PROCREACION Y CREENCIAS ERRONEAS

                                                                                                        Raúl E. Martínez M.
                                                                                                       
Doctor en Psicología

 

    Ya he descrito el efecto psicológico perturbador que produce el diagnóstico y el tratamiento de la infecundidad, y he afirmado que éste no debiera ser sufrido inevitablemente. Deseando aliviar la presión social indebida que se ejerce sobre las parejas infértiles, ahora deseo corregir dos de las principales creencias erróneas al respecto, dejando claramente establecido que no es mi ánimo reducir el valor de la maternidad y paternidad asumidas con plena convicción personal.

1er. error : "Existe un poderoso instinto de reproducción que hace surgir naturalmente el deseo de tener hijos".
        Después de revisar estudios llevados a cabo en diferentes grupos humanos primitivos que viven de forma más natural que los civilizados, el psicólogo social Otto Klineberg (1954) concluye que "cuando se desean hijos, suelen estar presentes diversas razones, muchas de ellas prácticas, por ejemplo, contar con protección para la vejez o retener al esposo". Otra autora, citada por Klineberg, cree que la existencia de leyes en todas partes del mundo que castigan el aborto, el abandono de menores y el infanticido, son una prueba en contra de un supuesto instinto maternal, lo cual también es válido para un posible instinto paternal. En realidad, es la cultura la que de muchas formas y desde muy temprano en la vida de las personas, insiste por la vía de una concientización permanente, en la necesidad imperiosa de tener hijos, y como consecuencia no deseada condena al sufrimiento a las parejas que no pueden concebir. Ellen Peck (1971) describe las muchas formas en que en Estados Unidos de Norteamérica (y también hoy en nuestro medio) la industria comercial saca provecho de los niños, mostrando una gama de productos y servicios especiales para ellos, ligando la imagen de una "buena mujer" al hecho de ser una "buena madre" que compra lo ofrecido. Actualmente, esta publicidad también se dirige al hombre de manera creciente. Al margen de estas consideraciones sociales, cabe agregar que la reproducción es el resultado "natural" e inevitable del apareamiento de machos y hembras en las especies animales; sólo el ser humano puede darle otro significado y sentido a la comunión sexual y afectiva.

2do. error : "El hombre y la mujer infecundos son incompletos y defectuosos".
       No es lógico partir de la base de una condición biológica muy específica como es la infecundidad reproductiva, para calificar al ser humano en su totalidad. Ni el hombre ni la mujer pueden ser valorados en función de un hecho que ocurre fuera de su control; el embarazo y el hijo que nace son, en sentido estricto, productos del azar. El ser humano, resultado culminante de una larga evolución que lo distingue del resto de los animales, debe ser apreciado por los logros de su inteligencia, sus sentimientos y acciones y no por lo que suceda en su cuerpo al margen de su voluntad. Hacerlo de otra forma es rebajar la calidad humana, situándola al nivel de las especies inferiores que sin poder reflexionar ni decidir, siguen los designios ciegos de la naturaleza.

        Una vez corregidas las dos creencias erróneas fundamentales comentadas, queda en evidencia la libertad de la pareja para optar por tener pocos o muchos hijos, más temprano o más tarde o incluso no tenerlos, siendo esta última decisión tanto o más válida y legítimamente humana que la de procrear.
        Continuaré refiriéndome a esta posibilidad.