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La ventana al Universo que se nos
abre cada noche, está limitada por nuestro propio planeta. La forma esférica de
la Tierra hace imposible contemplar todo el cielo que la rodea desde un mismo
lugar. Es así como desde Chile no podemos ver los astros que rodean el Polo
Norte Celeste, como la celebre estrella Polaris, que guió a Cristóbal Colón
en su viaje al Nuevo Mundo. Para verla, debemos viajar al hemisferio norte.
Del mismo modo, el planeta impide a los habitantes de Europa y de gran parte
de Norte América, la visión de la Cruz del Sur y de los astros que rodean el
Polo Sur Celeste. Los astrónomos se encuentran así
con un grave problema, no importa donde ubiquen sus telescopios, siempre
verán sólo una parte del cielo y si desean estudiar el resto, deben viajar al
otro hemisferio a completar sus observaciones. Importantes objetos astronómicos, tales
como el Centro de nuestra Galaxia; los sectores más poblados de la Vía
Láctea, como el Brazo de Carina; y dos galaxias vecinas, las Nubes de
Magallanes, Grande y Pequeña, se ubican en el hemisferio sur del cielo, por
lo que los astrónomos de América del Norte y Europa han debido desplazarse a
este hemisferio para estudiarlos. El primer astrónomo científico que llegó a Chile, fue el
estadounidense James M. Gilliss, que en 1847 instaló un observatorio en el
Cerro Santa Lucía, de Santiago. Los equipos que esta expedición dejó atrás,
formaron la base del que sería nuestro Observatorio Nacional, dependiente de
la Universidad de Chile. |
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