su vida en la Universidad?
Me casé cuando estaba en tercer año con un colega que ya había egresado, Ricardo
Funke. Durante mis estudios tuve que compatibilizar mi vida como mamá, esposa, dueña de
casa y alumna, y egresé con tres hijos. Ahora tenemos cuatro hijos, uno de ellos es
bastante conocido, pues integra el equipo de básquetbol de la Universidad que participan
en la Dimayor, Ricardo Funke. Como dije tres, nacieron mientras estudiaba, tuve la ayuda
de la familia y, afortunadamente, pude continuar con mis compañeros y terminar mis
estudios.
Una vez titulada, me fui a hacer mi beca al hospital José Joaquín Aguirre.
Posteriormente, me asignaron al hospital Roberto del Río, donde asumí el cargo de
médico jefe del servicio de Fisiatría o de Rehabilitación. Mi esposo es cirujano
gástrico. Hizo una beca de retorno luego de estar cinco años como médico general de
zona, esperándome, hasta terminar mi carrera. En 1980, decidimos volver a Concepción,
porque los que tenemos el corazón penquista tenemos que volver a esta ciudad.
Llegué al hospital Leononor Mascayano, ahí me encontré con mi colega médico
fisiatra, Ingrid Stehr, con quien hemos trabajado muy bien. Ella tuvo que venirse a este
Instituto porque había que formarlo. Entonces, me hice cargo de servicio de Medicina
Física como jefe en el hospital Leonor Mascayano. En 1983 empecé a prestar servicios en
el Instituto Teletón de Concepción, donde llevo 19 años trabajando. Hace 6 que soy su
directora. En el área privada ejerzo mi especialidad en la atención de patologías del
aparato neuro-músculo-esqueleto.
¿Cómo es el trabajo en este Instituto de Rehabilitación?
Es un trabajo muy bonito para los fisiatras. Es un trabajo que lo realiza como persona,
primero porque presta servicio a la población quizás más débil que existe en Chile que
son los pacientes discapacitados, prestando ayuda a niños que están creciendo y porque
además que se trabaja muy en equipo. Todos los profesionales somos como una gran familia.
Vivimos con el paciente en todo lo que significa tener una discapacidad; primero el dolor,
el sufrimiento de la familia, porque hay muchos pacientes que vienen con una lesión
reciente y cuesta asumirla. Nosotros tenemos que asistir al paciente y la familia en su
congoja.
¿Ustedes trabajan bastante con la familia, no?
Nuestro gran trabajo es con la familia. Son agentes muy activos en la rehabilitación
de los niños. Hay que prepararla, integrarla. Trabajamos en un equipo transdisciplinario,
todos por un mismo fin, en donde la familia se involucra con gran responsabilidad.
Usted recuerda que la Universidad le haya entregado valores de humanismo
En mi formación muchas veces recibí mensajes de mis profesores que nosotros no vemos
sólo enfermedades sino pacientes y que debemos tenerles respeto y cariño. Tengo que
agradecer a la Escuela que hayan invitado y nos hayan hecho participar con profesionales
que estaban trabajando en estas áreas. Yo conocí esta especialidad cuando pasaba por
Cirugía Infantil y Ortopedia donde realmente había grandes colegas: el doctor Humberto
Melo, el doctor Hernán Jeria y Duberlí Yáñez. Nos pasaban este aviso que la
rehabilitación era parte significativa de este gran complejo que es la medicina.
Anatomía, un miedo inicial
"Tengo recuerdos muy hermosos. Eramos muy buenos compañeros y dentro de este
compañerismo y hay cosas bonitas como tener un compañero que además tenía dotes de
mago, el doctor Nelson Vidal, Vivíamos una época difícil. Yo era una alumna que trataba
de compartir con mis compañeros, pero, por el hecho de tener hijos, tenía que volver
rápido a mi casa. Tal vez, entre los recuerdos está cuando tuve que enfrentar la sala de
Anatomía. Todos mis compañeros estuvieron una semana tratándo de convencerme que tenía
que entrar a esa sala. Me costaba enfrentar a disecar un cadáver. Muchos de mis
compañeros lo recuerdan, asumo mi vergüenza".
Enrique Echeverría.