Esta semana se concentran las actividades de celebración de los 81 años de
vida de la Universidad de Concepción.
Nos encuentra este aniversario inmersos en un mundo que poco se asemeja a la sociedad
que vio nacer y dio vida a nuestra casa de estudios.
Cuando el 14 de mayo de 1920 se dicta el Decreto Supremo que regulariza el
funcionamiento de la Universidad de Concepción existían en Chile tan sólo dos
universidades y nos constituimos en la tercera institución de Educación Superior del
país.
Los estudios de pregrado eran entonces terminales, y el egresado de nuestra Universidad
salía al mundo del trabajo con el bagaje completo de conocimientos y técnicas que le
permitían incorporarse al mundo de trabajo y desenvolverse en él de manera indefinida.
Chile era un país que tenía un marcado carácter insular y los contactos con el
extranjero eran esporádicos, de larga duración y no constituían parte de la vida
cotidiana.
La Educación Superior, cuyo financiamiento era provisto completamente por el Estado,
estaba destinada a servir solamente a una minoría de los jóvenes del país, y la
Universidad de Concepción se abría como un espacio cultural para atender las demandas
legítimas de la juventud del sur de Chile.
Hoy nos encontramos entre las tres primeras universidades del país, pero esta
ubicación no obedece al año de fundación, sino que está determinada por el éxito
obtenido en los concursos de carácter académico e investigativo, y por una serie de
indicadores de gestión que miden el rendimiento universitario.
La Educación Superior ya no es más una etapa de finalización de los estudios
profesionales, a las carreras de pregrado se suman los estudios de tercer nivel, y para
nadie es un secreto que la educación continua es la única alternativa posible para los
profesionales de este siglo.
Chile y las universidades están inmersos en una sociedad mundializada en la cual el
aislamiento ya no es posible y que se opera en redes y existen múltiples formas de
colaboración internacional. Las fronteras han desaparecido.
El conocimiento avanza a un ritmo cada vez más veloz, al cabo de cinco años, todo
queda obsoleto aseguran los expertos, y el desafío permanente no es solamente la
actualización sino avanzar más allá de los límites conocidos.
Así nos encuentran los 81 años, y con la experiencia adquirida en este recorrido por
la historia educacional, enfrentamos los desafíos que nos presenta este nuevo período
que iniciamos.