E
r
n
e
s
t
o

G
o
n
z
á
l
e
z

 

(fuki nagashi)


Sé lo que es el arte del bonsái

al observarme

ningún pretexto para exceder el espacio
y erguirme sobre la pedrada.

Visto el transito lento y los cuidados mínimos
que exige el canon,
el reto que acontece y persiste en el estilo
“barrido por el viento”;
toda ley irregular de mis días y la lección de dominio
que traza la poda;

escueta porfía que sobrevive
vigilada
en la yema del ápice.

Nada más lejos de mi
que la adoración.
Por eso el declive o sesgo de potestad
a favor del primer golpe
que da el azote
de la borrasca.

*

 

Retrocediendo de la biblioteca al escritorio
el Jabalí del monte
antes de ser cogido entre el perro
y el lobo
cierra la novela y remacha:
“mis libros y yo en la misma pieza
como pepinillos en vinagre”

*

 


El loro del Muladar

Este loro
no se posa en tu hombro y no canta.
Se queda al borde del alféizar
observando el muladar.

Los restos terribles y comunes
de la bestia que comienza soñando
y termina en angustia.
El pobre que sueña demasiado
para tenerlo todo.
El jodido cernícalo que traga el cebo
y es caza.

Este loro alazán
Si ha de calcar el modo áspero e hilar
duro al borde del alféizar
morderá el pistacho, volcará
el agua de su alberca,
aporreará contra los aparejos
afines al ejercicio.

Puesto que su chillido ha de ser reparo y no adorno.
El desolador eco de su paisaje.

*

 

Fui el lazarillo de este ciego arte; albacea de una tosca arpillera
que a trazos de escofina devela un dulce morir soñándote
calcinado en versos que codicié cifrar, herí de ardor.
Pelusillas que ame mal y acopié de puño y letra en flaco tomo;
virutas de luz que el viento dispersa a los riñones.

De “higiene”