En la mitología se conocieron gran cantidad de héroes, descendientes
de los dioses o antepasados de las familias reales, que llegaron a ser protectores
de pueblos y ciudades.
A estos héroes también se les llamaba semidioses, ya que muchos
eran hijos de una divinidad con príncipes o princesas mortales.
En general, fueron aventureros o guerreros cuyo valor o buenas acciones se quedaron
grabados en la imaginación de los hombres.
Algunos de los héroes más importantes son:
Un oráculo advirtió a Acrisio, rey de Argos, que su nieto lo mataría.
Era muy unido a su única hija, Dánae, pero desde que se enteró
de la fatal profecía, procuró mantenerla alejada de cualquier
hombre. La encerró dentro de una torre, con guardias vigilando todas
las entradas y salidas.
Pero aunque estaba oculta a los ojos de los hombres, la bella princesa no pudo
pasar desapercibida para Zeus, quien se apiadó de su soledad y admirando
su hermosura, se convirtió en una lluvia de oro y entró en la
torre a seducirla.
Así, a pesar de su encierro, quedó embarazada. Cuando Acrisio
se enteró del nacimiento del niño, que fue llamado Perseo, hizo
que la encerraran junto con su hijo en una caja y que los arrojaran al mar para
que perecieran.
Polidectes
Pero la caja llegó a la isla de Serifos, donde fueron rescatados por
un pescador y llevados ante el rey Polidectes, quien los recibió. Ahí,
Perseo creció y se hizo hombre.
El rey Polidectes se había enamorado de Dánae, pero ésta
lo rechazó, y él, enojado, intentó hacerla suya a la fuerza.
Esto despertó la furia de Perseo, quien lo enfrentó y le dijo
que nadie se atrevería a forzar a su madre mientras él estuviera
ahí para defenderla.
El rey, para deshacerse del joven, lo envió a eliminar a Medusa, como
prueba de que su valentía era real.
Medusa
Medusa era una de las tres Gorgonas. Sus hermanas, Euriale y Esteno, aunque
eran inmortales, no eran grandes bellezas. Pero Medusa desde muy joven era considerada
una mujer muy hermosa. Vivía en un lugar donde no brillaba el sol, lo
que le disgustaba y pidió a Atenea que la dejara salir de ahí,
pero la diosa se negó. Medusa la retó, diciendo que se negaba
porque si los mortales la veían a ella, no volverían a considerar
bella a la diosa de la Sabiduría. Tanta presunción hizo enojar
a Atenea, y para castigar a la Gorgona por su vanidad la convirtió en
un monstruo con serpientes en lugar de cabellos y decretó que quien viera
su aún bello rostro quedaría convertido en piedra.
Los dioses se enteraron de la tarea de Perseo y decidieron ayudarlo. Hades
le prestó su casco mágico, con el que podría hacerse invisible,
Hermes le llevó sus sandalias aladas y le dio también una espada
de diamante, y Atenea le prestó su propio escudo.
Las Graias
Ya armado, Perseo se encaminó hasta llegar al monte Atos, hogar de las
Graias, tres horribles criaturas, hermanas de las Gorgonas, que tenía
un sólo ojo y un sólo diente para las tres, usándolos por
turnos. Ellas eran las únicas que sabían en que lugar estaba Medusa.
Usando el casco de Hades, no pudo ser visto por las Graias, y les pudo quitar
su ojo. Poniéndose fuera de su alcance, les prometió devolverlo
si le decían dónde encontrar a Medusa. Ansiosas de recuperar su
preciado ojo, le dieron la información. Perseo cumplió su parte,
les regresó el ojo y se fue en búsqueda de Medusa.
La muerte de Medusa
Con ayuda de Atenea, llegó a la tierra de los Hiperbóreos, donde
encontró a las Gorgonas dormidas entre personas y bestias que habían
sido convertidas en piedra.
Atenea le había enseñado cómo distinguir a Medusa de sus
hermanas, así que también siguiendo el consejo de la diosa, no
la vio directamente sino reflejada en el escudo.
Levantó la espada y le cortó la cabeza. La tomó con una
mano, la guardó en su alforja, se la echó a la espalda y se alejó
antes de que despertaran las otras Gorgonas.
La sangre de Medusa
Perseo tomó el camino de regreso, cruzó tierra y mar. Y la sangre
de Medusa que cayó en la tierra por África, creó una raza
de reptiles venenosos, y de la que cayó en el mar nacieron el famoso
caballo alado Pegaso y Crisaor, como hijos de Poseidón.
Petrificación de Atlas
En el camino, Perseo se encontró con el titán Atlas, condenado
a cargar el peso de los cielos en sus hombros. Al verlo, el titán recordó
que este héroe era el destinado a acabar con Medusa, y le pidió
ayuda para acabar con su insoportable sufrimiento, permitiéndole ver
la cabeza del monstruo. Perseo se apiadó y le mostró la cabeza
de Medusa. Al instante, Atlas quedó convertido en la montaña que
lleva su nombre.
Andrómeda
Al pasar por Etiopía, Perseo se encontró a una bella mujer encadenada
a una roca. Su nombre, Andrómeda, hija del rey Cefeo y de la reina Casiopea.
Como castigo por la vanidad de su madre, quien decía que su hija era
más hermosa que cualquier ninfa del mar, fue condenada a ser devorada
por el monstruo marino que Poseidón envió a que atacara la región.
Otra versión es que el oráculo declaró que la única
forma en que se desharían del monstruo era el sacrificio de Andrómeda.
Perseo corrió a liberarla, mientras Cefeo y Casiopea le prometieron casarla
con él si la salvaba. El héroe lo atacó con la espada,
y al final le mostró la cabeza de Medusa y lo hizo huir al mar, donde
se convirtió en coral.
Cuando estaban celebrando la boda, llegó un grupo encabezado por Agenor,
quien exigía el derecho a llevarse a Andrómeda. Perseo se enfureció
y una vez más sacó la cabeza de la Gorgona, con lo que convirtió
a más de cien en piedra.
El héroe regresó con su esposa a Serifos. Se presentó ante
Polidectes, y frente a las burlas, anunció que llevaba el trofeo prometido.
Le enseñó la cabeza de Medusa y Polidectes quedó petrificado.
El regreso a Argos
Perseo devolvió las sandalias, el escudo y el casco prestados, entregó
la cabeza de Medusa a Atenea y acompañado de su madre y su esposa, regresó
a su ciudad de origen.
Se encontró con que un usurpador había tomado el lugar de su abuelo
en el trono. Pero recuperar el reino no era nada del otro mundo para este héroe.
Acrisio, ya viejo y débil, fue liberado de su prisión y restituido
con honores.
Pero la profecía iba a cumplirse tarde o temprano. Y un día que
Perseo jugaba con discos, accidentalmente mató a Acrisio. Horrorizado
y arrepentido, Perseo se fue de Argos y fundó la ciudad de Micenas, donde
gobernó sabiamente.
Cuando murió, los dioses, que siempre habían estado orgullosos de él, lo colocaron entre las estrellas, lo mismo que a su esposa Andrómeda y su suegra Casiopea.
Hijo de Zeus y de Alcmena, quien estaba casada con el rey de Micenas, Anfitrión.
Enamorado de ella, Zeus tomó la forma de su marido y yació con
ella 3 noches. Zeus, orgulloso de que iba a tener otro hijo, no se cansó
de pregonarlo, lo cual no le gustó mucho a su esposa Hera. Para calmar
la furia de ésta, Zeus dispuso que el niño se llamara Heracles
(que significa "Gloria de Hera"), acto que aumentó su odio
hacia el pequeño.
Nació Heracles y al día siguiente su hermano Ificles, el cual
era hijo de Anfitrión.
Tan pronto como Hera se enteró del nacimiento, empezó a planear
como destruir al hijo de su rival. Pero en una ocasión Zeus envió
a Atenea que trajera al niño al Olimpo y le pidió a Hera que lo
amamantara. Cuando la diosa lo hizo, Heracles le dio un apretón tan fuerte
que gritó de dolor. La leche que se derramó dio origen a la Vía
Láctea.
Según otra versión, Hermes fue quien trajo a Heracles mientras
Hera dormía para que fuera amamantado por ella. Y el niño tomó
tanta leche que se le derramó en el cielo, siendo este el origen de la
Vía Láctea. En ambas versiones, el haber tomado leche del pecho
de Hera lo hacía inmortal.
Cuando Heracles tenía entre 7 meses y un año, y la madre había
dejado dormidos a los niños en su cuna, Hera envió dos enormes
serpientes para acabar con Heracles.
Las criaturas llegaron arrastrándose silenciosamente a la cuna. Despertaron
los niños e Ificles empezó a gritar. Los padres despertaron al
oír los gritos, Anfitrión tomó una daga y corrieron a la
recámara de los niños.Cuál no sería su sorpresa
al ver que el pequeño Heracles tenía atrapadas a las serpientes
por el cuello, una con cada mano, sacudiéndolas hasta ahogarlas! Esta
fue la primer muestra de la extraordinaria fuerza que lo haría famoso.
Cuando Hera se dio cuenta de la facilidad con que Heracles escapó del
peligro, desistió de cometer otro atentado en contra de su vida, pero
decidió causarle muchas molestias, para que no pudiera disfrutar de paz
o felicidad.
La educación de Heracles fue asignada a Quirón, el centauro más
instruido de todos. También fueron sus maestros Castor, Autólico,
Eurito, Eumolpo.
En cierta ocasión que su maestro Eumolpo, quien le enseñaba a
tocar la lira, estaba ausente y Lino quiso suplirlo. Heracles se negaba a seguir
las instrucciones de Lino, éste le dio golpes por su rebeldía
y Heracles le dio un golpe en la cabeza con la lira despachándolo del
mundo de los vivos.
Al ser juzgado por esto, alegó que el acometido injustamente puede justamente
defenderse y fue absuelto.
Anfitrión, temeroso de que siguiera con sus desmanes, lo envió
a cuidar ganados al monte Citerón, donde permaneció hasta cumplir
18 años.
La elección
Heracles se encontró con dos hermosas mujeres, con quienes conversó
y confesó que iba en busca de aventuras. Cada una de las mujeres, Arete
(Virtud) y Kakia (Vicio), le ofreció ser su guía, pero el tenía
que elegir a quien prefería seguir.
Kakia le ofreció riquezas, holgura y amor; mientras Arete le advirtió
que si la seguía debía luchar incesantemente contra el mal, innumerables
momentos difíciles y duros y pasar sus días en la pobreza.
Heracles permaneció en silencio, pensando un momento en los dos ofrecimientos
tan diferentes, y después recordando las enseñanzas de su tutor
Quirón, se levantó y volteando hacia Arete le dijo estar listo
para obedecer cualquier orden de ella.
Heracles se dirigió por el camino que le señaló Arete,
y llevó a cabo todas las tareas que le asignó, liberando a los
oprimidos, defendiendo a los débiles y corrigiendo todo el mal.
Su locura
En recompensa por todas estas acciones, recibió la mano de Megara, hija
de Creón, rey de Tebas. Tuvieron 3 hijos, los llamados Alcides.
Pero Hera no estaba satisfecha de ver a Heracles llevando una vida próspera
y pacífica, y lo volvió loco.
Mató a sus hijos, confundiéndolos con enemigos y después
los echó al fuego. Según algunos también mató a
su esposa.
Los Doce Trabajos
Cuando recobró la razón, se alejó a las montañas
por varios días, sufriendo remordimientos y dolor por los crímenes
que cometió involuntariamente.
Hermes lo fue a buscar y le anunció que debía ir a servir a su
primo Euristeo, rey cruel y despiadado de Argos, por doce meses.
Cuando Heracles se enteró que estaba condenado a ser un esclavo, se negó
y casi pierde la razón nuevamente. Al final se resignó y ofreció
sus servicios a Euristeo. Éste le dio a cumplir diez trabajos y después
podría ser libre otra vez. Pero al final fueron 12 porque se negó
a reconocer dos de ellos.
Antes de cumplir con estos trabajos, los dioses vinieron en su ayuda. Hermes
le dio un puñal, Apolo un arco y flechas que no se mellaban jamás,
Atenea una coraza de bronce invulnerable, y Hefesto un yelmo de acero. Poseidón
le obsequió caballos para su carroza. El regalo de Zeus fue un escudo
de resistencia tremenda. Este escudo es por sí mismo una leyenda. Forjado
de esmaltes, marfil, oro y lapizlázuli, aunque parece que Heracles decidió
no utilizarlo en sus trabajos.
Atenea y Hefesto se declararon sus protectores.
En los Doce Trabajos, lo acompañó su sobrino Yolao, hijo de Ificles.
1. El león de Nemea
2. La hidra de Lerna
3. La cierva de Cirene
4. El jabalí de Erimanto
5. Los establos de Augías
6. Las aves de Estinfalia
7. El toro de Creta
8. Las yeguas de Diómedes
9. El cinturón de Hipólita
10. El ganado de Gerión
11. Las manzanas de las Hespérides
12. El can Cerbero
El regreso
Al regresar a Tebas, dio su esposa Megara a su sobrino Yolao, alegando que su
matrimonio había sido infortunado.
Supo que Eurito, rey de Escalia daba a su hija Yola a quien lo venciera a él
y a sus cuatro hijos. Heracles fue a buscarlo.
Eurito fue vencido por Heracles, pero se negó a darle a su hija, por
el repudio de Megara y la muerte de sus hijos. Además le echó
en cara el haber sido esclavo de Euristeo, por las doce obras que hizo para
complacerlo, como cualquier hombre de baja esfera. Dijo que las flechas de Heracles
estaban embrujadas y lo corrió de su casa. Heracles toleró la
forma en que fue tratado, pero dejó la venganza para después.
Uno de los hijos de Eurito, Ifito, fue el unico que no estuvo de acuerdo con
su padre. Cuando se marchó el héroe, desaparecieron doce yeguas
de la mejor raza, robo que fue atribuido a Heracles.
El verdadero ladrón cambió la apariencia de los animales y se
las vendió a Heracles. Ifito fue a buscarlos y al encontrar a Heracles,
preguntó por los animales pero como no coincidían las señas,
negó haberlos visto. Entonces Ifito le pidió que le ayudara a
buscarlos. Heracles se sintió muy ofendido, porque creyó que lo
tomó por ladrón.
Llevó a Ifito a que viera desde la altura a las yeguas y de ahí
lo mató, arrojándolo desde una roca.
Heracles fue a Delfos buscando un oráculo, arrepentido. La pitonisa Xenoclea
lo rechazó alegando que era un asesino. Heracles entonces la apartó
e intentó sacar su propio oráculo. Apolo llegó y lo ahuyentó,
empezaron a pelear cuando un rayo de Zeus los aplacó e hizo que se reconciliaran
dándose la mano. Heracles reparó la falta levantando un templo
en honor a Apolo y a Dionisio.
Xenoclea le dio su oráculo entonces y le dijo que tenía que servir
como esclavo a la reina Onfale de Lidia durante un año y la paga sería
dada a los hijos de Ifito.
Onfale
Durante su servicio a la reina Onfale, como un esclavo sin nombre, limpió
de bandidos la región. Pero además de servir como ayuda contra
los enemigos, también fue compañero de la reina, dejándole
tres hijos: Lamo, Agelao y Laomedonte. También se cuenta que acabó
con una serpiente que acababa con ganados enteros. Y fue entonces que Onfale
empezó a sospechar quien era él en verdad y lo dejó libre.
A su regreso se enteró de las historias que contaban sobre él.
Que arrumbó la piel de león y se vestía como una dama,
con grandes collares, pulseras y turbante femenino. También decían
que la señora lo regañaba y se ponía a llorar. todo ridiculizando
su varonil fuerza ante las modalidades femeninas.
Deyanira
Después conoció a Deyanira, hija de Eneo, y se enamoró
de ella. pero la mano de la doncella ya había sido concedida al dios
del río Aqueloo.
Deyanira, correpondiéndole, prometió casarse con él si
la liberaba del compromiso hecho por su padre. Heracles desafió a Aqueloo,
quien era rival digno, ya que tenía el poder de cambiar de forma a voluntad.
Durante la pelea, se transformó en toro, y se lanzó sobre Heracles.
El héroe lo esquivó y lo tomó por uno de sus enormes cuernos,
y lo sujetó tan fuertemente que por más que lo intentaba, no podía
escapar, hasta que el cuerno se rompió.
La diosa de la Fortuna, testigo de este combate, tomó el cuerno y lo
rellenó de sus tesoros, y le gustó tanto el efecto, que lo tomó
como uno de sus atributos.
La victoria finalmente fue para Heracles. Ahora nuevamente casado, era verdaderamente
feliz.
Neso
En una ocasión al llegar al río Euneo, mientras Heracles buscaba
una forma de cruzar para Deyanira, un centauro de nombre Neso apareció
y se ofreció a llevarla. Heracles aceptó, y la ayudó a
montar en su lomo. Pero a medio camino, el centauro pensó en llevar a
su hermosa carga con él, y al llegar a la otra orilla, en lugar de bajarla,
se empezó a alejar rápidamente con ella.
Heracles se dio cuenta del intento de rapto, con sus flechas envenenadas mató
al centauro.
Mientras éste agonizaba, en venganza, dijo a Deyanira que tomara su túnica,
llena de sangre, y la guardara, ya que tenía poderes mágicos y
podía hacer renacer el amor de su marido si alguna vez lo necesitaba.
Ella tomó la túnica, esperando nunca tener que utilizarla.
La muerte de Heracles
Los años pasaron, y el héroe, en una de sus numerosas aventuras,
luchó contra el rey Eurito, tomando su reino, el cual incluía
a su hija Iole.
Cuando Deyanira se enteró, celosa de Iole, recurrió a la túnica
casi olvidada. Se la envió como regalo a Heracles, quien se la puso de
inmediato. Pero en seguida empezó a surtir efecto la venganza de Neso.
Su sangre envenenada le hizo sentir como si un fuego le estuviera quemando.
En vano intentó quitarse la túnica, el dolor se hizo insoportable
y enfurecido, arrojó al desafortunado mensajero al mar desde el monte
Eta.
Para terminar su sufrimiento, resolvió terminar su vida. Hizo levantar
una pira y se subió ordenando que encendieran la hoguera, pero nadie
aceptaba hacerlo. Hasta que fue enviado Filoctetes, quien la encendió,
y Heracles agradecido, le regaló su arco, sus flechas.
En el Olimpo, Zeus se enorgullecía de su hijo y de su aventura final:
la muerte gloriosa. La misma Hera guardó silencio y los demás
aplaudieron.
Mientras se levantaban las llamas, estalló un rayo y apareció
un carro guiado por Atenea, quien llevó al héroe al Olimpo, reino
de los inmortales. Zeus al fin convenció a Hera de adoptarlo como si
fuera su hijo, y ella aceptó. Se casó con Hebe en el Olimpo, diosa
de la juventud.
Fue nombrado portero del Olimpo, vigilando su entrada, y cuando regresa Artemisa
de la caza, recoge la presa.
Heracles quedó inmortalizado como la divinidad especial de los deportes
atléticos y de la fuerza; generalmente representado como un hombre alto,
de poderosa musculatura, y a veces con una piel de león encima.
Se dice que algunos de los juegos celebrados en Olimpia fueron en su honor.
Los juegos de Nemea, escenario de su primer gran trabajo, eran conmemorativos
de sus grandes proezas.
Ante el rey Preto de Tirinto se presentó un joven que se había
exiliado voluntariamente de Corinto por haber matado a sus hermanos Deliades
y a Bélero en una partida de caza. Se hacía llamar Belerofonte
(asesino de Bélero), pero su verdadero nombre era Iponoo y era hijo del
rey Glauco de Corinto.
Preto recibió al joven, pero su esposa Antea se enamoró de él.
Y al no ser correspondida, como venganza le dijo a su esposo que Belerofonte
había intentado abusar de ella.
Preto, encolerizado, no quiso matar el mismo a su huésped. Así
que envió a Belerofonte con una carta para Yóbates, rey de Licia.
Lo que el joven no sabía era que en la carta pedía a Yóbates
que matara al portador de la misma.
La Quimera
Yóbates tampoco quiso acabar él mismo con el mensajero, así
que le da el trabajo de matar a la Quimera, con lo que pensaba asegurarse de
la muerte de Belerofonte.
La Quimera era un monstruo con cuerpo y cabeza de león, vientre de cabra
y cola de serpiente. Veloz como el rayo y con aliento de fuego. Era hija de
Tifón y Esquidna, hermana del león de Nemea, de la Esfinge y de
la Hidra.
Belerofonte consultó al oráculo, quien le dice que capture y
amanse a Pegaso. Se fue a buscarlo a Helicón, donde era cuidado por las
Musas. Pero cuando llegó, no lo encontró. Después, Atenea
se lo entregó con una brida de oro.
Después de ser aconsejado por la diosa, Belerofonte se montó en
Pegaso y salió a buscar a la Quimera. Cuando la encontró, se lanzó
en picada desde lo alto y le clavó su lanza en la boca, con lo que la
mató.
Yóbates se sorprendió al verlo vencedor, y lo envió a
combatir a los Solimianos, guerreros aliados de las Amazonas. Belerofonte pudo
dominarlos, lánzandoles enormes pedruscos sobre sus cabezas.
Cuando regresó, Yóbates ordenó a sus siervos ponerle trampas
y matarlo. Pero Belerofonte se da cuenta, y llama al dios Poseidón pidiéndole
ayuda. El dios lo escuchó e hizo que se desbordara el río Xanto,
por el cual pudo atravesar Belerofonte.
La venganza
Yóbates ahora estaba convencido que Belerofonte había sido calumniado.
Cuando el héroe se enteró de quien había sido la autora
de la mentira, regresó a Tirintos y fingió estar enamorado de
ella. La convenció de que lo acompañara a un nuevo reino, y los
dos montaron en Pegaso.
Estaban en pleno vuelo, cuando Belerofonte distinguió el mar, y empujó
a Antea, quien fue a estrellarse sobre las rocas y murió.
La escalada del Olimpo
Después de haber logrado tantas hazañas, se volvió tan
orgulloso que montó en el fiel Pegaso para llegar al Olimpo y destronar
a Zeus. Pero Zeus no podía ser tomado desprevenido tan fácilmente,
y cuando vio a Belerofonte subiendo por las nubes, envió un mosquito,
un simple y pequeño insecto para combatir la audacia del héroe.
El mosquito picó a Pegaso en el vientre y éste respinga y empieza
a encabritarse, haciendo perder el equilibrio a Belerofonte, quien acabó
cayendo a tierra.
Pegaso siguió su vuelo hacia el cielo y ahí quedó inmortalizado
como la constelación que lleva su nombre.
Belerofonte cayó sobre un zarzal y sobrevivió, pero quedó
cojo, ciego y maltrecho. Siguió errando por la tierra, abandonado y maldecido
por todos, aún añorando su glorioso pasado. No quiso volver a
ver a ningún otro ser humano hasta que murió.
Egeo, rey de Atenas, se había casado con Calciope y con Melita, pero
ninguna de las dos pudo darle un hijo, debido a la ira de Afrodita, porque ésta
no tenía culto en Atenas. Egeo fue a Corinto y se encontró con
la sacerdotisa Medea, quien le hizo prometerle que le ayudaría cuando
necesitara huir de sus enemigos dándole refugio, y ella en cambio, por
magia le ayudaría a tener un hijo.
Egeo y Etra
Egeo después viajó a Troezene y se encontró con Piteo,
famoso por su sabiduría. La hija de éste, Etra, había sido
pedida en matrimonio por Belerofonte, pero se fue y no había ninguna
esperanza de que él regresara.
Piteo no quería que su hija quedara intacta, así que emborrachó
a Egeo y le llevó a Etra. Se dice que esa misma noche el dios Poseidón
también tuvo un "encuentro" con ella.
Cuando Egeo despertó y descubrió a Etra en su cama, le dijo que
si nacía un hijo no lo anunciara ni lo diera a alguien, sino que lo enviara
a criarse a Troezen.
Regresó a Atenas y en el templo de Zeus hizo un juramento. Si nacía
un niño y era capaz de mover una roca debajo de la cual el escondería
sus sandalias y una espada, el niño sería enviado a Atenas y reconocido
como su hijo. Etra cumplió y guardó silencio. Su hijo Teseo nació
y Piteo proclamó que era hijo de Poseidón.
Los años pasaron y Teseo creció. Al cumplir 16 años, Etra
lo llevó ante la pesada roca en que Egeo había dejado sus pertenencias
y le dijo el voto que había hecho.
El joven levantó la piedra y encontró las sandalias y la espada.
Se dirigió a Atenas por mar, decidido a tomar como modelo a seguir a
Heracles, y empezaron sus aventuras.
Perifetes
En su viaje se topó con Perifetes, gigante hijo de Hefesto, quien poseía
un garrote de bronce con el cual se quedaba en el camino a golpear a los incautos
que pasaban. Por eso era apodado Corunetes ("el hombre del garrote").
Perifetes quiso ponerse en el camino de Teseo, pero éste le arrebató
el garrote y de un tremendo garrotazo en la cabeza lo mató. Desde entonces,
Teseo tomó dicha arma como su favorita.
Sinis
Al llegar a Corinto, se encontró con otro gigante, Sinis, quien era apodado
el "Dobla pinos", porque era tan fuerte que podía doblar los
árboles, atarlos de las puntas y dejarlos a ras de la tierra. Cuando
le daban ganas, atrapaba a un pobre viajero, lo ataba a las copas de los árboles
y soltaba los amarres de los mismos, con lo que los árboles se levantaban
a su estado original y el infeliz viajero moría.
Teseo, quien ya había oído del método de Sinis, eludió
audazmente el peligro y se arrojó encima del gigante, lo ató y
soltó los árboles tal como lo hacía él, y le hizo
correr la misma suerte que él había hecho pasar a los pobres viajeros
que habían caído en sus manos.
De pronto Teseo alcanzó a distinguir a una bella joven que se escondía
entre las plantas. La fue a buscar, pero ella huía. Teseo prometió
no hacerle daño, y ella fue hacia él, era hija de Sinis y se llamaba
Perigune. Se enamoraron y tuvieron un hijo, Melanipo. Después Perigune
se casó con Dioneo de Ecalia.
Escirón
En las costas se encontraba otro bandido de la misma calaña que los anteriores,
Escirón. Éste tenía la manía de detener a los viajeros
y hacerlos que le lavaran los pies en el mar. Pero cuando lo estaban haciendo,
éste les propinaba una patada que los enviaba al mar, donde estaba una
enorme tortuga entrenada por él, que los devoraba o al menos los dejaba
heridos.
Cuando pasó Teseo, se negó a lavarle los pies y en cambio le ensartó
una patada que lo arrojó al mar, donde se ahogó.
Cerción
En Arcadia llegó a la casa de Cerción, quien para variar tenía
la costumbre de retar a los viajeros a lucha. Cuando los tomaba con sus brazos,
los retorcía hasta matarlos.
Pero Teseo no era cualquier viajero, y tomando a Cerción por las rodillas
le dio un azotón en el suelo, de tal forma que hasta la diosa Démeter
que presenciaba la pelea se moría de la risa.
El tal Cerción quedó muerto, y Teseo demostró así
su habilidad y maña en los combates.
Procrustes
Más tarde se encontró a otro tipo de nombre Damastes o Polipemón,
más conocido como Procrustes (el Estirador). Otro más que aprovechaba
cualquier oportunidad para tomarla en contra de los pobres viajeros. Éste
tenía una cama extraña, que más bien era una aparato de
tormento, con un mecanismo que se estiraba o se aflojaba según la persona
que se acostaba en ella.
Otra versión es que tenía dos camas, una muy corta y otra muy
larga. A los viajeros que eran altos, los ponía en la cama corta de tal
forma que se les salían los pies, y el anfitrión lo solucionaba
cortándoselos. Si eran cortos, los ponía en la cama larga, y para
que cupieran, les estiraba las extremidades hasta descoyuntarlos, o plegaba
la cama hasta aplastarlos.
Teseo llegó y aceptó su alojamiento. Invitó a Procrustes
a quedarse a entretenerse un momento con él, y cuando el otro no se lo
esperaba, saltó, movió el mecanismo de la cama y lo aplastó.
Otra anécdota que se cuenta de Teseo, al que no se le podía andar
con cuentos, es que cuando llegó a Atenas después de haber sido
purificado por las muertes que había provocado, pasó por el templo
de Apolo, vestido con una túnica que le llegaba a los pies, y muy bien
peinado.
Los albañiles del templo lo confundieron con una mujer y le lanzaron
piropos. Teseo no dijo nada, pero desató a los bueyes del carro de los
albañiles, y arrojó uno de ellos tan alto, que cayó en
el techo del templo.
El engaño de Medea
Al llegar, se enteró que Egeo había cumplido su promesa, se había
casado con Medea y la tenía en su palacio.
La sacerdotisa supo enseguida quién era Teseo, y para evitar que el joven
interfiriera con sus planes, dijo a Egeo que era un espía que venía
sólo a matarlo. Preparó una poción con veneno y vino, y
se la dio a Egeo para que se la ofreciera al extraño.
El rey iba a hacerlo, cuando observó la espada que Teseo llevaba, la
que reconoció inmediatamente. Se volvió para observarle el rostro
y supo que era el hijo de Etra, lo abrazó emocionado, con lo que se derramó
la bebida, y lo que cayó le causó la muerte instantánea
a un perro. Egeo lo presentó a Teseo ante todos como su hijo.
Éste se quiso vengar de Medea, pero cuando ella vio sus intenciones descubiertas,
huyó y no regresó nunca más.
Androgeo, hijo del rey Minos de Creta, había muerto en una guerra contra
los atenienses. Después de dominar Atenas y como pena por la muerte de
su hijo, éste les exigía cada año un tributo de siete jóvenes
y siete doncellas para ser sacrificados al Minotauro, bestia con cabeza de toro
y cuerpo de hombre. Para mantener al monstruo, había mandado construir
un Laberinto, que fue creado por Dédalo. En dicho Laberinto se dejaba
a los jóvenes para su sacrificio.
Se dice que cuando llegó Minos a Atenas a pedir las víctimas,
vio entre la multitud a Teseo y le dijo que si él podía domar
al Minotauro, dejaría de exigir el tributo.
Teseo se comprometió a hacer que dejaran de sufrir tantas familias por
la pérdida de sus jóvenes hijos. Prometió regresar vencedor,
cambiando las velas negras del barco que llevaba a las víctimas por blancas.
Ofreció un sacrificio a Afrodita, para que lo ayudara. Salió hacia
Creta y se presentó ante Minos, quien estaba en la playa esperando el
barco de los jóvenes.
Cuando Minos vio a una de las doncellas, quiso tomarla y Teseo lo impidió.
Le dijo que él era hijo de Poseidón y que respetara a las doncellas.
Minos le dijo que probara que era hijo del dios, y arrojó su anillo al
mar.
Teseo se lanzó al mar, escoltado por delfines. Lo llevaron al palacio
de las Nereidas, quienes se esparcieron para ayudarle a buscar el anillo.
Teseo salió del mar con una corona de oro en la cabeza y el anillo de
Minos en el dedo.
El hilo de Ariadna
Ariadna, hija de Minos, se enamoró locamente de Teseo. Le dijo que le
ayudaría en todo, con la condición de que la llevara a Atenas
a ser su esposa. Teseo aceptó y juró cumplir la promesa.
Dédalo le proporcionó a Ariadna una gran madeja de hilo.
La joven se quedó en la entrada del Laberinto, soltando la madeja mientras
que Teseo llevaba la otra punta y la iba jalando conforme avanzaba. Con ésto,
el héroe podría encontrar el camino de regreso y salir sin problemas.
Teseo mató al Minotauro con su espada y regresó hasta donde estaba
Ariadna. Se embarcaron en la nave que los llevaría a Atenas junto con
los catorce jóvenes. Pero al hacer un descanso en la isla de Naxos, dejó
a Ariadna abandonada mientras dormía. En el camino Teseo soñó
que Dionisio le pedía a Ariadna, y él se negaba. Cuando despertó
y vio que la nave iba llegando a sud estino, se dio cuenta con horror que Dionisio
le había hecho una especie de hechizo para olvidar a Ariadna.
Dionisio fue por ella y la hizo su esposa.
Mientras, a Teseo también se le olvidó izar las velas blancas,
y cuando Egeo vio que se acercaba el barco con velas negras, pensó que
éste había muerto en la lucha contra el Minotauro y se arrojó
al mar, que desde entonces lleva el nombre de Mar Egeo.
Como gobernante de Atenas, edificó grandes construcciones y fue el primero
en acuñar monedas.
Tiempo después, visitó el Hades, en un intento de pedir a Perséfone
para novia de su amigo Piritoo. Cuando llegó, Hades lo invitó
a sentarse. Tan pronto lo hizo, lo rodearon varias serpientes, las Furias, y
el Can Cerbero, quienes lo atormentaron por casi cuatro años, hasta que
Heracles lo liberó. Se dice que el héroe murió años
más tarde a manos de Licomedes. Sus restos fueron inhumados en Atenas
y fue adorado como un semidios.