EVOLUCION Y DIFERENCIAS SEXUALES ( I )

 

                                                                                                            Raúl E. Martínez M.

                                                                                                                                           Doctor en Psicología

 

                            Las/os autores feministas que reconocen la existencia de diferencias entre hombres y mujeres, recurren a una explicación social y psicológica de ellas al aludir como factor determinante a la cultura patriarcal (machista). La pregunta que cabe hacer al respecto es ¿por qué la mujer aceptó por tanto tiempo un estado de cosas que le era desfavorable? Los psicólogos evolucionistas responderían señalando que un número importante de las diferencias sexuales del presente tienen su origen en las disposiciones del hombre y la mujer heredadas de sus ancestros más primitivos que vivieron hace millones de años en la tierra. Esta afirmación no niega la importancia de la cultura en el mantenimiento de las formas de relación más antiguas ni justifica la permanencia de las diferencias que producen conflictos entre los sexos. Más bien, se trataría de reconocer que los orígenes de las diferencias son muy profundos, que se han transmitido de padres a hijos por muchísimas generaciones, y que por lo tanto no es tarea fácil producir la igualdad, aunque se disponga de argumentos lógicos muy válidos. El razonamiento es un logro relativamente reciente en el proceso de evolución de la especie y con su ayuda el ser humano se enfrenta constantemente a impulsos, necesidades y deseos que puede regular sólo con un gran esfuerzo permanente. Explicar evolutivamente las diferencias sexuales hace desaparecer la idea de víctimas ( las mujeres) y victimarios (los hombres), entendiendo que unas y otros son regidos en principio por leyes naturales más allá de su comprensión y de un fácil control. Este nuevo enfoque facilita tomar decisiones razonadas, no impulsivas, y llevar a cabo acciones realistas que hagan más justa y equitativa la condición de vida contemporánea de ambos sexos.

                     Los psicólogos evolucionistas dan la mayor importancia a una teoría (complementaria a la de la "evolución" de Darwin) que se refiere a la "selección sexual". Esta postula que desde los tiempos prehistóricos, las mujeres y los hombres han luchado contra los otros miembros de su propio sexo, para asegurar que sus genes (encarnados en sus hijos) no se pierdan y que por el contrario permanezcan en sucesivas generaciones futuras. Y con ese objetivo (no consciente, pero sí profundamente arraigado en sus estructuras biológicas) llevaron a cabo ciertas conductas, cuyas bases permanecerían hasta nuestros días, determinando el modo de ser y comportarse de hombres y mujeres. Por lo tanto, lo que perduraría hasta el presente, al menos como impulso, sería por una parte una competición entre los miembros de cada sexo, y por otra, la búsqueda de la mejor pareja del otro sexo que garantice que los genes propios perdurarán en el tiempo.

                                   Buss (1995) señala que cada sexo utilizó diferentes estrategias para ganar en la lucha por transmitir sus genes. El hombre desarrolló la disposición a llevar a cabo la relación sexual con el mayor número de mujeres, para así asegurarse un alto número de descendientes. Por su parte, la mujer desarrolló la preocupación por asegurarse el sustento mantenido para sí misma y sus hijos, sobre la base de que ella soporta un embarazo de nueve meses y debe alimentar y cuidar a sus hijos por bastante tiempo. De esta forma, el hombre se "especializó" por decirlo así, en relaciones sexuales rápidas y de escasa prolongación temporal, mientras que por el contrario la mujer debió optar por tener gran cuidado al elegir al padre de sus hijos, pues no podía correr el riesgo de perder sus genes porque sus hijos murieran al no recibir el alimento y la protección de su pareja.