ESTERILIDAD, UN PROYECTO INCONCLUSO

                                                                                                     Raúl E. Martínez M.
                                                                                                    
Doctor en Psicología

 

La infecundidad reproductiva (llamada usualmente esterilidad) se puede definir aproximadamente como la incapacidad del hombre, de la mujer (en edad fértil) o de ambos, para contribuir al embarazo, después de al menos un año de relación sexual normal y sin uso de medios anticonceptivos. Esta deficiencia biológica trae consigo un sinnúmero de perturbaciones psicológicas que afectan a cada uno de los esposos individualmente y también a la relación matrimonial. Su conocimiento nos puede acercar al sufrimiento de tales parejas y motivarnos a conocer modos de ayudarlas.

El diagnóstico de esterilidad da inicio a un período de grandes esfuerzos y tensiones, con altos costos en tiempo y en dinero, en pos del ansiado embarazo: consultas médicas, varios y reiterados exámenes de laboratorio, tratamientos medicamentosos y/o quirúrgicos. Por indicación del facultativo médico, la pareja debe preocuparse además de llevar a cabo el coito obligatoriamente en ciertas fechas prefijadas, adoptando posiciones que faciliten la concepción, cuidando hasta el extremo que un posible embarazo no se malogre por hechos menores, como un esfuerzo físico levemente intenso, una enfermedad, un pequeño golpe, etc. En la vida de una pareja en tratamiento existe poco lugar y escaso tiempo y ánimo para la relación espontánea y relajada. Enfrentados a su mundo social, los esposos sienten que son diferentes, que los amigos y familiares les consuelan e infunden esperanzas, o por el contrario, evitan conversar del tema y de sus propios hijos, con lo cual la comunicación se empobrece y las relaciones se deterioran. Los potenciales abuelos también se sienten decepcionados, sufriendo una especie de esterilidad por extensión.

El hombre y la mujer infecundos experimentan una reducción de su autoestima, una pérdida de confianza en si mismos, pues sus cuerpos no responden como es normal y esperable lo hagan respecto al hecho tan natural del embarazo. Pueden sentirse culpables y avergonzados, sin que les sirva la comprensión y el apoyo de su pareja, quien al no ver una respuesta positiva puede dejar también de ayudarle y decidir distanciarse, procurando la tranquilidad de ambos. Sienten que han perdido un hijo antes de haber nacido. Su afecto mutuo puede acrecentarse pero con un trasfondo de amargura y frustración, emociones que pueden originar conflictos o exacerbar los preexistentes. Su vida sexual deja de ser fuente de placer y satisfacción para transformarse en un campo de trabajo programado; así, no es raro que uno u otro o ambos esposos sientan que su deseo sexual se reduce drásticamente, que ocurren fallos en la erección y en el logro del orgasmo.

En el mejor de los futuros, el embarazo es logrado con ayuda del tratamiento médico después de sólo unos meses. Otras parejas esperan inútilmente por años, y las menos afortunadas deben aprender a vivir para siempre sintiéndose incompletas. ¿Qué razones explican la tan tremenda conmoción que produce la infecundidad? ¿ Es lógico o se justifica que las parejas infecundas pierdan la alegría de vivir? Ciertamente NO. Volveremos a ocuparnos del tema para desarrollar una nueva perspectiva respecto al embarazo, la procreación y su valor en la vida de las personas y de los matrimonios.