Hans
Georg Gadamer: el mundo y el lenguaje
[...] Su verdadero significado para el problema de la hermenéutica
se encuentra en otro lugar: en su descubrimiento de la acepción
de lenguaje como acepción del mundo. Humboldt reconoció
la esencia del lenguaje en la realización viva del hablar, en la
enérgeia lingüística, rompiendo así con el dogmatismo
de los gramáticos. Partiendo del concepto de la fuerza que guía
todo su pensamiento sobre el lenguaje, pone orden también de un
modo especial en la cuestión del origen del lenguaje, lastrada
hasta entonces sobre todo por planteamientos teológicos. Humboldt
muestra hasta qué punto esta manera de plantear las cosas es incorrecta,
pues entraña la construcción de un mundo humano sin lenguaje,
cuya elevación a la lingüisticidad habría tenido lugar
en algún momento y de alguna manera. Frente a esta clase de construcciones
él subraya con razón que el lenguaje es humano desde su
comienzo. Esta constatación no sólo modifica el sentido
de la cuestión del origen del lenguaje sino que es también
la base de una antropología de muy largo alcance.
El lenguaje no es sólo una de las dotaciones de que está
pertrechado el hombre tal como está en el mundo, sino que en él
se basa y se representa el que los hombres simplemente tengan mundo. Para
el hombre el mundo está ahí como mundo en una forma bajo
la cual no tiene existencia para ningún otro ser vivo puesto en
él. Y esta existencia del mundo está constituida lingüísticamente.
Este es el verdadero meollo de una frase expresada por Humboldt con otra
intención, la de que las lenguas son acepciones del mundo. Con
esto, Humboldt quiere decir que el lenguaje afirma frente al individuo
perteneciente a una comunidad lingüística una especie de existencia
autónoma, y que introduce al individuo, cuando éste crece
en ella, en una determinada relación con el mundo y en un determinado
comportamiento hacia él. Pero más importante aún
es lo que subyace a este aserto: que el lenguaje no afirma a su vez una
existencia autónoma frente al mundo que habla a través de
él. No sólo el mundo es mundo en cuanto que accede al lenguaje:
el lenguaje sólo tiene su verdadera existencia en el hecho de que
en él se representa el mundo. La humanidad originaria del lenguaje
significa, pues, al mismo tiempo la lingüisticidad originaria del
estar-en-el-mundo del hombre. Tendremos que perseguir un poco más
la relación de lenguaje y mundo si queremos ganar un horizonte
adecuado para la lingüisticidad de la experiencia hermenéutica.
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Verdad y método, Sígueme, Salamanca 1977, p.531.
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