La ruina de Chillán

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Esuela Normal de Chillán en el Suelo 1939

Una calurosa noche de verano vivían los chillanejos ese 24 de Enero y muchos ya dormían y otros asistían a un espectáculo en el Teatro Municipal cuando pasadas las once y media un remezón de proporciones comenzó a recorrer Chillán. Partió suavemente y aqueyos que se levantaron, pensaron que debía tratarse de un temblor similar a los ocurridos días atrás en el norte. Bastaron unos pocos segundos para que esa primera impresión diera paso al horror. Cinco minutos duró la tortura, pero tan solo 90 segundos fueron suficientes para poner de rodillas a la ciudad. Las 144 manzanas que conformaban la ciudad de Chillán, se desplomaron levantando una nube de tierra que tardó días en disiparse. De sus casi cuatro mil inmuebles, quedaron en pie unos 15, entre ellos el edificio del Banco Español, la botica de la plaza de Armas y las viviendas de la familia Kusacovich y Etchevers. Minutos después del terremoto, vino el fuego. Chillán se llenó de sombras largas en una hoguera que terminó de consumir los pocos restos de esperanza que le quedaban a los sobrevivientes. El testimonio del capitán Serey grafica los instantes de terror que se vivieron:

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Ruinas en Chillán

"Nos hallábamos recogidos esa noche desistimos de ir al teatro. Era como si Dios nos hubiera sujetado. Antes de medianoche, un tremendo remezón parte en dos el techo de la pieza que habitábamos. Dormíamos profundamente. Kinita y yo salimos de la cama. Yéndome hacia ella, saqué de la cama a Mononín y a la Yita hacia nosotros. Estábamos en un hueco, entre la cuna del Mononín y la cama de Kinita todo un techo, teja por teja precipitadamente con las vigas, se nos vinieron encima. Es indescriptible el momento. Arriba un cielo amenazador; a nuestro alrededor un enjambre de vigas y adobes que se deshacían. Encajonados, golpeados y oprimidos, hacíamos lo humanamente posible para proteger con nuestros cuerpos a los dos pequeños. Había cesado el remezón. Empezamos a luchar con los elementos. Había que hallar un medio para salir de este laberinto. Estériles resultaban nuestras energías. Nada se podía hacer. Mientras trabajábamos sobreponiéndonos a nuestras fuerzas, un segundo remezón, de una intensidad que parecía como si la entraña misma de la tierra se abriera, derrumbaba las paredes del rincón donde nos hallábamos. La pieza parecía volcarse precipitándose al abismo. Al lado nuestro, quedaba visible el cuarto de la dueña del Hotel. Los ladrillos de las murallas nos cubrían, golpeándonos nuestras espaldas. Más de alguno nos lesionaba. Pero resistíamos con resignada fe. Ahogados en una densa nube de tierra, casi no respirábamos, y nos sabíamos con vida porque estábamos unidos.

 

No tanta suerte tuvieron la gran mayoría de los habitantes de Chillán. El teatro se vino abajo aplastando a todas las personas que asistían a la función. En los días siguientes, el olor de los cadáveres en descomposición penetraba por toda la ciudad. La ayuda solidaria de los sobrevivientes, ayudó a superar la precaria situación, pero los oportunistas de los despojos tampoco fueron ausentes. El Presidente de la República Gabriel González Videla visitó la ciudad y ordenó la reconstrucción. De 41.000 habitantes que tenía la ciudad en esa época, más de 25.000 perecieron por el sismo. No hubo familia que no llorara algún deudo. La cruz que hoy luce la catedral de Chillán, iniciada con empeño a fines de 1939 y terminada 20 años después, recuerda a los que terminaron su vida terrena con el terremoto. Sus 36 metros de altura son un símbolo de los casi 40 mil muertos que produjo el cataclismo en el sur de Chile, la mayor pérdida en vidas debido a un terremoto en el pais.

 

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