¿Le marcó de cierta forma haber estudiado en la
Universidad de Concepción?
Sin duda; más allá del intelecto, llevo con orgullo y profundo agradecimiento el
recuerdo perenne de esta distinguida casa de estudios, que me dio, generosamente, los
cimientos profesionales de que he vivido en Chile y en numerosos otros países.
¿Cuál es su máxima preocupación laboral, hoy?
Siempre pensé, y creo haber actuado en consecuencia en Chile y en otras naciones, que
mediante mi labor profesional podía contribuir, -modestamente, por cierto- a mejorar la
condición del pueblo. Continúo adherido a esa idea, habiendo sumado en los últimos
años una gran preocupación por la juventud. Mi percepción es que hoy tal vez,
más que antes- los estratos populares y la juventud, viven con menos esperanzas.
Haga algún tipo de referencia a esa primera generación de egresados de la
especialidad Economía y sus profesores.
El primer grupo que llegó al final de la carrera unos 18, prácticamente todos
titulados- fuimos unos privilegiados; el mercado laboral nos acogió y nos dio
oportunidades; y, en donde sea que hayamos estado en Chile, en otros países y en
organismos internacionales, hemos tenido -lo afirmo con modestia- trabajo, éxito y
prestigio.
Tuvimos excelentes profesores que además de su calidad y vocación profesional y
de docentes extraordinarios- siempre demostraron comprensión y buena voluntad para
formarnos en una carrera nueva, desconocida hace 40 años en la Universidad de
Concepción.
¿Es el sistema de libre mercado la solución para los problemas de Latinoamérica?
A diferencia de los diagnósticos de corto plazo y de las proyecciones o expectativas
económicas, América Latina lleva ya dos décadas de crisis, los 80 y 90, como se explica
en Latinoamérica: Crisis y Globalidad. Son los mismos decenios de mayor difusión
del libre mercado y del neoliberalismo.
Es una de las regiones que más lentamente expande su economía y que mayor
concentración de la riqueza ostenta. Su tasa de crecimiento promedio anual en los 80 fue
de 1.7% en contraste con 3.6% en los países en desarrollo; y, en los 90 subió apenas a
2.7% frente a 5.3% del conjunto mencionado. Latinoamérica, con más de 500 millones de
habitantes, sobre 210 millones son pobres, de los que más de 90 millones viven en la
indigencia. Si al pauperismo, así calculado, se le agregan los estratos que están al
borde o próximos a la pobreza, se aproximan a 400 millones la población de indigentes,
pobres y cuasipobres, cifra sin precedentes.
La inserción de Latinoamérica en la economía mundial es bastante menor a la de otras
regiones en desarrollo. Apreciado, mediante estos resultados, el neoliberalismo asumido en
la región, ha complicado su economía, profundizando sus problemas y empobrecido a sus
poblaciones mayoritarias, construyendo un verdadero volcán social.
En su calidad de economista ¿cómo ve en general la situación de Chile? ¿Llegará
a ser un país desarrollado antes del segundo centenario de su independencia?
Chile ha sido un país en desarrollo. Lamentablemente, nunca ha progresado tanto para
dejar de serlo, y está lejos de aproximarse a las características económicas, sociales,
científico-tecnológicas e institucionales de las naciones democráticas desarrolladas.
Al comenzar el siglo XXI, éstas poseen un promedio anual expresado en dólares
corrientes actuales- de 35/40 mil dólares per cápita. Con el mismo cálculo, Chile sólo
excede de unos 8 mil dólares, con un segmento de pobreza significativo y una elevada
concentración de la riqueza.
Chile, continua siendo básicamente un país exportador de bienes primarios; continua,
como antes, dependiendo de un hilo de cobre y de las fluctuaciones de su precio
internacional. De los 15.600 millones de dólares exportados en 1999, casi 5.900 millones
fueron cobre y unos mil millones más de otros minerales, con lo que la minería aportó
el 44% de lo exportado. Alrededor de 5 mil dólares fueron bienes del agro sin elaborar y
con tratamientos primarios. El resto, sobre 2 mil millones de celulosa, papel y químicos;
y, unos 1.800 millones de otros bienes diversos; ninguno de éstos últimos, importantes
para cambiar la estructura eminentemente primaria de las exportaciones.
Chile mantiene todavía una vasta agenda de problemas nacionales de variada índole;
algunos de los cuales ni siquiera se están concientizando, como -por ejemplo- dotar a la
educación y formación profesional, en todos los niveles, de un contenido formativo para
que los egresados se motiven y procuren potenciar su trabajo humano, durante toda su vida
activa, por diferentes medios -reciclaje, instrucción, capacitación, reconversión-
adquiridos o independientemente como autodidactas. También, está lejos de los derechos
humanos de tercera generación y de una reforma constitucional con participación de la
juventud y en función de sus problemas. Para qué hablar del arte, del deporte y de otras
manifestaciones del quehacer humano y cultural.