LA JUBILACIÓN

Cristhian Pérez V.(2001)

El trabajo es un factor muy influyente en la autoestima, el nivel de satisfacción y la percepción de capacidad de los adultos jóvenes e intermedios: gran parte del esfuerzo de los primeros está centrado en alcanzar las metas laborales, y la vocación puede suele ser una fuente central de cambio o reafirmación del estilo de vida en los segundos, cuando atraviesan por la transición de los cuarenta años.

El dejar el trabajo es una decisión crucial cuando las personas se acercan a la vejez pues implica cambiar de status. A menudo, lleva al sujeto a afrontar el deterioro de su situación económica, cambios en su estado emocional, en las relaciones con familiares, amigos y con la sociedad en general, ya que debe asumir un nuevo rol; pero ante todo, determina una transformación en las actividades de la persona.

En Chile, la edad estipulada para la jubilación es de 65 años para los hombres y 60 para las mujeres, pero son muchos otros los factores que pueden llevar a una persona a jubilar: El estado de salud puede ser un determinante importante, y muchos sujetos se ven obligados a dejar sus trabajos porque ya no tienen las capacidades físicas para ejecutarlo –fruto del envejecimiento primario o secundario- o porque padecen enfermedades que les impiden seguir desempeñando su labor. También influyen las presiones sociales que instan a los individuos a dejar sus cargos a los más jóvenes y la disponibilidad de empleo, que cobra relevancia cuando el sujeto es despedido en una edad avanzada. En este último caso, si no es capaz de encontrar otro trabajo, el sujeto debe adelantar su jubilación para que al disponer de la pensión pueda sobrevivir. Sin embargo, y afortunadamente, no todos se ven "obligados" a jubilar: algunos sujetos con buena salud y sin problemas económicos pueden optar por retirarse pues tienen una actitud positiva ante la jubilación y la ven como una instancia para llevar a cabo nuevas actividades, disfrutar de la vida y descansar.

Antes de jubilar, las personas pasan por un periodo de separación emocional del trabajo, donde el sujeto piensa en el retiro y fantasea con él (prejubilación). Una vez fuera del trabajo intenta hacer realidad sus fantasías, generalmente durante los primeros meses o años. Este periodo puede tomar la forma de una vacación prolongada, por lo que se conoce como luna de miel, pero siempre llega a su fin. En ocasiones el sujeto puede darse cuenta que sus fantasías no eran realistas, que no reportan toda la satisfacción que esperaba recibir de ellas o que el hecho de cumplirlas se vuelve aburrido; llega entonces a la etapa del desencanto, en la que puede sentirse vacío, e incluso, sufrir una depresión. En este caso, debe reorientar sus planes y buscar alternativas de proyectos más realistas con niveles moderados de satisfacción. Si la reorientación es exitosa, el sujeto entrará en un periodo de estabilidad; aunque es posible que las personas que se propusieron metas realistas desde el principio, hayan pasado directamente desde la luna de miel a esta etapa, saltándose el desencanto. En este periodo la persona entabla una nueva rutina, predecible y satisfactoria, y logra adaptarse al papel de jubilado de forma adecuada, lo que le permite disfrutar su nueva forma de vida. Una sexta etapa, la de finalización, ocurre cuando el sujeto deja su rol de jubilado cuando debe volver al trabajo por falta de dinero u otras razones, o cuando enferma o se vuelve físicamente incapaz y comienza a depender de su familia o de una institución.

Como ya se mencionó, el retiro es uno de los cambios de status más significativos de la vejez: el sujeto debe afrontar la pérdida del principal eje estructurador de la rutina diaria y de uno de los más importantes determinantes del grupo social al que pertenece y de las funciones que cumple en la sociedad; esto, sumado a una eventual pérdida de ingresos, de identidad profesional y de compañeros laborales, y al desajuste entre las fantasías de la jubilación y lo real, puede convertir la jubilación en un proceso muy estresante.

La jubilación es aún más difícil cuando la persona cree que al salir del trabajo lo ha perdido todo: esto ocurre principalmente cuando no saben valorar el ocio y lo consideran carente de significado o superfluo. En los casos de las personas que basaban su autoestima y sus sentimientos de capacidad y valía en el trabajo, el retiro les significa alejarse de su principal fuente de apoyo emocional y de identidad. La satisfacción vital tiende a disminuir, ya que pueden sentir que han sido despojados de sus vidas o que han abandonado el único estilo de vivirla de manera realmente importante, valiosa y productiva. En el caso de las mujeres, el recibir salarios menores al de los hombres les brinda menor seguridad financiera al momento de la jubilación. Además, su nivel de satisfacción ante el retiro puede disminuir si se debe a la necesidad de cumplir con una nueva función como servir de enfermera al cónyuge. La actitud negativa hacia la jubilación puede empeorar las cosas, y llevar al sujeto a sufrir trastornos mentales depresivos o obsesivos-compulsivos, sobre todo en quienes se retiraron antes o después de tiempo.

Considerar la jubilación como un elemento nuevo en la vida que permite nuevas manifestaciones de la persona y experiencias diferentes, ayuda a tener sentimientos más positivos hacia ésta.

Para lograr enfrentar de manera efectiva la jubilación, Thompson postula que los sujetos deben prepararse con antelación. Esta preparación consiste en tres acciones concretas: desacelerar el ritmo de trabajo, delegando responsabilidades, para así evitar un descenso súbito de actividad cuando se llegue al retiro; planificar el retiro, estableciendo planes y objetivos específicos para la vida de jubilado, iniciando fondos de ahorro para una mejor calidad de vida en la vejez, eligiendo una vivienda adecuada para los sujetos que se jubilarán (entendiendo que ya no serán físicamente tan resistentes, fuertes y capaces como lo eran al iniciar su vida laboral), y seleccionando actividades para la nueva vida que se llevará; finalmente, un tercer paso, es el enfrentar la vida en retiro, encarando las preocupaciones acerca de dejar de trabajar y reflexionando sobre que se hará después. Es importante que el sujeto siga planteándose metas, para no caer en la sensación de que se ha llegado al "final" de la vida.

Los aspectos de Thompson pueden ser ampliados: Primero, si bien la caída brusca de actividad puede ser amortiguada por la desaceleración, también puede ser compensada. En este sentido las soluciones creativas son primordiales: un jubilado puede continuar trabajando medio tiempo o con menores exigencias físicas, pudiendo entrenar a sujetos nuevos y menos expertos en el área en la que se desempeñaba o dedicarse a actividades totalmente distintas a las de su ocupación laboral original, como el cuidado de discapacitados o la participación en instituciones benéficas. La planificación, que en lo ideal debería iniciarse en la adultez intermedia, abarca las áreas económica, estructural y conyugal de la vida del individuo y puede verse influida por el grado de control que tuvo el sujeto en la decisión de jubilar. El ajuste y la satisfacción vital de las personas retiradas pueden disminuir si sienten que se vieron empujados a dejar sus ocupaciones, cualquiera sea la razón.

Al momento de enfrentar la jubilación, lo esencial es aprender a utilizar bien el tiempo libre, repartir el tiempo en actividades que se disfruten y mantener un estilo de vida activo, lo que ayuda a la sensación de bienestar y satisfacción. Las personas que durante su vida fueron capaces de repartir su tiempo entre el trabajo y el ocio tienen menos problemas para ajustarse que aquellos que despreciaban el descanso. Las redes de apoyo social también son importantes para la satisfacción de las personas mayores, ya que los ayudan a redefinir su rol. Además, en esta etapa los sujetos buscan estrechar los lazos y establecer nuevas amistades y relaciones gratificantes, por lo que el sentirse incluidos en grupos de personas los ayuda a satisfacer las necesidades propias de su edad.

El considerar la jubilación como una experiencia nueva que implica dar un nuevo sentido a la vida, y no como una separación, permite obtener mayor satisfacción de ella. Ya que el trabajo es un contribuyente importante para la formación de la identidad de las personas, la jubilación implica replantear el concepto de sí mismo, y descubrir y desarrollar nuevas facetas. Este punto es mejor explicado por Peck, quien considera que uno de los tres ajustes psicológicos necesarios en la adultez mayor es el logro de una autodefinición más amplia, por sobre la preocupación por los roles del trabajo: las personas jubiladas necesitan verse a sí mismas como seres humanos más que como trabajadores, requieren explorarse y encontrar otros intereses que den dirección y sentido a la vida. Así, las personas tienen mayor probabilidad de permanecer vitales si pueden estar orgullosos de sus atributos personales más allá del trabajo. Si logran entender que tienen mucho más que entregar a la sociedad fuera de sus tareas laborales, podrán seguir siendo productivas y útiles, tanto en su percepción como en la realidad.