Hijo y nieto de catalanes, el periodista Enrique Palet Claramunt
(casado, cinco hijos, seis nietos) es el vocero de la Conferencia Episcopal, la instancia
que reúne a los 34 obispos chilenos y encabeza un nuevo proyecto comunicacional de la
Iglesia Católica con el cual ésta quiere ingresar al nuevo siglo.
Ex alumno de nuestra Universidad, estudió tres años de medicina, pero se dio cuenta
que su vocación no iba por el lado de salvar enfermos, aunque en su condición de
diácono (ministro ordenado), tiene la posibilidad de salvar almas. Como periodista
ejerció breve tiempo, especialmente durante su período de estudiante entre 1962 y 1966,
cuando la Escuela de Periodismo se situaba en el subterráneo de la entonces Escuela de
Medicina.
¿Cómo era la Escuela entonces?
Pequeña, casi artesanal, conducida con el esfuerzo de los viejos periodistas, con
pocos recursos. Una escuela con fuerte mística con un ambiente muy fraterno y amistoso y
con un curriculum fuertemente cargado hacia el Derecho. En mi caso personal el trabajo
práctico que tuve oportunidad de hacer fue muy formativo. Estuve en El Sur y en Crónica.
¿Cómo fue para un católico comprometido estudiar en una universidad laica?
Yo no tuve dificultad alguna, aunque fueron años muy movidos. Fui dirigente
estudiantil de Medicina y también en la Fec. Si hay algo que distingue a nuestra
Universidad es su libertad y tolerancia hacia la forma de pensar de sus alumnos y
académicos. Es un verdadero ejemplo.
¿Su decisión de no dedicarse al periodismo tradicional obedeció a una decisión
premeditada?
No. Tras egresar seguí trabajando en medios de comunicación de la ciudad, tres años,
luego pasé a ser el coordinador de comunicaciones de la entonces denominada Promoción
Popular y viajé a Alemania a estudiar comunicaciones en política. En 1971 me trasladé a
Santiago y participé en un intenso trabajo social con la Iglesia a través de una
Corporación de Promoción y Desarrollo Juvenil y la Fundación para el Desarrollo,
preocupada esta última de generar trabajos en el mundo urbano y especialmente rural, a
través de microempresas y empresas de autogestión. Entre 1981 y 1989 me desempeñé como
secretario ejecutivo de la Vicaría de la Solidaridad y como tal, entre otras cosas, tuve
la supervisión de la revista "Solidaridad". Estuve luego tres años en La Haya,
Holanda, trabajando para una organización católica de organización para el desarrollo,
de asesoría de derechos humanos y de relación con las iglesias de América Latina.
Regresé en 1991 para desempeñarme en el Arzobispado de Santiago, como secretario de
Pastoral, ejerciendo en forma conjunta mi condición de diácono.
¿Qué pretende el nuevo proyecto comunicacional de la Iglesia?
- Coordinar y mejorar las relaciones de los obispos con la sociedad, sea través de los
medios de comunicación propios, como en general. Es un proyecto destinado al conjunto de
la sociedad, para entregar más elementos de análisis y realizar una acción más
sistemática que pasa por entregar con mayor eficiencia el mensaje de la Iglesia con todo
lo que ello significa a principios de siglo.
-La Iglesia es una gran instancia de poder en un país como el nuestro.
Por su identidad religiosa el poder de la Iglesia es moral, no es el poder propio de
los actores políticos. Entonces ahí hay una distorsión respecto a lo que es y como la
sociedad lo percibe. Queremos transmitir mejor sus mensajes, dar a conocer su ser y su
quehacer. Tampoco se trata de convertir a los medios de comunicación en predicadores.
Queremos conocer y perfeccionar nuevas fórmulas de acercarnos a la gente con un mensaje
que puede no ser desde el púlpito, ni sólo un tema de lenguaje, sino que con imágenes o
fórmulas diferentes. Se trata -en resumen- de comunicar el Evangelio en el lenguaje de
hoy día a los hombres y mujeres de este tiempo, con fuerza y espíritu.
¿Cuál es la tarea de un vocero?
Desde el punto de vista comunicacional es una gran responsabilidad representar la voz
de los obispos, en el significativo contexto que la Iglesia posee. Son 34 prelados, son
voces y diócesis distintas, obtener los consensos no es rápido, sin embargo por los
años de experiencia y de confianza con cada uno de ellos puedo desempeñarme de manera
muy grata, en un servicio nuevo, que recién empieza y en el cual todos aprendemos y
tratamos de establecer mecanismos eficientes de contacto con la sociedad, lo que pasa
principalmente por los medios de comunicación.
¿Cómo es su relación con la Universidad de Concepción?
-Es escasa, pero en el recuerdo está siempre presente porque mi señora Eliana Araneda
es pedagoga en inglés del mismo plantel. La Universidad ocupa un lugar especial y
preferente en nuestros recuerdos y afectos. También trato de estar presente en reuniones
de ex alumnos, cuando me invitan.