NOVELA Y LOCURA EN LATINOAMERICA
Con esta investigación,
financiada por el Concurso
fondecyt Postdoctorado 2010,
se pretende realizar un
recorrido geográfico-literario
por las zonas de contigüidad
y diferencia entre la lengua
de la literatura y la lengua de
la locura.
Aportar a la reflexión y comprensión
de una zona de análisis literario
prácticamente inexistente en la
actualidad: el incesante intercambio
entre locura y novela, es uno de los
objetivos principales del proyecto
Fondecyt Novela, filantropía y saber.
Ficcionalizaciones de la locura en
Latinoamérica.
Para realizar el estudio del discurso
de la locura y su concreción en
personajes “excéntricos” que
transitan de tanto en tanto por la
novelística latinoamericana, se
seleccionaron cinco novelas
representativas, tanto cronológica
como geográficamente, en esta
clave: El loco Estero (1909), del
chileno Alberto Blest Gana; Los siete
locos (1929), del argentino Roberto
Arlt; Vida del ahorcado (1932), del
ecuatoriano Pablo Palacio; El bazar
de los idiotas (1975), del colombiano
Gustavo Álvarez Gardeazábal, y La
nave de los locos (1984) de la
uruguaya Cristina Peri Rossi.
El investigador responsable de esta iniciativa, Juan Cid, señala que con
esta investigación se pretende realizar un recorrido geográfico-literario
por las zonas de contigüidad y diferencia entre la lengua de la literatura
y la lengua de la locura.
“Lo que se busca es evidenciar cómo la escritura del género novela ha
absorbido las distintas problemáticas, esferas de desarrollo, contradicciones,
el diálogo entre genio y locura, el devenir de ésta en productividad, la
compatibilidad o incompatibilidad entre ambas, los dispositivos o prácticas
de organización/selección de sanos y enfermos lo que en algunos casos
ha desarticulado la lengua propia de la novela, incluso aquella definida
como transgresora en su forma y procedimientos”, dice.
DE PERTURBADOS A PERTURBADORES
Doctor en Literatura Latinoamericana, Cid trabaja en asesoría y gestión
cultural en la dirección de Extensión de la Universidad, lo que le ha
permitido relacionarse con zonas aledañas a la literatura, como la plástica
y la música.
De alguna manera ello se condice con su interés por realizar, a través de
este proyecto, el ejercicio de leer de otra manera los textos clásicos de
nuestra tradición, “dejando atrás la pesadumbre y el desgano provocados,
en muchos casos, por el terror de los motivos novelados, para dar paso
a una lectura positiva, de sublimación del espacio generador que todo
gran texto registra entre sus páginas”. Para realizar este trabajo, que se
orienta en zonas complejas de
revisión de otras voces y saberes,
el investigador ha debido recurrir a
herramientas de otras disciplinas
como la filosofía y la (anti)
siquiatría, de modo de “aprehender
los textos y, con ello, arrancar de
la oscuridad y el silencio aquellos
saberes cifrados en las novelas que
nos ocupan”.
A juicio de Cid, además e develar
el modo en que nos hemos
relacionado con la locura, este
trabajo permitirá proyectar una
historia de las sociedades que
excluyen a los sujetos denominados
como “perturbados”; “a la luz de
esta investigación asignaremos
cierta positividad que subvertirá la
sentencia anterior para
considerarlos ahora como
perturbadores”, asevera.
MARGINALIDAD
La hipótesis inicial de este trabajo
sostiene que el ingreso de la locura
en la novela incorpora un registro
problematizador de la ficción.“Desde esta perspectiva, los textos
de nuestro corpus han tenido que
desarticular el género novela
tradicional para explorar otras
maneras de narrar que posibiliten
una lectura productiva
(experimental), olvidando las
convenciones propias de la novela
mimética (representativa) porque
la lengua de los perturbadores entra
en pugna con la razón de la novela”,
dice Cid.
De tal modo la fragmentación, la
digresión, el punto de vista, las
coordenadas espacio-temporales,
el narrador descreído, etc., van
configurando un mundo cambiante,
complejo y metamórfico, que
posibilita la aparición de una lengua
nueva. Sostiene el investigador que
la inestabilidad formal y la
trasgresión del género permite que
la novela asuma un rol importante
en la configuración de nuestra
identidad y de nuestras certezas.“Si existe un denominador común
en el debate acerca de la locura,
en especial en el terreno de las
ciencias sociales y, específicamente
en literatura, es la noción de
marginalidad”.
A su juicio las novelas escogidas
aparecen ante nosotros como reflejo
de un proceso de experimentación
con la realidad enajenada y
deshumanizada, características que
las distintas novelas han absorbido
estructuralmente. “Sus escrituras
expresan el estado de la cuestión
del hombre en sus contextos
particulares y, a su modo, expresan
los disciplinamientos de que ha sido
objeto el hombre contemporáneo y
cómo su labor, desde las entrañas
del lenguaje, es resistir y proponer”.
La insurrección que recorre las cinco
novelas escogidas propone distintas
respuestas sobre el anuncio que haría
este “saber de los locos”; Cid sostiene
que, en su conjunto, intentan
justificarse en un objetivo mayor:“convertirse en saberes constructores
de un espacio utópico”, donde la
diferencia, más allá de ser un
territorio acosado por la sombra y el
dolor, permita encontrar como
principio la esperanza.
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