LOS VARIADOS RUMBOS DEL FEMINISMO

 

                                                                                      Raúl E. Martínez M.

                                                                                                               Doctor en Psicología

 

                        S. Riger (1992) define el feminismo como "un sistema de valores que desafía la dominación masculina y aboga por la equidad social, política y económica de mujeres y hombres". El concepto de dominación no siempre debe entenderse peyorativamente; a veces alude a una realidad cultural incuestionable, aunque en otras ocasiones, es verdad, representa un juicio de valor negativo acerca de una actitud y conducta supuestamente intencionada del hombre respecto a la mujer sometida a su arbitrio.

                        Con el paso de los años (décadas en realidad desde que se inició la lucha reivindicativa), como sucede en toda agrupación de personas heterogéneas, comenzaron a emerger diferentes visiones dentro del movimiento de liberación femenina. Es así que el feminismo ya no se expresa en una sola línea de opinión, no es un frente monolítico e intransigente, y no todas sus facciones se dirigen con tanta convicción y fuerza contra la opresión del hombre. Más aún, comienzan a surgir mujeres, que en su momento fueron duras feministas, y que ahora llaman en algún sentido a arriar las banderas de colores más estridentes. Sin embargo, debe reconocerse que hombres y mujeres han tomado debida nota, y han sido y seguirán siendo afectados por la postura de reivindicación femenina, aunque no tengan clara conciencia de ello. De aquí que sea un craso error descalificar sin más el feminismo, como una propuesta de mujeres frustradas y solitarias, "rebeldes sin causa", y lo que sería peor, airadas y vengativas.

                        Por el prestigio que siempre ha tenido la ciencia, una de las preocupaciones fundamentales de las feministas más ilustradas, ha sido cuestionar los hallazgos de las diferencias entre mujeres y hombres, señalando que son poco confiables o exagerados. Como soluciones para reducir esta desconfianza, algunas feministas han exigido que quienes investigan (especialmente si son hombres) extremen sus cuidados para ser objetivos, reiterando eso sí que creen en el método científico como el mejor medio para conocer la realidad humana. Otras feministas hacia un extremo, dicen que, puesto que la ciencia es un invento del hombre, un modo de investigar que se ajusta a la lógica masculina, inevitablemente deja de considerar aspectos que son muy importantes para las mujeres, razón por la cual proponen nuevas formas y métodos de estudio. Un tercer grupo de feministas afirma que primero debe conocerse (usando el método científico) el tipo y magnitud de las diferencias sexuales, para luego pasar a lo esencial que es averiguar las causas, los orígenes culturales y económicos de esas diferencias.

                        Próximamente, me referiré a las escasas pero importantes diferencias entre hombres y mujeres, que han sido confirmadas una y otra vez por distintos/as investigadores/as, y comentaré de qué forma se ha intentado explicarlas, ya sea recurriendo a factores sociales o a mecanismos evolutivos sexuales de la especie. También expondré en su momento, grosso modo, el pensamiento antifeminista sostenido por Esther Vilar, una atípica mujer, pues pienso que muchas de sus observaciones - no todas - son ajustadas y válidas, aunque su estilo sea irreverente y espectacular.