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A-03

Jacqueline Sandoval : Cordillera : Poesia/Paisaje/Pasión

 

Resumen

Raúl Zurita  busca en su discurso hacernos reflexionar sobre lo bello que es mirar a aquellos que viven en nuestra memoria, cito: “Eso es lo conmovedor del mundo; cada grano de polvo, cada hierba, cada estepa, es el  puerto de llegada de un río de difuntos en el cual los que nos han precedido se encuentran y a quienes  nosotros al oír, al ver, al hablar, en suma, al ejercer  la vida,  les estamos dando la oportunidad de  una existencia   nueva.” Sobre este llamado especial de recuerdo de nuestros ancestros está el análisis del poema “Cordillera” de Gabriela Mistral, una poesía que deviene espacio mortal, lugar de proximidad inmediata con la muerte, tumba y epitafio, pero también memoria, huella y relación de la tarea humanizadora de establecer con la muerte relaciones de libertad, según lo expresa el profesor Gilberto Triviños.

Palabras clave: Raúl Zurita, Paisaje, Gabriela Mistral, Gilberto Triviños, paisaje y pasión

Abstract

Raúl Zurita looking in his speech make us reflect on how beautiful it is to look at those who live in our memory, I quote: "That's the poignancy of the world, every speck of dust, every grass, every steppe, the port of arrival of dead in the river which have preceded us and those we are hearing, seeing, speaking, in short, the exercise of life, we are giving the opportunity for a new existence. "On this special memory called of our ancestors is the analysis of the poem "Mountains" of Gabriela Mistral, a poetry that becomes deadly space, place in immediate proximity to the death, burial and epitaph, but also memory footprint and relationship of humanizing task of establishing the death relations of freedom, as expressed by Professor Gilberto Triviños.

Keywords: Raúl Zurita, Landscape, Gabriela Mistral, Gilberto Triviños, landscape and passion


 

 

El contenido del poema “Cordillera” de Gabriela Mistral presente en su obra Tala, da cuenta de un profundo sentido humano que define lo que es un país perteneciente a América latina. Leer la poesía y vida de una mujer que amó a su madre, que poseía una sensibilidad como pocas mujeres, una fuerza aguerrida, un fuerte sentido de justicia que la hace aún más grandiosa. Ha dejado en sus escritos un bello mensaje: amar y cuidar la tierra. No perder la capacidad de sorprendernos  ante lo bello que es el paisaje chileno. Dejarnos acompañar por nuestros antepasados y mantenernos unidos en una sola identidad. Un poema que contiene la voz entera que canta al sol, a las montañas a través de la evocación “de la madre yacente, andante, enloquecedora; angustiante cuando falta”.  Con un lenguaje apasionado y entusiasta, cordial, arrobo religioso. De estrofas que se hacen de palabras de cuerpo femenino: pechos y  entrañas.

 

La poeta Gabriela Mistral, en su poema “Cordillera”, presenta la descripción apasionada de un paisaje chileno, del cual  siente una profunda nostalgia. Lejos de su país, en España, alucina con aquella montaña madre que extraña y que sigue viendo tal como aquel naranjo que contemplaba con embeleso en su niñez. Así como llega a ella la hermosa imagen con sus dorados y redondos frutos, así también llega a su mente el paisaje cordillera. 


De esos años de residencia en Europa son casi todos los poemas americanos de Tala, y en el poema “Cordillera”, toda la fuerza, toda la afirmación en ella del yo íntimo, ajeno a lo extraño que la hace profundamente humana en palabras de Margot Arce de Vásquez en su obra Gabriela Mistral Persona y poesía. Tala, un título que según la estudiosa mencionada, significa corte de árboles y que define el carácter de su contenido, la relajación subjetiva de la poeta con sus versos y, en cierto modo, el gesto donador. Se dan los poemas como una cosecha, como pedazo a cercenados de la entraña viva, que dejan aún muñones y raíces. El acto de creación se realiza para librarse y, entre el regazo de los troncos, queda latente la promesa del bosque nuevo, esto se advierte con intensidad desde las estrofas once en adelante:

Otra vez somos los que fuimos,
cinta de hombres,  anillo que anda,
Otra vez suben nuestros coros
Por caminos que eran de chasquis…
Son otra vez adoratorios
Nos devuelves al Quetzacotl
Acarreándonos al maya
Ata tus pueblos como juncales de sábana
Suelde el caldo de tus metales
Cose tus ríos vagabundos
Tus vertientes acainadas
Pascual Arribo de tu gente,
arca tendida de la alianza.(1953: 76).


Un poema que contiene palabras de unión; ata, cose, suelda, todo aquello desunido por el hombre y su soberbia, por el hermano Caín, por el invasor que nos hizo perder signo y palabra; un poema que se conecta con la obra A Roosevelt del escritor Rubén Darío, ya que en ambas está presente el despojo de la lengua nativa y la añoranza de volverla a tener. Sin duda para Gabriela tuvo eco este hermoso poema del poeta nicaragüense y escribió de quien le precedió:

Mas la América nuestra, que tenía poetas
Desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió (1948: 87).

En estos actos de despojo de la lengua nativa expresados en los versos citados,  la  poeta  pretende recobrar un lenguaje universal, América y España juntas. Participar en una gran arca de la alianza de los países americanos,  con un himno épico, invocando a través de una embriagante súplica a nuestros milenarios antepasados indígenas.

            La obra Tala nace de un movimiento de amor, generoso acto de caridad hacia la niñez de  España, carne inocente, peregrina por los cuatro vientos del mundo, en ella  se hace vida la cordillera, un himno, una loca letanía en que, a pesar de los sufrimientos crueles y de las lágrimas, resuena como un campaneo de aleluya, en un ritmo de verso acelerado y vibrante. Texto que hace eco a lo expresado por la Biblia: la tierra de Canaán, la tierra santa buscada por Moisés durante cuarenta años.


La cordillera a la que hace alusión Gabriela Mistral, posee la virtud de unir a todos los pueblos y sobre todo llama a la reintegración y al presente indígena, una cordillera que no divide, sin fronteras nacionales, una América toda y firme. Una Cordillera, según la poeta, madre diosa de la naturaleza, de lo americano, de la pachamama, donde viven  la alpaca, la llama, el puma, el ciervo, como también aquellos árboles. Araucarias, jengibres, salvias, higueras. todos ellos unidos para conformar la descripción de una poeta que se apasiona con el paisaje, con  su majestad épica, empleando vocablos según Rodolfo Oroz que dan cuenta de una poeta enérgica, severa y sensible a la vez, capaz de entender, respetar y maravillarse con lo que le rodea:

“Cuando se sale de mañana sin acordarse de dónde se vive, de pronto se le mira, y ella asusta con su crudeza luminosa de mayólica eterna puesta al mejor de los soles; cuando se camina por el valle buscándola; queriendo conocerla desde acá y verla desde allá, ella se nos hace familiar, pero con la familiaridad de los dioses, que siempre sujeta un poco el aliento y hace juntar algo los párpados. Son hermosos sus picos finos, mejores sus pechadas salvajes, y son sobrenaturales aquellos nudos en que ella se apelotona como para una operación secreta que nunca se acaba. Pedazo a pedazo la montaña es sorprendente; pero lo más querido de cuanto ella nos regala son su manera de luz y su manera de aire. Ambas cosas yo las perdí cuatro años para recobrarlas en la meseta de Anáhuac y vine a entender, cuando viví sin ellas, que la luz no solamente orna un valle, sino que nutre a las criaturas y que aquel aire generoso y seco acicatea al pesado y al vivo lo pone en una vibración prodigiosa (1999: 47).

En esta descripción que realiza Gabriela Mistral, se reconoce la manera de cómo es ella, una mujer que muchos la consideraban tosca, pero con una interioridad de porcelana, frágil, fina ante el mundo que le rodeaba. Una cordillera madre capaz de llevarla  a una experiencia cósmica, en armonía con el universo. Una relación religiosa más allá de lo terrenal, una poeta que vive en comunión con la naturaleza buscando en ella el equilibrio. El yo se vierte efusivamente en una perfecta comunión de rango místico, el contacto con el hombre aborigen, con los ancestros, con aquel  animal que posee  alma, el hermano mudo, como lo expresa Gabriel Mistral.

            Un hablante lírico que alude a la cordillera madre en nostalgia de su espalda. Cordillera en la que se hacen presentes los trabajadores, el pueblo humilde: arriero de ganado ajeno, hombre solitario, indio tejedor de la lana, de la alpaca y de la llama, indio cuidador de venados. Una obra con una conciencia más profunda de gente y de tierra, con una conciencia unificadora de los hermanos hispanoamericanos, temas de los que hablará y escribirá el poeta Pablo Neruda en su obra Canto General, Poema VIII, Alturas de Macchu Picchu

Recuerdo de los difuntos
 
Una procesión de aquellos que ya no están, pero que se les llaman a volver a nacer, nuestros antepasados indígenas: invocados, vueltos a la vida. A través de este llamado vemos el parecido que existe entre Gabriela Mistral y Pablo Neruda en el poema Cordillera y en el poema Canto General poema VIII Alturas de Macchu Picchu. Ambas poemas describen paisajes. En la una y en la otra buscan una conexión con aquellos que han partido, que nos preexisten y que están ahí,  un estado más allá de la muerte, un estado de redención metafísica que lleva a los muertos a no morir, según lo expresa el investigador Gilberto Triviños. Una poesía entonces, que permite que los muertos hablen, que vuelvan a nacer una y otra vez. Sobre este tema, el escritor y poeta Raúl Zurita, señala:
Mirar, sentir, oír; es siempre mirar por los ojos de los que han estado. Los Andes, una montaña cualquiera, no es sino la amontonada suma de las miradas que ya la han visto y cada cuerpo vivo al verlas es saludado nuevamente por esos ojos muertos. Eso es lo conmovedor del mundo; cada grano de polvo, cada hierba, cada estepa, es el  puerto de llegada de un río de difuntos en el cual los que nos han precedido se encuentran y a quienes  nosotros al oír, al ver, al hablar, en suma, al ejercer  la vida,  les estamos dando la oportunidad de  una existencia   nueva.

 

En este estado en movimiento está la vida, está la pasión de saber que resucitamos a cada instante como el ave fénix.  Permite, además, hacer la conexión con la cultura náhuatl, que hablan de un quinto sol. Según los toltecas  para que este estado siga en movimiento que da origen a la vida, debemos regocijarnos en la poesía, que es  la flor y el canto, de esta manera los hombres tendrán los rostros sabios y el corazón firme, y les permitirá viajar más allá de esta vida, a “la región de los descarnados” en busca de un lenguaje  suspendido.
Lo expresado por el estudioso Raúl Zurita y lo que se lee de la cultura milenaria de los náhuatl, se puede apreciar  en los tres primeros versos de la estrofa ocho del poema  Cordillera:

Vuelven los tiempos en sordo río
Y se les oye la arribada…
Silbaste el silbo subterráneo
A la gente color del ámbar…
Otra vez suben nuestros coros
Piedras el mundo pastoreadas;
Enderezarse de las piedras
Para juntarse con sus almas (1953: 74).

Los extintos vuelven a existir  con palabras de acción y  rezo arrebatado.

En el poema VIII, de la obra Canto General, el poeta pretende de igual forma que los hermanos oprimidos vuelvan a nacer, en un himno donde la resucitación está presente a través de sucesivos movimientos:

Sube a nacer conmigo hermano
dame la mano desde la profunda zona,
 mírame desde el fondo de la tierra,
 traed a la copa de esta nueva vida
mostradme vuestra sangre y vuestro surco
 decidme:… “ ¡Aquí fui castigado!
Señaladme la piedra en que caíste,
Encendedme los viejos pedernales
Contadme todo cadena a cadena
Afilad los cuchillos que guardasteis
 Ponedlos en mi pecho y en mi mano.

Movimientos que están ahí para interpelar de manera directa a los que están en un estado de sueño profundo. Una apelación, según el poeta Raúl Zurita a un futuro liberado que solo será posible a partir de la reconciliación con el idioma impuesto. Macchu Picchu es  así la promesa que la poesía hispanoamericana levanta de un mundo y de una significación nueva y su escritura constituye un hecho infinitamente más importante en la historia de la independencia de estas antiguas colonias que las batallas de Maipú y de  Ayacucho. Este renacer, señala el escritor, no solo es en un juicio final, sino que a cada instante de nuestras vidas. Absolutamente todo ser humano,  no es sino el territorio de esa resurrección permanente. Según Ángel Flores las ruinas de Macchu Picchu, serían “la cifra visible, materializada, del mito primordial de la tierra-madre americana, esta energía mítica es la que viene como fundamento sustentador de sus proyectos del retorno” (1987: 78).


En el poema “Cordillera” de Gabriela Mistral, de igual forma está presente la reconciliación con el idioma español a través de verbos que significan unión, una resurrección constante y una  tierra madre que está presente en la cordillera, en el recuerdo de la imagen, y el anhelo fervoroso de su tierra. Las conexiones entre los poetas citados son diversas, lo que permite que puedan ser comparadas sus obras. En Pablo Neruda, a través de su presencia en Machu Pichu y su alucinación con el mar. En Gabriela en su añoranza por esta cordillera madre. Aún así, aunque en uno esté el devenir de las aguas y en aquella, lo terrestre, en ambos existe un deseo de superación de la materia y  un ansia confusa de hacer cósmica la inspiración individual y el grito apasionado o doloroso que brota del pecho.


En uno y otro existe una invocación reforzada por una letanía de adoración. Ambos huyen de las alianzas de las ideas, palabras e imágenes convenidas. Buscan a través del himno y el delirio; la manera de imaginar un mundo nuevo. En esta letanía dolorosa para Pablo Neruda que deviene en esperanza, en un retorno desde un viaje subterráneo. En Gabriela Mistral a través de la experiencia dolorosa de la muerte de su madre y de su estado escéptico de no creer en Dios y que luego vuelve para creer con mayor fervor. En ella se hará presente en la memoria la imagen con locura apasionada.


A través de estos estados se pretende soldar la fractura entre un pasado y presente, reanudar el hilo cortado. Neruda como el portavoz, pero que, sin embargo, en este rescate del otro, ha reconquistado su renacer: traed a las copas de esta nueva vida/ vuestros viejos dolores encerrados. En Gabriela  como ella misma una más de estos que vuelven: otra vez suben nuestros coros/ y el roto anillo de la danza.
En Mistral y Neruda está el llamado no solo de aquel hombre con sus armas sino también con su hambre, sus fatigas, sus humillaciones, todo expresado a través del lenguaje. Lo bello en las palabras  del poeta Raúl Zurita: cada hombre al hablar no es sólo uno, es el que habla por todos.  Este enunciado engloba lo escrito hasta ahora:

Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,
Decidme: “… ¡Aquí fui castigado!...”
Porque la joya no brillo o la tierra  tiempo
No entregó a tiempo la piedra o el grano
                                (Pablo Neruda)

Gabriela Mistral, por su parte de igual forma invoca aquel hombre marginado, pero siempre siendo ella partícipe: Anduvimos como los hijos /Que perdieron signo y palabra,  Como beduino o israelita, /Como las peñas hondeadas,/ Hasta el día de recobrarnos /Gajos pisados de vid santa(1953: 73).

La poeta pretende devolver la esperanza, integrándose ella misma en esta historia de opresión para aquel hombre al que se le quitó todo: su lenguaje, sus signos y lo más aberrante su tierra. Gabriela Mistral pretende dar unidad cultural al pueblo americano y aún más procura que todos se unan en el acto cotidiano de la palabra para que se hagan presentes nuestros ancestros. Una poeta que se sintió inspirada en las palabras de Rubén Darío al escribir su poema Marcha Triunfal, este himno será para Gabriela un eslabón de escritura para su apasionante poema “Cordillera”¡Ya viene el cortejo!/¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines. /La espalda se anuncia con claro reflejo; /Ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines.


Un himno épico que hace un anuncio de algo que va a ocurrir, así como sucede en la obra de la poeta que anuncia el despertar de los ancestros. Retornan nuestros ancestros, se levantan para acompañarnos en este estado de letanía, una oración de agradecimiento por asistir a este evento de contemplación, de sensibilidad  ante la maravilla de poseer un paisaje maravilloso.


En este acto cotidiano, mínimo y grandioso a la vez, está la felicidad de reencontrarnos con nuestros hermanos y que susurran en un lenguaje de hojas que bailan al viento.

 

CONCLUSIÓN

El paisaje es más que un país, es América, es la tierra, es pasión, es poesía y se comprueba en el poema “Cordillera”. Lo humano se hace presente a través de la montaña que es la tierra madre, la Pachamama. La que une todos los pueblos latinoamericanos, suelda los ríos vagabundos, como una gran arca de Noé, hombres, mujeres, animales, árboles, todos como una gran ciudad. Un poema que presenta la búsqueda de la raíz de la sangre indígena, de lo perdido por una colonización de quienes no llamamos, pero que, aún así, llegaron con su dolor y ambición. Luego de esta invasión, brota la palabra con mayor ímpetu para hacernos uno solo. En la poesía de Gabriela Mistral, las conexiones con el poema del canto general de Pablo Neruda son indiscutibles, ya que en ambos se presenta el llamado del hermano americano y una unidad cultural fundada en reintegración del pasado indígena al presente.

Una obra que presenta una tendencia hacia las formas populares, hacia la ingenuidad del oído sin artificio, paralelismo de rezo murmurado en voz baja, avance simétrico de letanías, oración que deviene en éxtasis.

Un espacio que permite a  la palabra devenir en  locura: cordillera que camina, luego de estar muerta. Una zona que es la morada de los dioses ancestrales de América: Viracocha (Perú), Quetzalcóatl (México), lugar de nuestros primogénitos, Mama Ocllo y Manco Capac.

Una poesía que deviene espacio mortal, lugar de proximidad inmediata con la muerte, tumba y epitafio, pero también memoria, huella y relación de la tarea humanizadora de establecer con la muerte relaciones de libertad, según lo expresa el profesor Gilberto Triviños.

El Amor y  la muerte en un acto apasionado como un gran  motivo poético, tanto así que llega a ser una exaltación dolorosa, semejante en ciertos aspectos -la obsesión de la muerte, el anhelo de eternidad- lirismo instintivo de carne y hueso, poesía verdaderamente pura porque va derecho a las zonas entrañables del espíritu y brota del corazón caliente arrolladora.

 

Arce de Vázquez, Margot.1957 Gabriela Mistral Persona y Poesía. Ediciones Asomante. San Juan de Puerto Rico.

Darío, Rubén.1948 Antología Poética Ediciones del Gobierno de Guatemala, C. A.

Figueroa, Virgilio.1933 La divina Gabriela Imprenta el esfuerzo. Santiago de Chile.

Flores, Ángel.1987 Nuevas Aproximaciones a Pablo Neruda Fondo de Cultura Económica S. A. México

Mistral, Gabriela.
1953 Tala. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile.
1945 Recados Contando a Chile Editorial del Pacífico. S.A. Santiago de Chile.

Oroz, Rodolfo.1999 Estudios Mistralianos Editorial Universitaria.  Santiago de Chile

 

Zurita, Raúl.2008 Neruda y  los Estudios Literarios Revista Chilena de Literatura, Número 7222, 255-259

 

Raúl Zurita Neruda y los estudios literarios

 

 

A-03 Jacqueline Sandoval

Profesora de Español, Licenciada en Educación, Profesora General Básica, Magíster en Literatura Hispánicas, Alumna Regular de Doctorado en Literaturas Hispánicas.


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