"Fui estudiante durante la década de las grandes esperanzas,
formé parte de esa juventud que iba a cambiar el mundo, a la que todo le parecía
alcanzable y posible", señala -con un dejo de nostalgia- el médico Jorge Gutiérrez
Correa, jefe de Oncología de la Clínica Las Condes de Santiago, al recordar sus tiempos
de estudiante en la facultad de Medicina. El suyo es un cargo muy ocupado, no sólo se
trata de salvar vidas, de enfrentar una de las enfermedades más temibles, sino que
además -en las últimas semanas- de hacerse cargo, junto a sus colegas, de acusaciones
públicas de enfermos atendidos en uno de los establecimientos de salud privada de mayor
nivel.
El Dr. Gutiérrez (casado con la nutricionista Sara Sepúlveda, cuatro hijos) confiesa
que hubo un cambio existencial profundo en su vida, tras dedicarse a la oncología.
"Abandoné en la madurez todas las ideas que rodearon mi juventud y volví a creer
intensamente en Dios. Le debo mucho a los enfermos en este sentido. Nos preparamos en la
escuela del amor para la eternidad que es Dios. He ahí un grito de esperanza que yo
había perdido" advierte.
¿Cómo y cuándo llega a la U?
-En 1960 como alumno, pero antes secundario tuve oportunidad de disfrutar de ese
Concepción que llegó a ser la capital intelectual de Latinoamérica. Yo tenía 16 años
y participaba de aquellas actividades culturales inolvidables que organizaba Gonzalo
Rojas. Allí comían gente de la talla de Bertrand Russell, del arquitecto Oscar Niemeyer,
de los escritores Carlos Fuentes, Augusto Roa Bastos, Mario Benedetti o del pintor Osvaldo
Guayasamín. Luego, cuando ingreso formalmente como alumno, la clase inaugural la dicta el
rector David Stitckin, quien se refiere al tema de "La Tolerancia" y toma como
modelo "El entierro del Conde de Orgaz" la famosa pintura de El Greco, donde
aparece un obispo, un rabino, un cura ortodoxo. Ese espíritu señero y abierto, previsor
de lo que sería el mundo cuarenta años después, si piensas que la tolerancia es una
tema hoy recurrente, es algo que aún hoy me deslumbra.
¿Y sus estudios en la Facultad?
-Era una formación intensa y amplia con profesores como el Dr. Rafael Darricarrere,
director de la Escuela entonces, quien nos instaba a participar en muchas cosas. El sería
después mi paciente por esas cosas que tiene la vida y lo acompañé hasta su muerte hace
menos de un año; el Dr. Edgardo Enríquez, quien nos enseñaba Anatomía y nos recordaba
a Hipócrates con aquello que "el amor por el ser humano es la base del arte de
curar"; el placer de aprender que nos fomentaba el Dr. Ennio Vivaldi; la importancia
de la salud pública tema que atravesaba toda la carrera, la medicina familiar que se
practicaba entre las familias del Barrio Norte; el internado rural que en mi caso
transcurrió en Santa Juana; la importancia de la práctica clínica en el hospital
guiados por el Dr. Ivar Hermansen o el Dr. Fructuoso Biel. Fueron tiempos con exigencias
de estudios importantes, pero al mismo tiempo una época muy alegre, con hogares,
machitunes, fiestas, sketch, que como facultad los ganábamos todos, pese a que se nos
criticaba porque eran "propios de un lupanar", según acotaba un diario local.
También participé activamente en política.
¿Cómo ha sido su trayectoria profesional hasta llegar al cargo actual?
-Fui médico general de zona, obtuve la beca Profesor Armas Cruz en Medicina Interna;
más tarde en el marco de un Programa de Regionalización partí a Temuco donde participé
en la creación de las escuelas de Medicina y de Tecnología Médica de la universidad
local. Regresé al Hospital San Juan de Dios, como Jefe de Hematología Oncológica, luego
de hacer una Beca en París en la especialidad. Desde hace algunos años ocupo la jefatura
de Oncología de la Clínica Las Condes.
Explíqueme algunas buenas razones para no temerle al cáncer
El cáncer como enfermedad crónica es una de las más curables, por cierto que se
curan aquellos diagnosticados a tiempo. Hay avances espectaculares en las leucemias agudas
y en los cánceres testiculares. Se visualizan avances científicos al nivel que no será
necesario destruir células e incluso se podrán restaurar en condiciones normales en base
a los datos genéticos. La terapia génica revoluciona la práctica de la medicina en el
despuntar del siglo. Se supone que en algunas décadas más habrá un gen para cada
enfermedad que el cuerpo haya heredado y esto influirá en el tratamiento de cáncer. La
investigación sobre la enfermedad va a una velocidad impresionante, por lo que la ya no
es sentencia de muerte obligada, muy por el contrario. Ahora si como país logramos
avanzar en algunas carencias será mejor aún, me refiero a que la oncología no se
enseña como rama aparte en las facultades de Medicina, hay un déficit importante de
especialistas, en regiones; no hay fondos para los tratamientos y falta maquinarias para
tratamientos como la radio y la quimioterapia.
¿Qué es lo central que le dejó su paso por la Universidad?
-Una formación del punto de vista práctica muy buena, una formación teórica
insuficiente, pero lo más importante e imperecedero me enseñaron a pensar y a ser un
hombre .
Mónica Silva Andrade