Presidencia
Anibal Pinto Garmendia [1876-1881]
Pinto debió enfrentar una doble crisis al inicio de su mandato. Por una parte se dejó caer una crisis económica. Esta se había originado al final del gobierno de Errázuriz Zañartu, consecuencia de una depresión económica mundial que comenzada en 1873, repercutió en Chile en 1876. Se produjo escasez del circulante, a causa de la baja del precio del cobre y del trigo, y de la fuerte exportación de la moneda de oro y plata, que los empresarios se vieron obligados a hacer para pagar sus compromisos en Europa.
Por otra parte, el país sufrió un inicio de año lluvioso (1877), con inundaciones que destruyeron las cosechas, cortaron los caminos y las vías férreas. Además, en mayo se produjo un terremoto frente a las costas peruanas, que afectó también a los puertos chilenos del norte.
El Estado asumió la crisis económica de dos maneras. Una de ellas fue la dictación de una ley de inconvertibilidad de los billetes de banco por el plazo de un año (1878), para poner atajo a la contracción del circulante monetario. La otra medida fue aumentar los impuestos y rebajar los gastos en Defensa.
Sería el estallido de la Guerra del Pacífico lo que permitiría la recuperación económica, al demandar el Ejército en campaña insumos alimenticios y manufacturas.
A partir de 1879 la anexión a Chile de los territorios de Tarapacá y Antofagasta permitió que el gobierno tuviera un ingreso fiscal ascendente por el cobro de derechos de exportación del salitre, lo que produjo una holgura económica sin precedentes hacia el final del mandato de Pinto.
En 1879 se promulgó una ley educacional -impulsada por el ministro Miguel Luis Amunátegui-, mediante la cual se le daba al Consejo de la Universidad de Chile la calidad de Superintendencia de la enseñanza que costeaba el Estado.
Además, se promovió la creación de talleres y escuelas para señoritas, dictando en 1877 un decreto por el cual las mujeres pudieron estudiar y dar exámenes en la Universidad de Chile para ser profesionales.
Diversas noticias acerca de que Argentina pretendía hacer efectiva su soberanía sobre la Patagonia, región sobre la cual Chile creía tener derechos, generó movilizaciones estudiantiles en Santiago. Los alumnos incluso se enfrentaron a la policía, en un intento de que Pinto se diera cuenta de la situación.
Se enviaron espías para conocer las movilizaciones de las tropas y de la Escuadra argentina hacia la Patagonia, pero negociaciones diplomáticas impidieron un conflicto armado. Mediante el Tratado Fierro-Sarratea de 1878, Chile cedería los derechos a la Patagonia. En el país se generó una corriente de opinión de rechazo al tratado, pero las noticias de problemas en el norte hicieron olvidar este compromiso por algunos años.
Finalmente, el 23 de julio de 1881 se firmó un tratado en el que se reconoció la soberanía de Chile sobre el Estrecho de Magallanes, la parte occidental de la Tierra del Fuego y las islas al sur del Canal Beagle.
El último tratado con Bolivia antes de la guerra, estableció en 1874 el límite nacional en el paralelo 24, y además comprometió al país vecino a no aumentar las contribuciones a las industrias con capitales chilenos en su territorio, por 25 años.
Los acontecimientos que llevaron a la guerra se iniciaron en 1878, cuando el recién ascendido al poder en Bolivia, el general Hilarión Daza, aprobó un impuesto a las exportaciones de salitre, con la idea de controlar la producción de ese recurso natural.
Cuando el gerente de la Compañía de Salitres de Antofagasta, de capitales chilenos y británicos, se negó a pagar el impuesto escudándose en el tratado de 1874, el gobierno boliviano ordenó el remate de las propiedades de la salitrera.
El 14 de febrero de 1879, el mismo día en que debía realizarse el remate, una expedición naval y militar de Chile al mando del coronel Emilio Sotomayor, desembarcó en Antofagasta ocupándola indefinidamente. El gobierno de Bolivia respondió declarando la guerra a Chile el 1 de marzo.
El gobierno chileno pidió que Perú se pronunciase neutral ante los acontecimientos, pero este se negó a hacerlo en base a un tratado secreto de 1873 que lo unía a Bolivia. El acuerdo establecía que en caso de conflicto armado de uno de los dos países, el otro lo apoyaría.
El gobierno de Pinto, en vista del incumplimiento del Tratado de 1874 por parte de Bolivia y del acuerdo secreto entre esta nación y Perú, declaró la guerra a ambos países el 5 de abril de 1879.
Uno de los primeros enfrentamientos armados del conflicto ocurrió en el puerto peruano de Iquique el 21 de mayo de 1879, donde Chile perdió a la corbeta Esmeralda -el barco más antiguo de la Escuadra- y la mayoría de sus hombres. Perú, por su parte, perdió el blindado Independencia, que encalló en Punta Gruesa cuando perseguía a lacorbeta Covadonga.
Las noticias del sacrificio de los chilenos de la Esmeralda provocaron el despertar de un sentimiento patriótico en Chile y los jóvenes se enlistaron voluntariamente en el Ejército. A principios de 1881 se logró ocupar la capital de Perú.
La guerra supuso la unión del mundo político en apoyo a la gestión del gobierno y del Ejército, pero, en realidad, se produjeron conflictos entre el ministro de Guerra -encargado de llevar a cabo las órdenes del Presidente Pinto- y los jefes del Ejército, que se debieron a la dirección de las acciones militares Además, entre los políticos se produjeron diferencias por la dirección civil de la guerra.
En enero de 1881 los caciques mapuche aprovecharon la retirada de contingente militar en La Araucanía, destinado a la guerra en el norte, para recuperar su territorio. Era un nuevo frente armado que fue dominado por la fuerza por el coronel Gregorio Urrutia.
En septiembre de 1881, Aníbal Pinto entregó la banda presidencial a Domingo Santa María, quien había sido su último ministro del Interior.
Se retiró a la vida privada a su casa en Valparaíso, pagando las deudas contraídas durante su período como Presidente y vendiendo sus derechos en las minas de carbón de Puchoco, en la costa de Arauco.
El ex Mandatario rechazó ofertas para acceder a cargos políticos
en Chile o en extranjero; necesitaba tiempo para tratarse una enfermedad que
lo aquejaba. Sí se ocupó como superintendente del Cuerpo de Bomberos
de Santiago, percibiendo como sueldo solo lo que le pagaba el diario El Ferrocarril
por traducciones de artículos extranjeros.
Los primeros días de junio de 1884 se agravó su enfermedad cardiovascular,
y falleció el día 9 de ese mes, a los 59 años.