Periodista titulada en nuestra casa de estudios, donde obtuvo el Premio
Universidad, tras una extensa carrera profesional, se desempeña en el departamento de
Programas Culturales de la división de Cultura del ministerio de Educación y es
comentarista de teatro en Radio Chilena.
-Recuerdo que era excelente en inglés y la mejor alumna de la promoción,
¿tenía vocación por el periodismo?
-Ninguna. Entré a estudiar por rebeldía, por contrariar a mi papá que quería que
fuera abogada como él. Fui buena alumna porque mi fuerte era la redacción, la
ortografía; me gusta escribir hasta hoy. Aprendí alemán en el colegio, por lo tanto el
inglés me resultaba fácil. El Premio Universidad lo compartí con Diana Landsberger. Lo
mejor para mí fueron los 500 escudos (se ríe). Recuerdo que el rector Edgardo Enríquez
me los entregó y me dijo que había elegido hacerlo porque me conocía desde pequeña y
se sentía orgulloso. Luego fui ayudante de los ramos que dictaban Mónica Herrera y
Hernán Alvez, pero tampoco la academia me llamó mucho la atención. No era para eso. Yo
quería ser editorialista, escribir, opinar, influir. Como ves no me resultó.
-¿Cómo recuerda sus años de estudiante?
-Como años hermosos, con un maravilloso despertar al mundo real, que no tenía idea
que existía hasta entonces y que me hizo tomar una opción política fuerte. Eso que
viví entonces hasta el día de hoy me mantiene con los ojos abiertos. Fuimos un curso
algo desunido los primeros años y nos empezamos a hacer amigos y a querer mucho cuando
egresamos. Hicimos cosas geniales como los carros tan feos para la reina, los disfraces
que pedíamos prestados al Tuc, porque no teníamos plata para nada, pero el entusiasmo
nos desbordaba. Entre los profesores, destaco a Alfredo Pacheco. El era justamente lo que
yo quería ser, una persona con ideas que aportar, que escribiera muy bien, que fuera
entretenido y divertido mejor aún. Le estimé mucho y fui a verlo cuando estaba enfermo
en Santiago y le dije esto mismo.
-Hábleme del libro ¿cómo surge?
-En 1990 Luisa Ulibarri se hizo cargo de Programas Culturales y le interesaba rescatar
lo sucedido esas dos décadas; si bien había información fragmentada, no existía un
cuerpo que diera cuenta de lo que había pasado en artes visuales, cine, música popular,
literatura y teatro. Se empezó a trabajar en cada uno de ellos y se me encargó el
dedicado al teatro, que empecé en 1993. Durante este período registré, reuní el
material, estuve en diversas bibliotecas, en definitiva investigué y, por el tiempo, se
amplió a 25 años. Tuve muy presente que el afán central era salvaguardar el patrimonio
cultural nuestro, dejar constancia.
-¿Qué es lo que más le gustó de este trabajo?
-Aparte de hacer el recuento, fue estudiar los perfiles de ocho dramaturgos que fueron
los más importantes del período: Alfredo Castro, Mauricio Celedón, Marco Antonio de la
Parra, Jorge Díaz, Ramón Griffero, Andrés Pérez, Juan Radrigán y Egon Wolf.
-Teatro chileno, ¿cómo lo califica en este cuarto de siglo?
-Ha habido de todo: risas y lágrimas, debut y despedida, auge y caída, teatro
intimista, sicológico, político. Ha habido declamación y silencio, movimiento y
gestualidad. En cuanto al teatro chileno me remito a lo que decía Eugenio Dittborn: nadie
mejor que los chilenos para dar cuenta de lo que somos, el que nos representen tal cual
somos gusta mucho. De ahí el éxito de La Negra Ester o de Nemesio pelao....
y antaño los super éxitos que fueron las obras de Heiremans, Debesa, Sieveking, Aguirre,
del Ictus. Ahí estaba nuestra propia realidad y el público, a veces esquivo, lo acepta.
-¿Situación actual?
-Se nota el resurgimiento, la mejoría en la situación económica de los artistas y el
apoyo estatal a través de los fondos concursables. Hay treinta compañías a lo largo de
todo el país que trabajan eligiendo sus obras, montándolas y, de paso, descentralizando;
que no todo sea Santiago. Hay una dinámica muy fuerte, interés por mostrar, concursar,
montar obras. Si a esto agregamos el aporte que las Universidades hacen podríamos
observar un claro resurgimiento teatral. Además se han creado varias escuelas de teatro.
-¿Tiene contactos con la Universidad?
-Soy número puesto en las reuniones de ex alumnos, además que algunas de mis mejores
amigas son también de la Universidad, por lo que siempre hay un recuerdo, una nota, una
nostalgia, una alegría compartida que tiene como escenario el plantel.
Mónica Silva Andrade