Absolutamente
Kany advierte que el
adverbio absolutamente (así como
la frase en absoluto) se usa frecuentemente
de manera elíptica en lugar de de ninguna
manera, de ningún modo, etc., es decir que el elemento negativo
no o nada,
por sobreentenderse, con frecuencia se omite. Como ejemplos para Chile cita
los siguientes:
-
¿Tienes veinte pesos que prestarme?
- Absolutamente.
- ¿Oíste lo que dijo Pedro?
- Absolutamente (Román, I, 9).
- ¿Así que mi enfermedad no es de cuidado?
- Absolutamente (Pepe Rojas y Fernández, La hoja de Parra,
pag. 6) (Apud Kany, 1969: 318).
El hecho de que absolutamente permita
omitir el adverbio de negación, hace posible considerarlo un atenuante.
Este
uso existe también en España pero es más frecuente en
América.
Añade Kany:
Semejante uso se halla en concordancia con aquella peculiaridad del español que, a través del empleo constante de la palabra no o de alguna otra palabra negativa, ha llevado a ciertas expresiones originalmente afirmativas a la adquisición de valor negativo: no lo he visto en mi vida > en mi vida lo he visto (Apud Kany, 1969: 318).
Pero es factible pensar que no fue exclusivamente el empleo constante de la palabra no o de alguna otra palabra negativa lo que ha llevado a que este adverbio se pierda, sino que haya contribuido también el hecho de la negación requiera ser atenuada. Una forma evidente de atenuar la negación es omitiendo la partícula negativa.
Como
Frecuente
sigue siendo el uso popular de como:
En el español de los últimos años estamos asistiendo
a un fenómeno que se ha censurado desde diversos ámbitos; nos
referimos al exagerado uso de como que sirve unas veces como nexo y
otras como ‘comodín’ en cualquier situación de habla.
Aludimos a usos del tipo: (1) Kim Novak es como muy bella, (2) A
mí Luis me parece como muy superficial, (3) Kashogi tiene como
mucho dinero (Manjón Cabeza Cruz, 1987: 176).
Es
evidente que, en estos ejemplos, el empleo de como produce un efecto atenuador,
ya que lo que indica el hablante es que no se responsabiliza de aplicar el
predicado en toda su intensión léxica al sujeto referido. Al
mismo tiempo vemos que el atenuante no produce necesariamente efectos de cortesía.
Concretamente, en estos ejemplos, solamente el segundo se prestaría
a expresar cortesía, lo cual, lógicamente, tiene su origen en
la mitigación del significado peyorativo del predicado superficial.
Aquí tropezamos con una condición intrínseca del funcionamiento
cortés del atenuante; la mitigación se aplica a calificaciones
negativas de la persona o del objeto referido. Esta restricción la
muestra eficazmente Leech (1983,147) con la comparación entre:
La
pintura estaba un poco sucia.
*La pintura estaba un poco limpia (Haverkate, 1994: 209 - 210).
En
algunas regiones, como en Colombia, como
se usa adverbialmente en el sentido de un poco, algo, más bien. Por
ejemplo:
-
Estoy como cansada.
- ¿Qué tal es la película?
- Es como buena, es como cansona.
- Fulano es como tan simpático (Flórez, págs.
382 - 384) (Apud
Kany,
Sintaxis: 344).
En Chile este uso de como es muy frecuente. Encontramos como + adjetivo y como que + verbo.
Como
mucho
En Chile es como mucho equivale
a es el colmo.
Como se ha lexicalizado en la locución como mucho:
Es como mucho que Mario
le haya pegado a su mujer.
De repente (= a
veces)
Una mujer se ve en la necesidad de echar a su jardinero por su lentitud en
el trabajo y escribe en una carta a su hija para
justificar que lo va a despedir:
De repente Joel es bien
lenteja. El término lenteja
se refiere de forma atenuada a lento.
Medio
El numeral exclusivamente fraccionario ‘medio’ se emplea casi siempre como fraccionario adjetivo agrupado con nombres sustantivos (...) medio kilo (...) El singular masculino es también adverbio: medio muerto, a medio vestir (Esbozo, 2. 9. 6, c).
La comparación entre los enunciados estoy medio molesta contigo con *estoy medio contenta contigo, nos muestra una 'condición intrínseca del funcionamiento cortés del atenuante; la mitigación se aplica a calificaciones negativas de la persona o del objeto referido.' (Haverkate, 1994: 210).
Un poco
El uso mitigador de poco, en su función de adverbio mitigador, es característico del lenguaje conversacional, no sólo en español, sino también en muchas otras lenguas (Haverkate, 1994: 210).
En
Chile este uso de un poco es muy frecuente: Un
poco mucho; un poco demasiado (= es el
colmo). Es un poco mucho
que no hayas venido ayer.
Una
especie de
Una mujer le dice a una amiga que está de visita
en su casa: María, en el baño hay como
una especie de calzoncito
que pienso que puede ser tuyo.
En una de esas: En una de esas te vienes más temprano y nos juntamos a almorzar.
No
sé si quiero
(= no quiero): No
sé si quiero ir a tu casa (= no quiero ir a tu casa)
No pasa mucho (= no pasa nada): En
este país no pasa mucho, es una lata.
Perífrasis
verbales
Como señala la Real Academia Española (1986: 444), en español
las perífrasis consisten en el empleo de un verbo auxiliar conjugado
seguido de infinitivo, gerundio o participio:
Las perífrasis formadas por un verbo auxiliar seguido de infinitivo dan a la acción carácter orientado relativamente hacia el futuro; el gerundio mira hacia el presente y comunica a la acción carácter durativo; el participio imprime a la acción sentido perfectivo y la sitúa en relativa posición pretérita (Real Academia Española, 1986: 445).
En el ejemplo: La María ha confesado que no se está sintiendo bien, es el carácter durativo de la perífrasis no se está sintiendo bien el que le otorga un sentido atenuado. La alternativa sin perífrasis de gerundio no se siente bien, resulta no atenuada porque se resalta el carácter temporal y no el modal.
Kany (1969) señala que en muchas regiones de Hispanoamérica se parafrasean con mucha frecuencia simples verbos de acción mediante un verbo auxiliar + un sustantivo verbal femenino en -ada (derivado del participio pasivo de los verbos de la primera conjugación) o en -ida (derivado del participio pasivo de verbos de la segunda y tercera conjugación). Ilustra lo dicho con los siguientes ejemplos: me corté > me di una cortada, voy a nadar > voy a echar una nadada, y es de la opinión de que este tipo de construcciones son enfáticas:
Corresponden al deseo de expresar una acción intensa y completa, o psicológicamente considerada como completa (...) En el pasado (...) añade intensidad y rapidez a la potencia de la acción (eché una mirada frente a miré) (Kany, 1969: 34 - 6).
Nosotros
pensamos que, en muchas ocasiones, estas construcciones corresponden al deseo
contrario, es decir, al de expresar una acción de forma atenuada. La
acción de echar una mirada nos
parece más atenuada que la de mirar. Le eché
una mirada a tu libro no supone que lo haya leído.
En relación a la frecuencia con que este tipo de construcción
se da en América nos advierte el autor de su presencia considerable
en determinados registros:
En
el actual habla familiar, popular y rústica de muchas zonas de hispanoamérica,
la formación de estos sustantivos verbales + un auxiliar (dar, echar,
pegar, hacer, etc.) no parece conocer límites (Kany, 1969: 34 -
6).
En
el castellano de Chile muchas perífrasis verbales tienen carácter
incoativo: indican el comienzo de una acción que se prolonga. Frecuentes
son las contrucciones de ir + gerundio con verbos de movimiento me
voy yendo (me voy); vayan saliendo (salgan); se anduvo emborrachando; se le
anduvieron cayendo los pantalones; quiere llover; entró a equivocarse;
como que me quiero resfriar; es más bien tirada para gordita.
En algunas ocasiones el verbo incoativo se explicita:
Si usted sigue no viniendo a verme me voy a empezar a enojar.
El verbo tratar puede atenuar otro verbo. En una farmacia el encargado de entregar los artículos vendidos le dice a la cajera:
- Ana, trata de no rayar los números de las boletas (Concepción, 1996).
Ella, que no escuchó, pregunta:
-
¿Qué me dijiste?, Manuel
- Que no rayes los números de las boletas.
Aquí el verbo tratar atenúa la orden. Su función atenuante se ve confirmada por el hecho de que cuando Manuel repite su petición no lo utiliza.
Diminutivos
Aparte de la modificación externa del predicado con adverbios y partículas, hay que distinguir la modificación interna, o sea morfológica (Briz, 1995: 105), que se consigue con la sufijación diminutiva:
A veces, los sufijos diminutivos, sobre todo los agregados a adjetivos o a adverbios, también pueden asumir función de atenuantes. Ya sabes que es algo envidiosillo (atenúa lo que en verdad significa: es de lo más envidioso) (Haverkate, 1994: 21).
En
el castellano de Chile el diminutivo con frecuencia es afectivo, pero en ocasiones
o bien se combina la afectividad y la atenuación o sea emplea con carga
peyorativa.
El diminutivo en ¿puedes hacerme un favorcito?
nos atenúa el tamaño del favor que se pide con el
propósito de no causar molestia al destinatario. Este uso contrasta
con el siguiente en el que se combinan atenuación y afectividad: Anita,
creo que sería bueno que hicieras un
poco de régimen.
Pragmáticamente el contenido del enunciado se resume en Ana,
debes hacer régimen. El diminutivo del nombre indica una
relación de deferencia del hablante hacia el oyente y prepara al interlocutor
a recibir una crítica, pero en tono cariñoso.
Contrástense estos empleos con los siguientes de marca peyorativa:
vino una mujercita a pedir comida.
El diminutivo señala la superioridad del hablante dada por un mayor
nivel socioeconómico.
En el siguiente texto mostramos cómo diminutivo e insulto pueden ser
compatibles:
De un rincón emergía mi tía Mariela, me aborrecía, para qué decir más. Y me decía ‘mira mocosita o mira tontona, ponte a resfregar esas colchas de la batea así como andas flojeando’ (...) 'ya mocosita anda haciendo la masa, mira que tienes que ir aprendiendo. Después se te ocurre casarte y no sabes ni una cosa'(GIA, 1986: 280 - 1).
El
tratamiento de mocosa resulta en sí peyorativo, esto no impide, en
contra de lo que podría pensarse, que se derive en forma diminutiva
enfatizando dicho carácter peyorativo.
Oraciones interrogativas
Como ya hemos señalado anteriormente, una de las cosas incómodas
para un hablante es tener que pedirle a alguien algo que le pueda suponer
una molestia. Haciéndolo amenaza su imagen negativa. Muchas veces el
modo imperativo se camufla en una pregunta, como queda patente en los siguientes
ejemplos chilenos: ¿me podría dar un
cafecito?; ¿me podrías hacer un favor chiquitito?
En el castellano de Chile es inusual el empleo de un imperativo, ya que resulta
insultante. Lo habitual y cortés sería, por tanto, el empleo
de fórmulas alternativas, entre las que destacan las interrogaciones.