Raúl
E. Martínez M.
Doctor en Psicología
Preguntas más adecuadas serían "¿piensas que ha disminuido tu deseo sexual?, ¿crees que hay algún claro motivo (fatiga, enojo, etc.) para ello ?". De esta forma no se personaliza la renuencia y el distanciamiento de quien se ha "enfriado". Probablemente sean muy escasos los hombres o mujeres que se sienten personalmente agraviados si sus parejas les informan que no desean comer o beber algo que les han ofrecido. En el caso del sexo la molestia deriva sólo de que éste se practica de a dos, y que no invitar o no ser invitado/a a participar en un encuentro que por lo demás tiene una gran intensidad vital, es un ataque a nuestra comúnmente débil autoestima y un problema insoluble para nuestras escasas capacidades de comunicación, empatía, negociación y acuerdo.
Cualquier discrepancia de intensidad o frecuencia del deseo sexual, debiera ser tenida en cuenta por la pareja apenas comience a perturbar y antes que origine acusaciones y exigencias de parte de uno de los miembros y excusas y alejamiento de parte del otro. Y mientras se decide acudir a la ayuda profesional, debe cuidarse que los juicios extremos o las interpretaciones no empeoren el conflicto. Quien se sienta frustrado/a por la escasa apetencia sexual del otro, sólo debe tomar nota del hecho y comunicárselo sin reproches ni presiones; no debe iniciar una larga cadena de suposiciones acerca de sus causas (desamor, infidelidad, desconsideración, egoísmo, pérdida de atractivo o valor personal, etc.). Quien sufra la disminución del deseo no debe autoculparse, ni sentir que el otro al exponerle la situación lo está acusando, ni incurrir en el error de criticarlo/a por otras conductas como una forma de defenderse ante lo que percibe como un ataque. En fin, a la espera del diagnóstico y el tratamiento debe primar la mesura, la tolerancia y la mutua consideración.