Madre,
yo al oro me humillo...
Y nos quedamos
parcos y alejados mirándonos las manos dadas vueltas sobre la
mesa / como sumergidas levemente en el barro del estanque o una boca
enterrada hasta el paladar:
Aproximadamente
mañana secarán los frutos los mosquitos; comienzan a sobrevolar
haciendo gestos con los dibujos de su trayectoria, más hambrientos,
más sucios conforme más pequeños y sus alas casi
no se ven.
El dinero nos cagó (se apaga entre las gangrenas del maíz,
hace rastros en el cielo raso que lo cubre), nos cavó un
orificio fecal entre los hombros / ahí colocamos, intercambiándolos,
nuestros ojos: los tuyos suben aleteando por mi traquea; los míos
señalan hacia adentro los restos, un tenedor recoge las migajas,
las tintas remojadas de los envases con la saliva. En las redes de la
casa los árboles se deshojan como remolinos.
*
La voca será el hogar de los hombres santos, iguálalo
en tu color no en la tarima del mercado, no en la feria de los preceptores
para los notables de la hora. La voca será quebrada pero será
la reina de su terciopelo de su arrastre con la caballería de
los garzones tomándole el pico, con sus cabezas indiferentes
amarilleando el horizonte. No, yo estoy tras la vida contra la ciudad
del lago, tú sabes que vinieron a fundar la ciudad y les di con
la puerta porque hay un muro y es mi horizonte cambiando de postura
y pobreza. Tú sabes como miente, ciudad, que será la única
y una tregua larga de abundancia. No a nacer sino en la calzada oscura,
de lo liviano que hurta a la guerra un papel gastado con que cubrirse
el calor en su pecho. La voca será el reino la alabanza la disolución
de los cuerpos pequeños fluidos materiales navegarán el
mismo surco en un mismo golpe largo, Ave ciudad.
*
ACORDE
al tiempo que huyeron los ángulos
I
La suma de
las piedras del patio, sus lados recién heridos despiertos y
sesgan por el temporal. Adentro o cuando en toda mi sien se recuesten
sus puntas y sea tarde con sol; levante el vaho de una sombra ladeando
las casas del cerro, el almizcle óxido de maderas que sostienen
los techos, escuche una sustancia azul -como que su nombre vuela de
mi voca- entre los muros un cordón hilando, a mi boca la cercena.
II
Viniera a nacer
a esta orilla, cruzando la luminaria, los comedores, las vidrieras quietas,
llegara, como en un cuadro de colores fríos-la calidez rodeada
de sombras renacentistas- la expectación: hasta este vértice
un animal de polvo con sus crestas, tras de una puerta entornada o calle
abajo con mis uñas donde durmió hace un par horas desentendido
y sin querer, un rostro llamaente en los portales, caminaba de lado
y salió corriendo un codo contra la costilla, un codo quijaba
la boca más alta de animal. Viniera antes por lo visto: apagándose,
cambiando de postura, amoldándose, llegara a entender el pasillo
entre dos gordos felices que le cierran el paso y veía un poco
las manos con una poza sucia adentro: es de una madera de astillas rojas
celofán y colgado de paredes.
III
Que responde
a la presión o su telar recive los restos. A los autos los siento
doblar la esquina en que no estoy; la figura simplificada al triángulo,
los brotes sesgados por donde pasa el animal, de ida y vuelta recorre
un cilindro y a corazonado el instante de consumirse más quieta
y oblicua y resumada: tiene un dígito con la impresión
de lo firmante y extendido que mi cuello abre un plazo, la quijada arrastra
al cinto
JUAN
I
La hierba crece
en el lugar de la tierra batida; hubo que abrir con fierros el centeno,
la dolonía los que avanzaban a tientas y muertos avanzamos. La
hierba brilla dando la espalda
II
Está
del otro lado el sol, las quistes de mi pie convulso y sonriente estas
laderas; y es siempre la caída de la prenda más de un
extremo, con la palabra bronce en su costado / celebracional
III
Escucho una
sierra contra unos fierros / un avión cruza el aire que delira
*
Consiste en no calzar los votos
no tener monedas en los bolsillos
hiciste la
partida
ahora no queda más que acostarme a tu lado
la senda de una ley
orompelo
la palabra luciérnaga la desgasta
alguien acostado
yo a baja altura, la noche más fría que fresca
y todo más duro
a nuestros pies la grasa de un funeral
balancea
mi espalda lleva tu cuerpo
ladra, ladra
qué mierda pasa en el cerro
(un perro escarpó la pendiente
y ahora se queda sin piel)
se rompió
el calor
la noche está alerta
tu cabeza es
una luna rojiza
el peinado sale por las puntas
O
La siembra
semblante
ha carroña