Decir que los avances técnicos mejoran la calidad de vida de las personas, a estas alturas ya parece de perogrullo. Sin embargo, resulta reconfortante descubrir que logran hacer realidad algo que para la mayoría es fácil, pero que para otros se convierte en una barrera muchas veces infranqueable para llegar a ser profesionales tan capaces como cualquiera. Nos referimos a algo tan cotidiano como leer.

Desde julio de este año está en funcionamiento el programa Artiuc, Aula de Recursos y Tiflotecnología en la Universidad de Concepción, que permite justamente eso: leer.

Gracias a él, un grupo de 10 estudiantes no videntes y discapacitados visuales de distintas carreras de la Universidad pueden acceder, como cualquier alumno, a los contenidos de libros, revistas y apuntes, mediante la utilización de tres computadores de última generación, dotados de un software que verbaliza lo que se muestra en pantalla. Esto, complementado con un escáner para textos, un equipo que los transcribe a sistema Braille, y un magnificador de caracteres para facilitar la lectura a personas con baja visión, se convierte en una herramienta poderosa para la integración de los discapacitados y les asegura un derecho tan básico como el de la educación.

Iniciado en 1996 con una donación de equipos de la Organización Nacional de Ciegos Españoles, Once, y complementado este año con el aporte del Club de Leones de Concepción, Artiuc es pionero a nivel nacional.

Gracias al financiamiento obtenido del Fonadis para el período 2000-2001, y el apoyo de la dirección de Bibliotecas, el proyecto, encabezado por el docente de Servicio Social, Vicente Aliste, se ha podido perfeccionar aún más. Esto, con la asignación de un espacio en la Biblioteca Central, y la incorporación de un equipo multidisciplinario que consta de una educadora diferencial, con mención en trastornos de la visión; una asistente social; un instructor en Tiflotecnología (tecnologías para los discapacitados visuales); un auxiliar de grabación; un administrativo y un auxiliar de sala.

A juicio de Cristóbal Sepúlveda, estudiante de cuarto año de Servicio Social, coordinador del proyecto y uno de sus usuarios, el objetivo es abrirse a la comunidad y lograr la autosustentación del programa, para proyectarlo hacia otros tipos de discapacidades, como las motoras.

En parte estos objetivos se están cumpliendo. Ya se han acercado alumnos discapacitados visuales que cursan cuarto año medio, y que pretenden ingresar el próximo año a la Universidad.

La integración es posible, manifiesta Cristóbal. Aunque reconoce que pocas personas con discapacidad han logrado titularse -debido incluso a las dificultades geográficas que ofrece el campus-, efectivamente ha habido casos de personas que han terminado su carrera y ahora se desenvuelven en el campo profesional tan bien o mejor que otras "normales". La tecnología está, y será sin duda una gran ayuda para lograrlo. Ahora falta comprometer en mayor medida la colaboración y la integración de las demás personas.