Sus dieciseis años fuera de Chile le brindaron posibilidades de
perfeccionamiento profesional y el secreto de la eterna juventud. La estampa de Miguel
Márquez Díaz (casado, dos hijos) contradice el paso de los años y su condición de
serio investigador y académico del programa de Investigaciones en Energía de la facultad
de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. Ingeniero comercial y
sociólogo llegó desde Osorno a integrarse como alumno a nuestro plantel. Se iniciaba la
década de los setenta.
-¿Cómo fue la experiencia de estudiar dos carreras?
- Durante mi estada en la Universidad, período por lo demás fantástico, tanto en lo
político como en lo académico, opté por una segunda carrera luego de la primera que fue
Economía. Me interesó la Sociología como una prolongación adecuada, que ampliaba la
perspectiva de los problemas a los cuales me enfrentaba la economía.
-¿Cómo logra su alta especialización?
-Me recibí en 1976 y partí a Europa donde hice un postítulo en Evaluación de
Proyectos y Desarrollo Industrial en la Universidad de La Sorbona, París 1; luego me
especialicé en la Universidad de París 10, Nanterre; y actualmente realizo mi tesis de
Doctorado en el Institute d Economie Politique de lEnergie Iepe de la
Universidad "Pierre Mende France" de Grenoble, Francia.
También hice estudios sobre medio ambiente y energía en la Universidad de Ginebra
donde viví parte importante de mi estada fuera de Chile. En 1989 regresé a Chile
conociendo bastante del tema que hoy es de gran actualidad e importancia en el marco de
los programas relacionados con el medio ambiente y el desarrollo sustentable.
-¿Quiénes fueron sus compañeros y profesores de aquel tiempo?
-Mario Ricardi, quien es un importante académico en Venezuela donde vive; Ana María
Silva y Cristina Domínguez, dos profesionales de la seremi regional de Agricultura; Cucho
Quevedo, Dignaldo Araneda, quien está desaparecido; Rosita Aguilera, académica de la
Universidad; mientras que entre mis profesores estuvieron José Valenzuela, Gregorio
Ponce, René Quilodrán, entre otros.
-Conoce varias universidades ¿puede comparar con aquélla que fue la primera?
-La U de Concepción instaló en mí un espíritu crítico que iba más allá de las
cifras, de las estadísticas y se dirigía hacia los problemas sociales y humanos que
resultaban de los procesos económicos. Es cierto que eso respondía a una época y a un
contexto determinado, una tendencia a humanizar la economía, que curiosamente es una
fórmula que hoy se esgrime de nuevo en muchas partes del mundo. Sin duda, ella tiene un
mérito fundamental en lo que fue mi especialización y mi desarrollo porque ya entonces
me empecé inquietar además por un tema que estaba absolutamente perdido o no existía en
ninguna agenda, el del medio ambiente. Tengo la impresión que el vivir y actuar en el
Barrio Universitario, tan verde, tan repleto de flora autóctona, con prados y jardínes
fue sensibilizando a muchos de nosotros, sobre esto que la naturaleza es de todos, sin ser
de nadie, y que por tanto es necesario cuidarla.
-¿Tiene contactos con la Universidad?
- Institucionales pocos, aún cuando con Rosita Aguilera tenemos intercambio dado que
ella trabaja en el tema del calentamiento global y del efecto invernadero y yo estuve en
el equipo de hizo el inventario de gases efecto invernadero para Chile. A nivel personal,
mis compañeros de entonces son aún mis amigos y con ellos me reúno una vez al año, en
Concepción o en Santiago, en jornadas magníficas de mucho afecto.
-¿Cómo se involucra la ciudadanía en el cuidado del medio ambiente y en el
desarrollo sustentable?
-Ese es un tema fundamental de abordar, traducir el conocimiento científico y
tecnológico a la gente para que la participación ciudadana sea informada de manera tal
que pueda evaluar y enjuiciar políticas públicas, a las empresas que están en sus
lugares de residencia, proponer soluciones y contribuir a concretizarlas. Hay ejemplos muy
buenos de acercamientos entre una empresa que pudiera contaminar con la población que le
rodea, como en conjunto se pueden buscar soluciones, por cierto que con el apoyo del
Estado. Creo que las universidades tienen que contribuir grandemente a este proceso e
incluir la temática en sus programas. En definitiva se trata que la problemática va más
allá de la sola preocupación por la descontaminación de determinado lugar, sino que es
más amplia y se liga con la calidad de vida de todos, con la perspectiva de un vivir
bien. Como investigador me preocupo de la divulgación, escribo semanalmente una columna
en un diario económico y respondo las consultas que los medios de comunicación formulan
sobre el tema.
-Vivió en Suiza, un país con un alto nivel de desarrollo ¿cómo han enfrentado el
tema que estudia?
- En base a algunos elementos fundamentales, por ejemplo, que el mercado como regulador
es insuficiente y la energía puede ser equívoca en el manejo de los recursos. Suiza es
líder en la promoción de reglas y normas, en el fomento de medidas que permitan
conciliar precios, tasas de interés, rentabilidad, con el manejo de los recursos y el
ecosistema. Esa es en general la base del avance de los países europeos en el tema
medioambiental.
-¿Avanza nuestro país en el ámbito de la investigación científica y
tecnológica?
-No demasido, hay que reconocerlo. Se avanza en la medida de lo posible. En el programa
del Medio Ambiente de la Facultad hemos realizado estudios interesantes en el tema de la
crisis eléctrica donde tuvimos una opinión importante; personalmente tengo estudios en
Naciones Unidas sobre el mecanismo del Fondo de Estabilización de precios del Petróleo,
Fep, que son algunos de los cuales me preocupo como fuente energiática.
Mónica Silva Andrade