CONOCIMIENTO Y DISFUNCION SEXUAL

 

                                                                                                                                    Raúl E. Martínez M.
                                                                                                             
Doctor en Psicología

                                                                                                                                     

   Sin duda el monto y la calidad de la información que una persona posea afecta la adecuación y oportunidad de sus decisiones y el nivel de su desempeño. Esta relación es válida en todas aquellas áreas de vida en que existen claros criterios de éxito que permiten cotejar los logros posibles con los logros reales. Desafortunada e impropiamente, esta visión exitista se ha extendido a otros tipos de conducta que debieran tener como único objetivo el placer y la satisfacción al modo en que es concebido de forma idiosincrática por cada persona Es así que respecto a la sexualidad se habla de "desempeño", como si se tratase de un trabajo que debe ser llevado a cabo de acuerdo a un manual de instrucciones, de acciones preestablecidas y secuenciales, que fija cómo debe ser un episodio de relación sexual, y los objetivos a alcanzar en cada uno de sus momentos, según ciertas normas de producción óptima.

No es difícil comprender entonces la aparente paradoja que tiene lugar en nuestros días cuando a la par de existir mayor conocimiento y más frecuentes y amplias ofertas de encuentro sexual, ocurre una especie de enfriamiento del deseo y menudean las disfunciones que se originan en esa disminución o carencia del combustible emocional. Algunos señalan que este retiro de la interacción sexual y la insatisfacción consiguiente de un gran porcentaje de hombres y mujeres adultos, es la consecuencia del estrés, o bien, del enrarecimiento de las relaciones entre los sexos que cifran su interés en la compatibilidad (como los componentes electrónicos de un computador) y que huyen del conflicto vital, (muchas veces sano por la autenticidad que representa), o quizás del fantasma omnipresente del acoso y abuso sexuales. Nuestra impresión es que esas pueden ser causas válidas, pero talvez una más importante es la pérdida creciente de la sabia ignorancia sexual que implica deterioro de la espontaneidad, por lo cual se hacen conscientes y resultan interferidas las reacciones reflejas más simples. Pocos están dispuestos a correr riesgos propios de amateurs o de torpes practicantes de fin de semana y muchos temen estar demasiado lejos de los top, en un campeonato que de deportivo tiene poco pero sí mucho de abrumador trabajo.

      Es lamentable que los investigadores del sexo hayan contribuido, muy a pesar suyo, a esta situación de falencia del impulso y de desgano insuperable. Más particularmente, a Masters y Johnson se les puede sindicar responsables del mayor conocimiento de la maquinaria sexual y de su supuesto adecuado funcionamiento. ¿Quién no sabe que un acercamiento sexual "debe" comenzarse sólo si se siente primero un intenso deseo y continuarse en la etapa de excitación, para concluir con el orgasmo coital? ¿Quién se atrevería a pensar que el inicio a veces puede ser sólo el reír y jugar y que a medida que la pareja se adentra en la experiencia puede ocurrir la excitación sexual? ¿ Quien diría que una erección peneana no es condición sine qua non para disfrutar de un intenso placer y que al menos en lo que respecta a la mujer, aquélla puede ser menos importante que la habilidad digital del hombre? ¿Qué hombre civilizado de nuestro tiempo no debe estar preocupado de conocer cada zona erógena del cuerpo de su pareja, y ella no estar atenta a que se le sirva conveniente y consideradamente, so pena de traicionar uno la apertura del hombre sensible y la otra la defensa del derecho femenino? En el espontáneo mundo del sexo, el conocimiento no necesariamente otorga poder sino por el contrario muy habitualmente conlleva incapacidad.