No podemos reiniciar la edición de I+D+i sin reflexionar lo que ha sido
este primer semestre en la vida de la Universidad de Concepción. En la
memoria, y con el correr de los días, se nos empieza a desdibujar aquel
encuentro del lunes siguiente al 27 F, en que presenciábamos una universidad
fuertemente dañada. El futuro se veía incierto, particularmente, para la
actividad de investigación, como resultado del daño en la infraestructura
de los laboratorios y del equipamiento. En el caso de químicos, oceanógrafos
y pesqueros, la situación era aún más dramática, producto de la destrucción
tanto del edificio de la facultad de Ciencias Químicas como de los
laboratorios de Dichato.
Después de estos seis meses sorprende ver una Universidad normalizada,
con sus investigadores trabajando activamente. Más aún, semanas después
del terremoto, debemos responder a una convocatoria de Fondef, donde
los investigadores se hacen presentes con una alta participación y, lo más
importante, con muy buenos resultados, como ha sido informado
recientemente. Similar situación ocurre con Innova y Fondecyt, y las
distintas convocatorias en que la Universidad participa activamente.
La reparación del Centro de Biotecnología, que tuvo que detener su trabajo
por tres meses; el reinicio de actividades del Cicat y del nuevo Centro de
Investigación Agroindustrial de Los Ángeles, después de las necesarias
reparaciones, así como la construcción de laboratorios de investigación
que acogen transitoriamente a los investigadores de la facultad de Ciencias
Químicas, son ejemplos de lo realizado para retomar el trabajo de la
Universidad. Debemos sentirnos orgullosos de integrar una comunidad
universitaria que ha demostrado una capacidad impresionante de reacción
frente a la adversidad, y de ser parte de una comunidad científica que
continuó cumpliendo con su misión en medio de las limitaciones originadas
por el terremoto y tsunami.
Finalmente, una palabra de reconocimiento para quienes trabajaron con
mucha dedicación en elaborar iniciativas para la reconstrucción regional,
sintetizadas en el libro Propuestas para la Reconstrucción de la Región
del Biobío y para el programa Mar de Esperanza, que ha permitido recuperar
el trabajo y dignidad de un grupo importante de pescadores de la región.
Dos acciones que hemos tenido la satisfacción de coordinar desde
EmpreUdeC, y que dan cuenta del compromiso de la Universidad con la
región y la responsabilidad social con que asume sus acciones.
Jaime Baeza
Director de Investigación
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