El
trabajo es un factor muy influyente en la autoestima, el nivel de
satisfacción y la percepción de capacidad de los adultos
jóvenes e intermedios: gran parte del esfuerzo de los primeros
está centrado en alcanzar las metas laborales, y la vocación
puede suele ser una fuente central de cambio o reafirmación
del estilo de vida en los segundos, cuando atraviesan por la transición
de los cuarenta años.
El
dejar el trabajo es una decisión crucial cuando las personas
se acercan a la vejez pues implica cambiar de status. A menudo,
lleva al sujeto a afrontar el deterioro de su situación económica,
cambios en su estado emocional, en las relaciones con familiares,
amigos y con la sociedad en general, ya que debe asumir un nuevo
rol; pero ante todo, determina una transformación en las
actividades de la persona.
En
Chile, la edad estipulada para la jubilación es de 65 años
para los hombres y 60 para las mujeres, pero son muchos otros los
factores que pueden llevar a una persona a jubilar: El estado de
salud puede ser un determinante importante, y muchos sujetos se
ven obligados a dejar sus trabajos porque ya no tienen las capacidades
físicas para ejecutarlo fruto del envejecimiento primario
o secundario- o porque padecen enfermedades que les impiden seguir
desempeñando su labor. También influyen las presiones
sociales que instan a los individuos a dejar sus cargos a los más
jóvenes y la disponibilidad de empleo, que cobra relevancia
cuando el sujeto es despedido en una edad avanzada. En este último
caso, si no es capaz de encontrar otro trabajo, el sujeto debe adelantar
su jubilación para que al disponer de la pensión pueda
sobrevivir. Sin embargo, y afortunadamente, no todos se ven "obligados"
a jubilar: algunos sujetos con buena salud y sin problemas económicos
pueden optar por retirarse pues tienen una actitud positiva ante
la jubilación y la ven como una instancia para llevar a cabo
nuevas actividades, disfrutar de la vida y descansar.
Antes
de jubilar, las personas pasan por un periodo de separación
emocional del trabajo, donde el sujeto piensa en el retiro y fantasea
con él (prejubilación). Una vez fuera del trabajo
intenta hacer realidad sus fantasías, generalmente durante
los primeros meses o años. Este periodo puede tomar la forma
de una vacación prolongada, por lo que se conoce como luna
de miel, pero siempre llega a su fin. En ocasiones el sujeto puede
darse cuenta que sus fantasías no eran realistas, que no
reportan toda la satisfacción que esperaba recibir de ellas
o que el hecho de cumplirlas se vuelve aburrido; llega entonces
a la etapa del desencanto, en la que puede sentirse vacío,
e incluso, sufrir una depresión. En este caso, debe reorientar
sus planes y buscar alternativas de proyectos más realistas
con niveles moderados de satisfacción. Si la reorientación
es exitosa, el sujeto entrará en un periodo de estabilidad;
aunque es posible que las personas que se propusieron metas realistas
desde el principio, hayan pasado directamente desde la luna de miel
a esta etapa, saltándose el desencanto. En este periodo la
persona entabla una nueva rutina, predecible y satisfactoria, y
logra adaptarse al papel de jubilado de forma adecuada, lo que le
permite disfrutar su nueva forma de vida. Una sexta etapa, la de
finalización, ocurre cuando el sujeto deja su rol de jubilado
cuando debe volver al trabajo por falta de dinero u otras razones,
o cuando enferma o se vuelve físicamente incapaz y comienza
a depender de su familia o de una institución.
Como
ya se mencionó, el retiro es uno de los cambios de status
más significativos de la vejez: el sujeto debe afrontar la
pérdida del principal eje estructurador de la rutina diaria
y de uno de los más importantes determinantes del grupo social
al que pertenece y de las funciones que cumple en la sociedad; esto,
sumado a una eventual pérdida de ingresos, de identidad profesional
y de compañeros laborales, y al desajuste entre las fantasías
de la jubilación y lo real, puede convertir la jubilación
en un proceso muy estresante.
La
jubilación es aún más difícil cuando
la persona cree que al salir del trabajo lo ha perdido todo: esto
ocurre principalmente cuando no saben valorar el ocio y lo consideran
carente de significado o superfluo. En los casos de las personas
que basaban su autoestima y sus sentimientos de capacidad y valía
en el trabajo, el retiro les significa alejarse de su principal
fuente de apoyo emocional y de identidad. La satisfacción
vital tiende a disminuir, ya que pueden sentir que han sido despojados
de sus vidas o que han abandonado el único estilo de vivirla
de manera realmente importante, valiosa y productiva. En el caso
de las mujeres, el recibir salarios menores al de los hombres les
brinda menor seguridad financiera al momento de la jubilación.
Además, su nivel de satisfacción ante el retiro puede
disminuir si se debe a la necesidad de cumplir con una nueva función
como servir de enfermera al cónyuge. La actitud negativa
hacia la jubilación puede empeorar las cosas, y llevar al
sujeto a sufrir trastornos mentales depresivos o obsesivos-compulsivos,
sobre todo en quienes se retiraron antes o después de tiempo.
Considerar
la jubilación como un elemento nuevo en la vida que permite
nuevas manifestaciones de la persona y experiencias diferentes,
ayuda a tener sentimientos más positivos hacia ésta.
Para
lograr enfrentar de manera efectiva la jubilación, Thompson
postula que los sujetos deben prepararse con antelación.
Esta preparación consiste en tres acciones concretas: desacelerar
el ritmo de trabajo, delegando responsabilidades, para así
evitar un descenso súbito de actividad cuando se llegue al
retiro; planificar el retiro, estableciendo planes y objetivos específicos
para la vida de jubilado, iniciando fondos de ahorro para una mejor
calidad de vida en la vejez, eligiendo una vivienda adecuada para
los sujetos que se jubilarán (entendiendo que ya no serán
físicamente tan resistentes, fuertes y capaces como lo eran
al iniciar su vida laboral), y seleccionando actividades para la
nueva vida que se llevará; finalmente, un tercer paso, es
el enfrentar la vida en retiro, encarando las preocupaciones acerca
de dejar de trabajar y reflexionando sobre que se hará después.
Es importante que el sujeto siga planteándose metas, para
no caer en la sensación de que se ha llegado al "final"
de la vida.
Los
aspectos de Thompson pueden ser ampliados: Primero, si bien la caída
brusca de actividad puede ser amortiguada por la desaceleración,
también puede ser compensada. En este sentido las soluciones
creativas son primordiales: un jubilado puede continuar trabajando
medio tiempo o con menores exigencias físicas, pudiendo entrenar
a sujetos nuevos y menos expertos en el área en la que se
desempeñaba o dedicarse a actividades totalmente distintas
a las de su ocupación laboral original, como el cuidado de
discapacitados o la participación en instituciones benéficas.
La planificación, que en lo ideal debería iniciarse
en la adultez intermedia, abarca las áreas económica,
estructural y conyugal de la vida del individuo y puede verse influida
por el grado de control que tuvo el sujeto en la decisión
de jubilar. El ajuste y la satisfacción vital de las personas
retiradas pueden disminuir si sienten que se vieron empujados a
dejar sus ocupaciones, cualquiera sea la razón.
Al
momento de enfrentar la jubilación, lo esencial es aprender
a utilizar bien el tiempo libre, repartir el tiempo en actividades
que se disfruten y mantener un estilo de vida activo, lo que ayuda
a la sensación de bienestar y satisfacción. Las personas
que durante su vida fueron capaces de repartir su tiempo entre el
trabajo y el ocio tienen menos problemas para ajustarse que aquellos
que despreciaban el descanso. Las redes de apoyo social también
son importantes para la satisfacción de las personas mayores,
ya que los ayudan a redefinir su rol. Además, en esta etapa
los sujetos buscan estrechar los lazos y establecer nuevas amistades
y relaciones gratificantes, por lo que el sentirse incluidos en
grupos de personas los ayuda a satisfacer las necesidades propias
de su edad.
El
considerar la jubilación como una experiencia nueva que implica
dar un nuevo sentido a la vida, y no como una separación,
permite obtener mayor satisfacción de ella. Ya que el trabajo
es un contribuyente importante para la formación de la identidad
de las personas, la jubilación implica replantear el concepto
de sí mismo, y descubrir y desarrollar nuevas facetas. Este
punto es mejor explicado por Peck, quien considera que uno de los
tres ajustes psicológicos necesarios en la adultez mayor
es el logro de una autodefinición más amplia, por
sobre la preocupación por los roles del trabajo: las personas
jubiladas necesitan verse a sí mismas como seres humanos
más que como trabajadores, requieren explorarse y encontrar
otros intereses que den dirección y sentido a la vida. Así,
las personas tienen mayor probabilidad de permanecer vitales si
pueden estar orgullosos de sus atributos personales más allá
del trabajo. Si logran entender que tienen mucho más que
entregar a la sociedad fuera de sus tareas laborales, podrán
seguir siendo productivas y útiles, tanto en su percepción
como en la realidad.
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