ADICCION AL AMOR

                                                                                                        Raúl E. Martínez M.
                                                                                                          
Doctor en Psicología

                                                                                                                                 

        Stanton Peele publicó un libro titulado Amor y Adicción (1975), marcando un hito en el estudio y comprensión de ciertas relaciones de pareja, apasionadas e irracionales. El adicto al amor sufre la absorción por su pareja de la mayor parte de su vida; se distancia de sus amigos y familiares y hasta puede descuidar sus responsabilidades laborales por intentar permanecer junto al otro, a quien idealiza, disculpándole y comprendiéndole cuando atenta reiteradamente contra su dignidad. Manifiesta intensos celos inmotivados, pues a cada momento teme perder a quien es fuente de toda su seguridad, tranquilidad y bienestar. Esta condición psicológica se diferencia del enamoramiento más o menos normal, pues el adicto soporta estoicamente el abuso físico o emocional del otro, y su tolerancia de estas agresiones la siente como una demostración más de su inmenso amor. Lo característico de esta distorsión extrema del amor pasional, es la total incontrolabilidad de las intensas emociones ligadas a una persona que objetivamente no tiene mérito alguno o no el suficiente para justificar la entrega incondicional. Las personas adictas al amor insisten además en caer una y otra vez en este tipo de relación destructiva con distintas parejas, y más aún, pareciera ser que las buscan expresamente.

        Se ha señalado que ciertas creencias culturales originarían o facilitarían en personas predispuestas, esta anormalidad del afecto. Por una parte, se supone erróneamente que una vida relativamente distante de nuestros congéneres es siempre una señal de problemas psicológicos como la timidez, la depresión, etc., o en el mejor de los casos una decisión de ascetas que rechazan los placeres de la sociabilidad, y que por lo tanto sin duda lo más sano sería cultivar estrechas relaciones afectivas con las personas y establecer al fin una relación de pareja para largo tiempo y mejor aún para toda la vida. Por otro lado, la pareja matrimonial que antiguamente se constituía a partir de acuerdos familiares, en algún momento de la historia comenzó a formarse sobre la base de la atracción y el afecto mutuo, imponiéndose como característica importante de la relación un fuerte tono sentimental. La sociedad fue pregonando que enamorarse era una experiencia trascendente de la que nadie debía privarse y que el romance intenso (con sus altibajos emocionales a veces catastróficos) era lo más propio del auténtico afecto en pareja. De esta forma, el amor romántico y pasional se exaltó, aceptándose como muestras de su fuerza la exclusividad, la dependencia emocional y la intimidad compartida sin límites. Son estos elementos los que, obviamente caricaturizados, conforman precisamente el núcleo de la adicción al amor, que se potencia en una persona con baja autoestima, quien necesita imperiosamente que, los demás en general y su pareja en especial, le sostenga y le conceda valor.

        En realidad, el amor sano y constructivo no acepta ni exige una absorción por el otro, sino que espera compartir experiencias que amplíen las posibilidades de desarrollo personal; no sobreidealiza ni acepta incondicionalmente sino que pretende una relación de mutua ayuda y ajuste; no provoca dolor ni incertidumbre sino una intensificación de la alegría de vivir; no es accidental ni incontrolable sino construíble y mejorable. Cuando realmente se ama, el otro no es imprescindible aunque sí muy importante; se puede existir sin él pero se prefiere hacerlo junto a él. En verdad, sólo se puede vivir en pareja cuando se es capaz de vivir solo.