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A-03

Alejandra Oyarce:Aproximación a los espacios poéticos  propuestos en  Uno (Forrahue) de Jaime Huenún y en Epu Mari de Cesar Millahueique.

 Resumen

            La poesía de autores indígenas en Chile nos parece enormemente valiosa por diversas razones. Por una parte, nos brinda la posibilidad de reflexionar acerca de la diversidad cultural, lo que evidentemente resulta necesario para que nuestras naciones logren proyectarse hacia el porvenir. Por otra,  tenemos la posibilidad de ser partícipes de un diálogo enriquecedor que busca propiciar un  real entendimiento en torno a lo que significa la coexistencia de distintas culturas y distintos Pueblos dentro de un mismo país. 

palabras clave:Millahueique,Jaime Huenún,construcción de las identidades,Mapudungun,oralidad

Abstract

The poetry of Indian authors in Chile seems to us extremely valuable for several reasons. On the one hand, gives us the opportunity to reflect on cultural diversity, which was obviously necessary for our nations to achieve projected towards the future. In addition, we have the possibility to participate in an enriching dialogue that seeks to promote a real understanding about what the coexistence of different cultures and peoples within a country.

keywords: Millahueique, Jaime Huenún, construction of identities, Mapudungun, orality

 


 

En esta oportunidad, nos acercaremos al proyecto literario de dos poetas chileno-huilliche contemporáneos (1), considerando que dentro de los discursos poéticos desarrollados por ambos, habría sugerentes conexiones. Poetas como Cesar Millahueique y  Jaime Huenún, permiten testimoniar que en Chile existe una diversidad cultural que se manifiesta también en el ejercicio poético.

A través de la exploración de los espacios construidos por los poetas, reconocemos que en ellos se logra un encuentro entre la historia, el testimonio y la poesía, resignificando  historias particulares y tal vez, menores para el discurso histórico oficial. De manera que, los proyectos literarios que desarrollan Millahueique y Huenún constituyen un significativo aporte hacia la (re)construcción de las identidades, proceso que necesariamente supone un replanteamiento del pasado para poder imaginar el futuro.

Las prácticas poéticas de Jaime Huenún y César Millahueique están unidas no sólo por el  carácter mestizo de los poetas, sino además porque ambos desarrollan proyectos poéticos que aportan a la reflexión acerca de la diversidad cultural que hoy por hoy, en nuestro país, resulta imperiosa.

Huenún y Millahueique, así como también otros poetas contemporáneos,  antologados por Jaime Huenún bajo el subtítulo“Poetas de la tierra, ciudadanos de la página”(2007), abren un complejo espacio en la literatura chilena actual. Esto ha llevado a algunos críticos chilenos a hablar de “poesía etnocultural”, lo que más allá de la denominación, sugiere la idea de una poesía que habla (des)de la diversidad cultural e invita a encontrar nuevas posibilidades de creación.

En sus textos es posible advertir que los espacios poéticos propuestos por ambos autores resultan fronterizos. Tanto Huenún como Millihueique se sitúan en un punto de contacto entre la oralidad y la escritura, entre el Mapudungun (mapuchezungún) y el español, entre el  testimonio y la poesía, entre el mundo mapuche y la cultura chilena. De tal manera que a través de la enunciación de sujetos poéticos situados en  espacios periféricos o marginales, en múltiples sentidos, logran articular sus discursos. Es el espacio poético el que les permite proyectar esta compleja zona de contacto territorial y cultural en que habitan, caracterizada fundamentalmente por el dinamismo y la constante tensión entre el mundo mapuche y la cultura chilena.

 Las propuestas poéticas de Huenún y Millahueique permiten además reactualizar diversas problemáticas relacionadas con el problema del territorio. Dando cuenta del  despojo y la marginación territorial que la sociedad chilena, históricamente ha ejercido en desmedro del mundo mapuche. Asimismo, refiere el problema de la negación literal y simbólica con la que el Estado chileno, a través de sus políticas intenta invisivilizar a este pueblo originario. Otro gran  problema que de algún modo determina su escritura tiene relación directamente con la condición de poetas marginales respecto a la literatura nacional, pues se alejan de  los cánones literarios y estéticos que, inevitablemente se han  impuesto, asumiendo que en Chile existe sólo una cultura. 

 Es un hecho indiscutible que la poesía mapuche ha irrumpido, cada vez con  más notoriedad, en la escena cultural chilena y, específicamente en el corpus literario, como lo ha afirmado Mauricio Ostria, quien sostiene que “la poesía mapuche irrumpe en el corpus literario chileno, modifica su canon y se vincula con su tradición”(2). De modo que hoy resultaevidente el  cuestionamiento al eurocentrismo literario imperante por largo tiempo en nuestra nación, por lo que explorar la poesía escrita por estos autores nos permite recorrer desde otro ángulo el complejo panorama cultural y literario chileno.

Para acercarnos  a estos proyectos poéticos contemporáneos, creemos que es importante leer a los autores teniendo en cuenta que “el huilliche contemporáneo habita y es habitado por un mundo. Se encuentra interiormente cruzado por distintos tiempos-el cotidiano y el de la memoria-que se integran y se contradicen en una permanente dialéctica en suspenso, que no es inoportuna y que sólo a ratos incomoda”. (Colipán 1999:17-18)

 Tomaremos este planteamiento formulado por Bernardo Colipán, quien constituye hoy un referente importante en la reflexión a cerca de estas dicotomías temporales, espaciales y culturales en que se sitúa hoy este sujeto, en su labor de poeta  que se nutre también  de la historia, de la antropología y del testimonio.

 En un sentido complementario a lo anterior, cabría agregar que, debido a la situación “globalizada”  contemporánea, en todas las culturas, o al menos en gran parte de ellas, existe una creciente revalorización de la memoria unida a una progresiva preocupación por la relación del hombre con el tiempo, que siguiendo a Beatriz Sarlo puede ser entendido como “un tiempo más fluido en que la aceleración que afecta la duración de las imágenes y de las cosas, afecta también la memoria y el recuerdo. Nunca como ahora la memoria fue un tema tan espectacularmente social. Se trata de la recuperación de memorias culturales, la construcción de identidades perdidas o imaginadas, la narración de versiones y lecturas del pasado. El presente, amenazado por el desgaste de la aceleración, se convierte, mientras transcurre, en materia de la memoria”. (Sarlo 2001:97-98)

Para estos autores,  resulta enormemente importante el discurso oral y el testimonio, de los cuales se nutre su escritura, para revisar el pasado y reconstruirlo a través de la memoria. Sólo así es posible imaginar el futuro.  De manera que, estos elementos se transforman en mecanismos centrales de la escritura de Huenún y Millahueique.

 Con estas consideraciones, nos  proponemos explorar los territorios poéticos que ambos autores proponen, recogiendo las problemáticas mencionadas y llevándolas a sus discursos poéticos. Nos centraremos especialmente en dos poemas bastante significativos que permiten aproximarnos al proyecto literario de ambos poetas. Nos referimos a los poemas: Uno (Forrahue) con el que se inicia  Ceremonia de muerte de Jaime Huenún y  Epu Mari de Cesar Millahueique que forma parte de Oratorio al Señor de Pucatrihue.

 

1. Uno (Forrahue): Las manos alzadas al cielo.

El poema “Uno (Forrahue)” aparece en el segundo apartado, “Ceremonia de muerte”, antecedido de “Ceremonia del amor” y sucedido de “Ceremonia del regreso”, con el cual se cierra el libro Ceremonias (1999),  texto que según Naín Nomez “se sitúa en el remolino de una cultura cruzada por todas las contradicciones y ambigüedades de su origen, dejando aflorar las múltiples voces con sus distintas entonaciones.”(Huenún 2007:15)

Es importante examinar el contexto en que aparece el poema “Uno (Forrahue)”. Este se encuentra precedido, por un documento legal en el cual se refiere oficialmente la masacre ocurrida en 1912, recordada como Matanza de Forrahue. Este hecho habita en la memoria,  que lo reactualiza, manteniéndose siempre presente en la memoria oral y colectiva de las familias mapuche-huilliches. Registrado de un modo muy menor en algunas fuentes históricas de nuestro país, este acontecimiento es incorporado al espacio poético de forma central, siendo escogido por el poeta para iniciar “Ceremonia de muerte”.

Los acontecimientos se remontan al 19 de Octubre de 1912, cuando el Juzgado dictó la orden de desalojo de las familias Huilliches de Forrahue en favor del particular Atanasio Burgos, transformándose así, luego del fatal desalojo, en el símbolo del despojo de tierras a los indígenas de todo el sur del país.

 El texto, marcado por el evidente carácter descriptivo e inmutable de los documentos legales,  es un preámbulo para la lectura del poema que aparece a continuación y que, en forma introductoria, contiene el epígrafe “…alzaban sus manos ensangrentadas al cielo…”   (Diario el progreso de Osorno 21 de octubre de 1912), marcando el  inicio de “Uno (Forrahue”) y de “Ceremonia de muerte”, con lo que Jaime Huenún escarba hoy en la memoria, desenterrando el dolor, como una forma de combatir el olvido, reclamar justicia y lograr la sanción.

 Uno de los procedimientos de Huenún consiste en traer a la memoria del lector la masacre, primero, a través del  documento legal que registra el parte emitido por el fiscal militar y, en segundo lugar, a través del fragmento del diario. De modo que Huenún pone, conflictivamente, en escena  al menos dos discursos a cerca de un mismo hecho, por una parte, el que contiene la voz oficial, de carácter histórico y, por otra, el discurso poético que permite  resignificar el episodio.

El poema presenta distintas voces. Por un lado está la voz de un sujeto que enuncia en primera persona, un “yo” que es a veces “nosotros” con lo que el poeta asumiría, complejamente, la voz de una colectividad. Ese “nosotros” enuncia desde un espacio fronterizo, circulando entre los márgenes de una dimensión sagrada de carácter ceremonial o ritual, y una dimensión cotidiana, entre un orden temporal y una dimensión atempórea, inmemorial, entre la vida y la muerte, entre pasado y presente, entre la memoria y el olvido, entre la poesía y la historia.

 Desde este difuso espacio de enunciación surgen varios niveles de discurso que implican diferentes lecturas. El primer nivel de discurso está marcado por un acto verbal de  rendición y aceptación de culpas, como se advierte en el uso de ciertas construcciones lingüísticas que sugieren un aparente sometimiento ante el poder destructor del otro, blanco/usurpador que se representa con las armas, el fuego y la masacre. Un poder  figurado también a través del idioma, la religión, las costumbres y la cultura:

 No hablábamos chileno, mi paisano, / castellano que lo dicen…/ No sabíamos de Virgen ni de Cristo, padrecito, / ni del Dios en las alturas…Malo era, paisanito, malo era…No sabía vivir el natural antes amigo, no / sabía”.

Dirigiendo sus enunciados a diferentes interlocutores: mi paisano, padrecito, paisanito, amigo, mamita, se interpela  coloquialmente a cinco receptores. Haciendo uso de expresiones de hablante transculturizado, se articula un aparente discurso de sometimiento, marcado por una notoria congoja, propia de las palabras dichas en situaciones límites;  sugiere, además, un acto declarativo de humildad, de ponerse al servicio del otro.

 En este contexto, el  hablante declara  su condición de ignorancia, confiesa “no saber”, haciendo una enumeración de elementos que habría desconocido y que son justamente las formas con las  que se representa el poder del chileno-occidental en el poema: idioma, religión, cultura.

Frente a estos elementos que declara haber desconocido se oponen los conocimientos, las costumbres y creencias del huilliche al que  representa y que, paralelamente, enumera:

“copihue sí, blanco y rojo, / jugábamos tirándonos estiércol de caballo en los /  potreros; robábamos panales a los ulmos y a los moscos, / y pinatras a los hualles de la pampa; / mirábamos desnudas bañarse a las hermanas / con manojos de quillay en el arroyo… / Comíamos caliente el crudo corazón de un cordero / en el lepún; / rezábamos huilliche al ramo de laurel /  junto a la machi; / matábamos con fuego al que mete huecuve / contra el cuerpo y contra el alma / las mujeres se preñaban en lo oscuro y en lo claro, los hijos se criaban a la buena de los bosques y los ríos…”.

 Esta  declaración del saber y las costumbres de su colectividad dada a través de la enumeración de acciones huilliches que contiene un  acto verbal declarativo, conlleva una especie de reconocimiento de “culpas” que habrían ocasionado “el mal”. Esta actitud reproduce ciertas pautas del rito penitencial católico y del acto de contrición, a través del cual se declaran, solemnemente y en forma pública, los pecados, de pensamiento: “mirábamos desnudas bañarse a las hermanas”, los pecados de obra: “robábamos panales a los ulmos  / Comíamos cliente el crudo corazón de un cordero, o los pecados de omisión que ocasionan el mal: “por eso vino envidia y  litigio y carabina”. Es que “No sabía vivir el natural antes amigo, no / sabía”, agrega. En este instante el sujeto poético se distancia, por primera vez, del “nosotros”, usando la tercera persona singular, para generalizar a ese ser “natural”,  lo cual es enfatizado con las reiteraciones “no sabía” y “malo era” reproduciéndose premeditadamente, en este aparente discurso de rendición, el imaginario eurocéntrico dominante ,construido sobre la base de oposiciones y reducciones definitivamente intolerables, que imponen al mundo Occidental como “bueno- católico-civilizado” , declarando al mundo indígena  “malo-demoníaco-bárbaro”.

En este punto notamos que se desarrolla un doble discurso, por una parte el sujeto poético afirma que todas las costumbres huilliches anteriores eran “malas”, bajo el supuesto de que eso es lo que el “otro” esperaría oír, pero en realidad estaría develando lo contrario, lo aparentemente negativo entonces no sería tal. Aquello que para el mundo occidental, para el chileno que habla castellano, que cree en Dios, en Cristo y en la virgen, era “malo”, no  representaría la verdadera maldad para el huilliche que rezaba junto a la machi. El mal llegaría a su  mundo con “la envidia, el litigio y la carabina, cuando “las estrellas dejaron de alumbrarnos / la sangre de repente”, imagen con la que se refiere en el poema a la masacre de Forrahue.

En una segunda lectura podemos ver que esta masacre textualizada por Huenún resultaría ser el verdadero origen del mal para el huilliche y, por esta razón se instala en  la memoria  colectiva. Con el documento oficial de la matanza de Forrahue y con el título en paréntesis del texto poético, logra que un tema que ha sido históricamente relegado a un espacio marginal se desplace al centro del espacio poético, como un mecanismo de resistencia.

 Desde el epígrafe, el hecho es descrito como una ejecución irracional, mediante una  imagen aguda del despojo de las tierras indígenas, llevado a cabo por personas poderosas que amparadas por las leyes de la República, se apoderan de terrenos que ancestralmente han pertenecido al huilliche. De modo que la matanza de Forrahue representa en el poema lo realmente malo,  laapoteosis del mal para la colectividad de la que el sujeto ha asumido la voz. Por estas razones, percibimos que el sujeto poético sostiene una rendición sólo en apariencia, en un primer nivel textual,  ya  que en el mismo poema, en un segundo nivel, es posible encontrar un discurso de resistencia, anunciado ya anteriormente.

Finalmente, por la forma en que concluye el poema, afirmando “y tuvimos que ocultarnos como zorros en montañas y barrancos”, Huenún nos envía al imaginario indígena, al rescatar una representación  tradicional del mundo mapuche. El zorro es propuesto tradicionalmente,  en los Epew, como un símbolo del hombre común: ágil, astuto y trabajador, “Muy bien dotados para la lucha, del cual los félidos abusan por su superioridad física, victimizando al zorro que sólo puede defenderse con la astucia. Como no puede luchar contra el poder y la autoridad del puma, el zorro debe desplegar la astucia para tomar su parte de la presa y vengar el abuso de que ha sido víctima” (3)De manera que, el zorro simbolizaría, en las narraciones orales, las habilidades necesarias para encontrar una forma de sobrevivir, razón por la cual Jaime Huenún, conocedor de la simbología mapuche, escoge esta figuración para cerrar el discurso.

El sujeto del poema, que representa a la colectividad huilliche, no experimentaría entonces, según entendemos, una rendición real, pese al aparente discurso en el que, a nivel textual de alguna forma “confesaría los pecados” y” malas costumbres” de su colectividad; al concluir el discurso, permite entrever que finalmente no se habría producido una esperada enmienda de sus negativas conductas anteriores, pues no haría manifiesta una conversión al cristianismo y a las costumbres occidentales, sino que el hablante sostiene  que desde que vino “la sangre de repente” los huilliches han optado por la ocultación, por invisibilizarse como mecanismo de sobrevivencia, como una forma de ponerse a salvo haciéndose casi imperceptible. De manera que, tener que ocultarse como zorros”, representaría un forma de escabullirse hacia una zona fronteriza en la que, devenido animal “entre montañas y barrancos”, en la naturaleza a la que indiscutiblemente se vincula, podrá resistir.

Es, en definitiva, un segundo mecanismo de resistencia. El sujeto poético, aparentemente rendido por la masacre,  opta por resistir, con lo que el discurso del subalterno se reproduce sólo en un nivel textual, potenciando en el espacio poético el discurso de la resistencia.

 

2. Epu Mari: Las mujeres y caciques ascendían al wenumapu con los ojos abiertos.

En segundo lugar nos acercaremos al texto “Epu Mari que forma parte de Oratorio al Señor de Pucatrihue (2004) de Cesar Millahueique. Poeta que propone, de un modo similar a Huenún, un espacio poético complejo y, sin duda, fronterizo, desde el cual  se habla, ruega, canta, sueña, recuerda, imagina. En este sentido, es llamativa la referencia al espacio ceremonial y ritual, llevada a cabo por ambos autores, tal vez como una posibilidad de acceder al mundo sagrado.

 El poemario consiste en veintiún textos, enumerados consecutivamente en Mapudungun. En ellos, el poeta se sitúa, al igual que Huenún, en una zona  fronteriza.


El  poeta asume una enunciación colectiva “en estas abandonadas costas nos imaginamos el retorno a las legendarias marchas de Wiyiches confundidos entre los bosques de Pucatrihue. El retorno a un éxodo a una migración desgarbada estrellándose en montañas y selvas milenaria”. La voz poética abre un difuso espacio entre la vigilia y el sueño, apelando a la memoria colectiva que también conserva los recuerdos de la matanza de Forrahue: “En este sueño los oráculos recuerdan la matanza de Forrahue y al hombre de las carabinas dando la orden de fuego rajando los pechos de mujeres y de caciques que ascendían al wenumapu con los ojos abiertos”.


Para Cesar Millahueique, al igual que para Jaime Huenún, este hecho histórico, resultaría ser  origen del mal para el huilliche; por esta razón, el tema se instala también en el centro del espacio literario. A través de la creación poética se desplaza del lugar marginal al cual se le ha relegado, al centro del discurso.


 En el caso del poema “Epu Mari”, se abre un espacio más bien onírico, un sueño próximo a lo sagrado es evocado por el sujeto. Desde esa zona, lograría entrar en la memoria para evocar la masacre.


 La acción destructiva de Forrahue encuentra aquí un rostro, encarnando el poder de destrucción del invasor en el recuerdo del hombre de las carabinas que da la orden defuego. Este enunciado  posee la característica de singularizar al sujeto que sustenta el poder, representado por la palabra y las armas. Con un acto de habla directivo ocasiona la matanza.


La estrategia discursiva de Millahueique consiste en proponer que, desde este espacio onírico, fronterizo, desde donde enuncia el sujeto poético, es posible identificar el  rostro del responsable de la matanza de Forrahue y agente de  la usurpación de tierras ancestralmente huilliches. Así también, en el poema se identifican las víctimas de esta acción exterminadora.   Son mujeres y caciques, que de un modo brutal resultan violentamente separados del espacio terrenal para acceder, según la cosmovisión mapuche, a una dimensión ultraterrena representada en el wenumapu, hasta donde ascendían hombres y mujeres con los ojos abiertos.


Podemos intuir que actualizar estos hechos escarbando en la memoria a través del sueño como acto ritual, representa un acto de resistencia frente al poder del olvido que encubre acontecimientos como éste y de enrostrar la impunidad que ha protegido a los responsables. Es no sólo una forma de enrostrarnos el dolor de un Pueblo por la masacre, sino que también es una forma de reclamar  justicia.


 Así es como en el texto continúa recordando, imaginando, soñando que: “En otras latitudes del mundo otros pájaros recuerdan aquellos vuelos de aves que cortan silenciosas los atardeceres en el río Rahue. La casa de un anciano nos habla de la guerra del General Roca y la imagen de Vicente Pérez Rosales cabalga en medio del humo de aquellos bosques castigados a fuego y a filo de machete”. Aquí se aprecia que el sujeto poético ha devenido pájaro, pues el vuelo le permite desplazarse hacia otras latitudes, otros tiempos y espacios, para obtener  otras imágenes. Así logra nuevas visiones, identificando a otros sujetos que también representan el poder de la destrucción. Se logra captar la figura de Vicente Pérez Rosales, principal agente de la colonización llevada a cabo como un proceso de despojo de las tierras huilliches, y al General Roca, representante de las políticas que se proponen exterminar la raza mapuche. En estas imágenes que se despliegan en el espacio poético, ambos sujetos aún cabalgan en medio del fuego.


El fuego y el filo del machete  constituyen una forma metonímica de representación del poder destructor del otro. Como veíamos anteriormente a través de la carabina representada por Huenún en el poema “Uno (Forrahue)”, junto al litigio y la envidia; como también, en la imagen del hombre de las carabinas que da la orden de fuego y, finalmente, en la imagen del humo de guerra que aún rodea al General Roca y a Vicente Pérez Rosales, textualizados por Millahueique.


Para el poeta, resulta innegable la importancia de la palabra, tanto oral como escrita, y de la memoria,  como únicos soportes de las tradiciones y como mecanismos de resistencia. Produciéndose así una deconstrucción de la historia oficial y, sobre todo, rechazando la impunidad de los actores directamente vinculados con el proceso de muerte de la colectividad de la que es voz en el poema y responsables también de la destrucción del espacio  natural, ancestralmente indígena.


En el espacio poético propuesto por Millahueique la naturaleza, con la que siempre aparece íntimamente vinculado el huilliche, es alcanzada por el poder destructivo, por lo que  la naturaleza carga también con las marcas del fuego, así se representa en la imagen de "los bosques castigados a fuego y a filo de machete”.


Como hemos intentado mostrar a partir de la lectura de los poemas “Uno (Forrahue)” de Jaime Huenún y “Epu Mari” de Cesar Millahueique, ambos autores optan por la palabra, situándose complejamente, entre la oralidad y la escritura, entre el Mapudungun  y el castellano, entre el  testimonio y la poesía,  entre la cultura  mapuche y la chilena. Destacamos que la práctica poética de Huenún y Millahueique se vincula  poderosamente, pues ambos autores optan por desarrollar proyectos poéticos en los que es posible advertir discursos en los que emergen las voces de sujetos poéticos fronterizos, instalados en lugares limítrofes que  resultan estratégicos para la creación, logrando desarrollar ciertos mecanismos de resistencia al poder de la cultura occidental hegemónica que ha intentado sistemáticamente imponer al mundo indígena su propia ética, mediante la obligación de la “conversión” y la negación-destrucción de las culturas indígenas entendidas como subculturas y representadas como encarnación del mal.

Ambos poetas trazan líneas que conectan vida y obra, trabajando con la memoria y con el testimonio, despliegan discursos en los que los sujetos de enunciación asumen la voz de una colectividad, se desplazan por tiempos y espacios, revalorizando la labor de la memoria como forma de contrarrestar el olvido. Se sumergen en los espacios y en el tiempo, reconstruyendo las fragmentadas imágenes que surgen del pasado, reactualizan episodios tan dramáticos para el mundo huilliche como la matanza de Forrahue conservada en  la memoria colectiva de su pueblo como una de las heridas aún abiertas, por lo que hacer de ello materia poética puede entenderse como forma de sanación, en la medida en que  la justicia deje de ser una utopía y se sume al proceso de reelaboración del pasado con el fin de imaginar un futuro para nuestros pueblos. Finalmente, nos parece importante destacar que la lectura de estos textos sólo pretende contribuir a la necesaria reflexión cultural sobre identidad y diversidad, tan imperiosa en nuestro país, en donde se enseñó, por largo tiempo, a valorar a los araucanos procedentes del imaginario de Ercilla, pero se ignoró al Pueblo Mapuche, habitantes de esta tierra.

 

 


Bibliografía:

 

  • Carrasco, Iván. 1991. “Textos poéticos chilenos de doble registro”. En Revista Chilena de Literatura nº 37: 113-122.
  • Colipán, Bernardo. 1999. Pulotre. Santiago: Editorial de la Universidad de Santiago de Chile.

 

  • Chihuilaf, Elicura. 1999. Recado confidencial a los chilenos. Santiago: LOM.
  • Deleuze, Gilles. 1999. Conversaciones. España: Pre-Textos.

 

  • García Canclini, Néstor. 1989. Culturas Híbridas. México: Grijalbo.
  • Huenún, Jaime.2003. Epu mari ülkatufe ta fachantü/20 poetas mapuches contemporáneos, Santiago: LOM.

 

  • Millahueique, Cesar. 2004. Oratorio al señor de Pucatrihue. Santiago: Mosquito Comunicaciones
  •  Paz, Octavio.1996. Obras completas. Ideas y Costumbres II. México: Fondo de Cultura Económica.

 

  • Sarlo, Beatriz.2001. Tiempo presente. Argentina: Siglo XXI.

 

(1)El deseo de indagar en los espacios poéticos de estos dos autores surge luego de una serie de  lecturas críticas  realizadas  a partir del curso “Hermanando poesía y testimonio” y “Testimonio y poesía mapuche, memoria, historia e imaginarios sociales, dictados por la Dra. Susan Foote, en el marco del programa de doctorado en Literatura Latinoamericana de la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad de Concepción. En ambos seminarios intentamos acercarnos a  obras poéticas tradicionales, como lo es la poesía de Gabriela Mistral y Pablo Neruda, siguiendo las huellas de los pasos que estos poetas dieron hacia el encuentro con el mundo indígena, como ocurre también con la poesía de Jorge Tellier, que rescata el valor de voces mapuche y de los discursos testimoniales. Como también. privilegiando la lectura de obras poéticas que han sido reunidas bajo el nombre de etnoliteratura, en un intento crítico que busca destacar un tipo de poesía que se construye a partir de la diversidad cultural.

(21)En este contexto se sugiere revisar con mayor detenimiento el  trabajo de Mauricio Ostria, “Sobre la conciencia escritural de la poesía mapuche. Apropósito de un poema de Elicura Chihuailaf”.

(3)Para una mayor comprensión acerca de la presencia del zorro en el imaginario mapuche se sugiere revisar el trabajo de Susan Foote (2005).Tesis para optar al grado de doctor en Literatura Latinoamericana, de la Universidad de Concepción.

 

A-03  Alejandra Oyarce

Profesor de Español, Licenciada en Educación, Magíster en Literaturas Hispánicas y , actualmente, candidata a Doctor en Literatura Latinoamericana


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