El
Llanto Sometido de los Espejos
La
sonrisa de mi madre temblando en las esquinas
tosiendo el líquido amarillo
jugábamos con un revólver
aparecían mariposas desde mi vestido
nos enceguecíamos con el reflejo del sol
todo se iba quemando de a poco
las hojas, los insectos que caían en manos de niños
con espejos
los ojos de mi padre se iban quemando
los habitaban cucarachas negras
el líquido amarillo que mi madre tosía
mi madre también era un bicho
temía a los espejos y a veces amanecía cubierta
hablaba a niños con espejos
la rodeaban y amanecía cubierta
aparecía en los espejos
con las manos ocupadas en las mariposas
ella derramaba la leche porque estaba amarilla
bebía agua salada y se iba secando de a poco
como las hojas o los insectos de niños con espejos
se iba secando
sobre la leche derramada
con los pechos salados
cucarachas en los pechos
negra la orina de mi madre
se quejaba al orinar
tosía el líquido amarillo, le dolía al orinar
mi madre amanecía cubierta de bichos
tenía espuma en la boca
y hablaba el lenguaje de los ciegos.
Elena
El
ladrido rebota en la memoria
perros de lana que hacía la abuela escuchando AM.
Fumaba un cigarrillo igual de flaco que ella
esperaba tejer el próximo y coleccionarlo
como quien reúne el tiempo
dejando escurrir las aguas.
El
Ojo del Padre
Soy
el ojo del padre que pasea ciego, vigilante de mi mismo. Tengo el
corazón arqueado, agujas en el pecho, la rabia de los metales
y una silueta de araña que teje sentencias a mis espaldas.
Soy
el ojo del padre, tengo la mirada sujeta a la luz que define las cosas,
a la ira de un dios que duerme a mi lado: silbido del desierto, llanto
que envuelve los límites. El grito de la jauría en noche
de caza, el nombre del músculo que sangra por la mirada.
La Luz de los Espejos
Como
salas de espera, habitaciones desiertas o urinarios de noche. El clamor
de las hojas en invierno, la mente dormida de los ríos, estrellas
negras en un cielo blanco.
Como
tijeras oxidadas, butacas esperando, lámparas que iluminan
el fondo del mar. Furias, cercos de púa, enormes animales alados,
tuercas. Ranas después de la lluvia.
Como
excremento, catástrofe, adoquines, números solitarios
o calles ciegas. Templos en la selva, árboles que crecen de
los muertos, sentencias dictadas por jueces imaginarios.
Como
las tardes en los asilos, las fuentes vacías de las plazas
o números sordos que se multiplican y multiplican.
La
luz de los espejos se reproduce en los espejos.
El Crimen de la Luz
Hay
cuerpos en la laguna, helicópteros, hélices que cortan
el viento como el dolor corta la respiración de mi madre. Es
tarde y hace frío. Hay botes volcados en el agua, un viento
siniestro que viene a destruirlo todo. Es tarde y hace frío.
Nadie ha visto los zapatos de la niña. La niña baila
ahora en otro lugar. Es de noche y la búsqueda no ha dado resultados.
Sólo luces que alumbran fragmentos de la laguna, columnas que
se alzan por sobre las aguas, columnas de luz que construyen el cementerio
de las noches. Ese día, la luz que anunció tu muerte,
fue una piedra oscura y pesada que cayó sobre nosotros.
"Hoy
no iremos al mar
porque el mar es la memoria
de algo sagrado que no podemos descifrar
y que nos golpea".
Reinaldo
Arenas
Otra
vez el mar. El mar y sus penínsulas. La diadema que brilla
en el fondo del mar tiene forma de isla. La diadema que cayó
náufraga como nosotros es el registro macabro de la tragedia.
Hay cosas inexploradas en el fondo del mar. Cuerpos que pasean en
sacos por las profundidades. Un andar constante y sonoro, delicadamente
fúnebre que llega a las orillas. Hay un tiempo tras las rocas
que golpea en lo profundo, la espuma de la rabia.
Éste es el abismo celeste que nos separa de la vida. Éste
el tiempo que se escucha y descubre a un primo muerto en las copas
de los árboles. Éste el lugar que dibuja tu ausencia:
una inmensidad celeste que apunta detrás de los ojos. Es húmedo
y tiene la rabia de los muertos. Es el lugar de los náufragos,
hombres abandonados que pasean con una gata al hombro y una cama de
acero esperando la muerte. Hay en el mar una conversación abierta,
un país secreto con forma de isla que erosiona, en silencio.
Los
Nombres del Vacío
En
estas horas desoladas con perros gimiendo en el cuello de la noche,
con perros que pasean entre la basura por el cuello de la noche, hay
un ladrido que hace recordar, un ladrido que pasea solo por las estaciones
y atraviesa los años como las cinematecas que huelen a orina.
Ya no quedan vacíos sin nombrar, es lo que busca el perro de
la noche. Éste es un conejo. Éste un gallo que camina
ciego, que se asoma al pozo. Éste es un perro que pasea por
la noche. Un perro en calles solitarias. Éste es el nombre
del perro. El perro está en el cuello de la noche y dilata
los ojos al mirar al pozo. El pozo está vacío y todos
los vacíos están llenos de luna. El perro gime en el
cuello de la noche con un ladrido mudo, una palabra que no reconoce
oración ni dios.