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g
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O
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v
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r
r
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La luz derramada bajo la sombra de los árboles
Pertenece a la imagen del cuerpo delictivo
Yo soy quien comete el hurto
Sé de cosas que no deseo considerar

Rápido pierdo el centro líquido de la razón
No distingo el cuerpo de las imágenes soñadas
De los peces del sueño en que me ahogo

Bajo árboles perseguidos por la tierra
Oculto un rostro de líneas complejas
Sobre piedras mojadas por la lluvia y libros
Que esperan largos gusanos lentos

En largas noches con espigas blancas
Bajo los puentes que reúnen pirómanos
Con la frente baja entre las resinas
Siento esta sangre latir contra mi cuello

 

 

 

JT


Las ventanas inevitables de esta casa en que vivo se empañan con la respiración de los que me visitan, yo los muerdo a todos. Horas semejantes a las horas de mi vida giran alrededor. Todo es falso aquí. Proyecto engaños para alimentar a los perros del barrio. Ese tipo de ideas son las que maduran en las tardes demasiado quietas. Con mis amigos recordamos fantasmas, nos compadecemos y vaciamos anchos vasos. Bebemos por la memoria y su vínculo con el aroma de las habitaciones y las pieles. Yo creo que estamos unidos de algún modo. No deseo estar solo en el callejón de la vieja linterna. Es el único lugar donde la oscuridad me engaña. Me aferro a cuentas de vidrio griegas, un gato negro de plástico y una caja de fósforos. Mi memoria solo admite palomas muertas y los orines del hombre que duerme en el portal de mi casa. Esta casa es semejante en todo a la mía. Estas paredes son un resguardo contra la violencia pero no me guardan de la humedad, de lo que reconozco en los ojos de quienes me rodean. La oscuridad no miente en el callejón de la vieja linterna, se pasea con puñales y ojos de gato.

 

 

K


Ser infeliz se ha vuelto insoportable, siempre al atardecer, me deslizo alucinado por las calles iluminadas o sobre la alfombra como sobre una pista. En lo hondo de la habitación, enmarcados, descubro nuevos objetos. Doy gritos y no recibo respuesta. No hay contrapeso para la pared enmudecida. La brisa entra rápido por la puerta abierta, los caballos se levantan en el pavimento.

Un fantasma de niña apareció en el pasillo, donde no alumbra la lámpara, en puntas de pie sobre una tabla, levemente encandilada por la penumbra, quiso ocultar su rostro entre las manos, pero se calmó al mirar hacia la ventana. El vaho de la calle se inmovilizó bajo la oscuridad. El codo apoyado en la pared de la pieza, erguida ante la puerta abierta, dejaba que una corriente de aire se moviese por las articulaciones de sus pies y su cuello. Miré en esa dirección y tomé mi chaqueta porque prefería no estar allí. Mantuve la boca abierta para que la excitación me abandonase por la garganta. Tenía la saliva pesada; me temblaban las pestañas. Me hacía falta esta visita. La niña estaba todavía parada en el mismo lugar; rozaba su mano derecha contra la pared, y no le molestaba que esta fuese áspera y raspase sus nudillos.

 

 

BLAUE REITER


"Nothing is listening"

Adrienne Rich

Observo las ancas del caballo con más amor que el jinete
Ahora sé que el espíritu no necesita un cuerpo
Que el amor no puede morir de un tiro en la sien
Yo no soy este que camina con las botas hundidas en el barro
Llevo tres vidas comprendiendo la sombra de un potrillo
Una vida de crecimiento involuntario en lucha por una mujer
Una vida de armas ilusorias en busca de mi centro
Una vida de libros cartas y experiencia

Aun no comienza la primavera
Y el medio día adivina una tarde soleada

 

 

 

EL CASO OBLICUO

II

Estoy tan cerca del mar que no puedo verlo
Y todo se articula en esta mudanza de la carne
Este fijar formas y límites
No sé donde el pecho guarda su sitio
Seguro lejos de aquí y el reino de agua
Más allá de las algalias y los rostros aparecidos
En todos sitios mi apariencia puede acodarse
Y saludar compradores de tabaco
Dormir solo o con el animal de huesos rojos
Abusar de la simetría de pequeñas celdas de carne
Por siete años buscar el ojo al gato
Encontrar nada y seguir creyendo
Y pensar en un cuchillo sin mango ni filo
Bajo una luz de neón en el barrio de los matarifes
Yo creo en el ruido de tacos que pasa fuera de mi ventana
Yo creo en la respiración de los que se buscan en la calle
Y se preguntan lo obvio y luego entran por sus bocas
Y todo es agravado por perros a los que arrojamos el corazón
Ellos son el motivo del hambre que se repite

 

 

 

UN PROGRAMA HÍPICO Y 1/2


Salas en las entrañas del liceo republicano
Repetido vaciamiento de córneas mal entendidas
Parto yo a verte con un cuaderno lleno de palotes
El uniforme definitivamente quemado por mí
Un conejo parsimonioso que se busca en tu olor
En la risible velada de copas que no comprenden
Lo revelado por estos orificios en otras lenguas
Que colgados de la garúa iremos al colegio secos
Bajo el rumor de los devocionarios cerrados a ti
Calle abajo sin ventanas hasta la casa en llamas
En que la juventud de la madre aprovecha al hijo
Llegado al pupitre que se baña en un salmo repetido
Traigo ojos leales a esa efigie dejada por el verano
Que eres tú saturada de membranas y ligamentos
Sentada en la terraza para franquear la herida
Piensas roer la bifurcación la manzana el azogue
Donde concurren el campo y la ciudad entendida
Como mecanismos de realidad fraccionada
Salones de clases y camas abiertas a las profesoras