DESEO SEXUAL INHIBIDO

 Dr. Raúl E. Martínez M.

 

Un adecuado deseo, interés o apetito sexual se manifiesta en la tendencia de una persona a buscar y/o crear activamente circunstancias que hagan muy probable llevar a cabo conductas autoeróticas (por ejemplo la masturbación) o intercambios sexuales con una pareja (por ejemplo, besos, abrazos, caricias genitales, coito). Por el contrario, quien sufre de deseo sexual inhibido (DSI), desinterés o falta de apetito sexual, se caracteriza por una apatía que le distancia de las oportunidades sexuales. Informa no tener fantasías ni sueños eróticos, no interesarle lecturas, fotografías o películas de contenido sexual, siendo común, si se trata de un hombre, la nula disposición a masturbarse aunque pase por largos períodos sin relación sexual. A la estimulación genital llevada a cabo por una pareja puede responder con excitación (erección del pene en el hombre y lubricación vaginal en la mujer) e incluso un orgasmo, aunque éste sea habitualmente poco intenso, difícil de lograr, muy localizado en los genitales y sin el acompañamiento de un intenso estado emocional.

La persona afectada por la escasa motivación sexual, informará que el placer logrado por medio del orgasmo se asemeja al obtenido de comer algo sin tener realmente apetito ni hambre. Por tal razón rehuirá cada vez más frecuentemente las ocasiones de relación sexual, aunque experimente un gran afecto y amor por su pareja.

Es común que, ante la insistencia de acercamiento íntimo de su pareja, una persona con DSI comience a evitarla recurriendo a variadas y ocurrentes salidas, como "inventar" un dolor de cabeza o cualquier otra molestia física, exagerar la magnitud de su probable fatiga, estrés o preocupaciones, permanecer en pie viendo televisión hasta asegurarse que la pareja en cama esté dormida, irse a acostar más temprano que la pareja (más habitual en los hombres) de tal forma de estar real o aparentemente dormido/a cuando ella llega a la habitación, iniciar una discusión en los momentos previos a irse a acostar, no vestirse de manera provocativa durante el día ni la noche (más esperable en las mujeres), despreocuparse del cuidado o higiene personal, etc. Son muchas las maniobras distractoras y justificantes que permiten a quien sufre el DSI postergar (ojalá indefinidamente) el encuentro íntimo, sea que se percate o no conscientemente de tales evitaciones. En el extremo de la inhibición del deseo se sitúa quien no puede soportar la más pequeña y breve caricia que pueda conducir a una situación sexual, sintiendo enojo o ansiedad cercana al pánico

Obviamente, el retiro de la intimidad produce en el otro un alejamiento afectivo y un resentimiento que va profundizándose, sobre todo si supone que la falta de deseo significa necesariamente una disminución del afecto de su pareja, lo cual en muchas ocasiones no corresponde a la realidad. Incluso, puede ser que la persona afectada por el DSI sienta deseo y aún excitación al pensar en su pareja mientras están separados durante el día, estado anímico que cambia drásticamente desde el momento del encuentro al final de la jornada.

De acuerdo a la descripción de las características del DSI, ¿significa que una persona con un deseo normal siempre debe buscar, aprovechar o crear la oportunidad para llevar a cabo una actividad sexual, sin importar las circunstancias y la eventual pareja? No necesaria ni razonablemente. Hay ocasiones en que se justifica que una mujer o un hombre no experimente deseo por una pareja físicamente atractiva si por ejemplo no confía en ella, no se siente sentimentalmente seguro o teme un daño emocional o físico, en cuyo caso cabe hablar más bien de un deseo sexual "interferido", reservando el concepto de DSI para aquél que deriva de un problema o conflicto psicológico. También es natural un descenso del deseo en períodos de real estrés o sobreesfuerzo laboral y durante una enfermedad crónica o aguda pero debilitante, así como un cierto aplacamiento de la pasión dentro de una larga convivencia de pareja.

Aunque con escasa frecuencia, algunas condiciones médicas pueden también ser responsables de la disminución del deseo en mujeres y hombres: la deficiencia importante de testosterona, los altos niveles de prolactina o las irregularidades en otras hormonas. Estas perturbaciones son indicadores de una enfermedad que obviamente debe ser tratada y dan origen a lo que se llama "deseo sexual hipoactivo", del que también pueden ser responsables algunas substancias como el alcohol o los narcóticos, y con mayor frecuencia algunos medicamentos antihipertensivos y varios antidepresivos, entre ellos la fluoxetina.

Las causas psicológicas del DSI son muchas y complejas, siendo en la actualidad la disfunción sexual que necesita un mejor diagnóstico y todo el esfuerzo de un especialista con adecuados conocimiento y experiencia. Desafortunadamente, es también el trastorno sexual que más perturba la relación de pareja por la errónea equivalencia que habitualmente se establece entre deseo y amor.

Diversas investigaciones permiten concluir que el DSI afecta a aproximadamente un 30% de las mujeres y un 15% de los hombres en la población general, y entre quienes buscan ayuda psicoterapéutica sexual el 52% corresponde a mujeres y el 6% a hombres que sufren el DSI. Kaplan (1995) informa de un aumento porcentual del DSI (con algunos altibajos) a lo largo de los años en Estados Unidos de norteamérica, considerando los datos de 5.580 pacientes (desde el 20% entre 1972 y 1974 al 45% entre 1990 y 1992). Entre las causas muy globales del aumento del DSI se puede citar el creciente número de personas que alcanza mayor edad (con posible origen biológico del problema) y el temor al Sida. En Chile, de acuerdo a lo conocido y a nuestra experiencia en terapia sexual, al margen de cualquier causa psicológica específica para una pareja en particular, un determinante obvio y general del aumento del DSI en mujeres y también en hombres, son las condiciones de vida más difíciles que reducen el tiempo disponible para el ocio y la vida en pareja, generan niveles ascendentes de estrés crónico y potencian los conflictos naturales de la convivencia íntima. Y todo este desinterés ocurre paradojalmente en medio de una cultura cada vez más erotizada, lo que hace más evidente y doloroso el sufrimiento del DSI.

Puesto que el DSI afecta tan esencialmente la vida en común de un hombre y una mujer, es recomendable que cualquier discrepancia de intensidad o frecuencia del deseo sexual que aparezca después de un período de buen ajuste, sea tenida en cuenta por la pareja apenas comience a perturbar y antes que origine acusaciones y exigencias de parte de uno de sus miembros y excusas y alejamiento de parte del otro. Y mientras se decide acudir a la ayuda profesional, debe cuidarse que las interpretaciones o juicios descalificadores no empeoren el conflicto ni hagan más difícil la recuperación. A la espera del diagnóstico y el tratamiento debe primar la mesura, la tolerancia y la mutua consideración.