Un aumento de un centavo en la libra de cobre significaría para Chile
incrementar sus ingresos, por este producto, en unos 100 millones de dólares. Con este
cálculo, el superintendente de Metalurgia de la división Chuquicamata, Andrés Reghezza,
grafica la importancia que pueden adquirir para el país los nuevos escenarios para la
comercialización del metal rojo.
El
ex alumno y ex docente de la Universidad, premio mejor profesional del año del Instituto
de Ingenieros de Minas de Chile, dictó la conferencia Amenazas y oportunidades en la
futura comercialización del cobre, en el auditorio Salvador Gálvez, respondiendo a
una invitación del departamento de Ingeniería Metalúrgica.
Reghezza señaló que los economistas pronostican que al 2005 la comercialización del
cobre será totalmente diferente del sistema actual: la competencia por mercados no se
dará sobre la base de volúmenes de producción sino que apuntará a un mejoramiento de
la calidad de los productos, que estarán dirigidos a usos más específicos. Esto
supondría para Chile trabajar dos aspectos que aún no son atendidos en la
comercialización: la calidad del producto y su transporte.
"Los ingenieros químicos o metalúrgicos que hoy trabajan en la obtención de
cobre son responsables en todas las etapas productivas del proceso, pero que no existe
ninguna preocupación por el producto". Una gran falencia, en su opinión, pues para
que el cobre puesto en el mercado tenga mejores expectativas debe tener el sustento de
estudios sistemáticos. "No hay estudios sobre cómo se embarca ni cómo se
comercializa. Desde que el proceso productivo termina hay poca responsabilidad sobre la
comercialización... hay una laguna que en este aspecto".
Inversiones y calidad
En la década de los 90 la minería concentró el 34% de la inversión nacional, que en
su mayor parte estuvo destinada a proyectos hidrometalúrgicos. Desde los 80 a fines de
los 90 el número de plantas de extracción por hidrometalurgia se incrementó de 3 a 30.
Hay una relación entre el aumento de proyectos en hidrometalurgia y el incremento en los
volúmenes de producción experimentado en los últimos años -explica el ingeniero- pero
no ha habido preocupación por la calidad del cobre, un factor que influye directamente en
sus derivados. "Si el cobre que se vende es bueno, el alambrón que de él se obtenga
será bueno o al revés. La etapa posterior del manejo del cobre no hace milagros. No se
puede producir cierta calidad si el cátodo que lo generó es malo y eso define la
comercialización".
Según Reghezza las exigencias sobre el control de los procesos de obtención de cobre
y de la disminución de las impurezas planteadas por compradores europeos, asiáticos y
norteamericanos a partir de 1996, van a determinar las características futuras del
mercado del metal rojo.
La presencia de impurezas en los cátodos (plomo, azufre, arsénico, selenio) van en
abrupta disminución, lo que representa una amenaza para los productores chilenos.
"Si en dos años se pidiera que los cátodos de cobre tuvieran menos de una parte por
millón de plomo, ningún cátodo nacional podría cumplir con esa exigencia".
La solución, aplicar ingeniería a los procesos de manera de bajar en forma gradual
los niveles de impureza lo que se puede abordar agregando algunos procesos
intermedios en la cadena productiva-, orientar la producción a nichos específicos
(instalaciones eléctricas, electrónica, transformadores, alta conductividad) y
diversificar la cartera de productos (pigmentos, sales y clavos de cobre).
La corrosión
El ingeniero metalúrgico advierte que aunque se logre producir un cobre de alta
calidad, los esfuerzos pueden ser vanos si no se resuelven los problemas en el transporte.
"El cobre que llega a los mercados no tiene nada que ver con el producto
original", dice. La corrosión atmosférica en el almacenamiento industrial, la del
medio ambiente salino en puerto y la que se agrega en el transporte fluvial deteriora las
características del producto, generando microgrietas en la superficie, óxidos, porosidad
interna.
"Cuando existe mucho mercado, los compradores pueden buscar cátodos que no tengan
este problema. Si nuestros compradores hacen contacto con esas empresas habrá una nueva
amenaza para nuestro cobre, salvo que se ponga la ingeniería en el camino de la
comercialización".
A juicio de Reghezza, es urgente iniciar una discusión sobre los escenarios que
deberá enfrentar el cobre nacional en el futuro cercano e impulsar una cultura de la
comercialización "antes que se pierdan los clientes". Y en esto, dice, hay una
responsabilidad compartida de la industria y el sector académico: involucrarse en la
investigación que resuelva los problemas actuales en la producción y comercialización,
"porque calidad es estabilidad en el mercado".