Siguiendo el esquema que propusimos en la primera parte de nuestro trabajo para el funcionamiento de la atenuación, daremos, ahora, algunos ejemplos del funcionamiento de la atenuación en Chile. Por otra parte, señalaremos algunas diferencias entre el uso de la atenuación en nuestro castellano y el peninsular.

Distancia de sí mismo

Distancia del mensaje

Distancia del receptor


2.1. Distanciamiento del emisor

2.1.1. Alternancia del pronombre personal yo con el pronombre uno

En Chile llama la atención el frecuentísimo uso de uno como atenuante sustituyendo el yo del hablante. Ejemplos:

Yo quisiera agradecer, primeramente, la invitación que se nos hizo para hablar sobre estos temas a los que uno no está acostumbrada por estar al otro lado de la barrera informativa. Quisiera decir, al empezar, que la motivación primera para ser periodista -en mi caso- tiene que ver con una preocupación y una sensibilidad. Voy a hablar siempre en primera persona, porque hablo por mí solamente [el subrayado es nuestro]. Es una sensibilidad que nace al ver el problema de un pueblo con el que uno crece y se desarrolla. Son golpes de corriente ver mujeres harapientas (...) y todos esos síntomas de pobreza que cuando una está chica y después de adolescente, golpean. Entonces hay una preocupación por un pueblo, que hace decir: esto me inquieta, yo quiero hacer algo que me permita meterme más adentro. Diría que el primer cambio que se produce con la dictadura es que uno se da cuenta que hay muchos riesgos, y el riesgo más serio es el de perder de vista la sensibilidad por los seres humanos, por lo que significa la importancia que tiene cada ser humano. Yo diría que fue ahí cuando comencé a darme cuenta de este problema de que había muertos, de que había detenidos desaparecidos, de que había gente torturada, de que había gente, mucha gente, dañada, que no tenía expresión, que no tenía voz. Era un testimonio diario que se iba perdiendo, y lo primero que había que hacer era recoger ese tipo de testimonio y que era una preocupación por cada ser que estaba sufriendo un daño (...)
Me acordé de mi experiencia en Vietnam: cuando uno estaba almorzando o comiendo y veías las noticias (...) era como que ya dejaba de ser algo impactante. Me empezó una tremenda angustia. Esto lo compartía mucho con mi amiga Patricia Verdugo: la angustia de no saber qué hacer realmente con esta profesión que uno tiene, que uno aprendió en tiempos de democracia, que busca la verdad, que uno sabe que hay riesgo, que quiere seguir, que quiere encontrarla, pero se enfrenta con una realidad distinta de repente (...)
Y viene una época muy conflictiva para mí, en que yo creía que lo que estaba haciendo no era muy importante: porque, claro, uno publica problemas de tortura (...) De repente, uno se da cuenta que pueden pasar dos años y ya nadie se acuerda de aquellos dramas terribles (González, 1988: 92 - 4).

En el fragmento anterior, la periodista González explicita que va a hablar a título personal (cursivas). Sin embargo esto no obsta para que utilice recurrentemente uno en lugar de yo y una serie de verbos impersonales que contribuyen igualmente a que no asuma plenamente la responsabilidad de sus palabras. Precisamente, el hecho de que explicite que habla a título personal, confirma que el uso de uno sustituye al esperable de yo. También lo confirma el hecho de que haga concordar en género uno con chica: cuando una está chica. El fenómeno de la concordancia es muy general. Veamos otros ejemplos:

Eran tiempos en que una sentía -como joven- que la patria era un escenario ancho y desafiante. (Narváez, 1988: 103)

El cuore, niente, ya comienzo a desesperar, ¿por qué a una le cuesta tanto? (Carta de 1992)

Mis deseos en el fondo eran seguir estudiando, pero en un colegio en el cual una pueda conseguir el título (GIA, 1986, Vol. V: 540).

Kany (1969) observa que, aunque uno referido a la persona que habla para sustituir el pronombre yo se usa en todo el ámbito hispánico, parece más frecuente en el español americano. Sin embargo su explicación del fenómeno hace referencia a la intensificación y no a la atenuación.
Consideramos que la idea de Kany en este punto podría ser completada. No descartamos que en algunos casos uno dé énfasis al agente de la acción sustituyendo la construcción reflexiva con se; sin embargo, con frecuencia se trata, de manera evidente, de un recurso de atenuación que desfocaliza el yo del hablante.

2.1.2. Alternancia del pronombre personal yo con el de segunda persona singular

En Chile es infrecuente que el distanciamiento del emisor se consiga mediante el pronombre tú. En España, en cambio, para conseguir este efecto desfocalizador, se utiliza con mucha mayor frecuencia el pronombre.

2.1.3. Oraciones impersonales reflejas

En su estudio sobre las oraciones impersonales reflejas en el habla culta de Santiago, Martínez (1991: 1029 - 1037) señala que con mucha frecuencia éstas "manifiestan una estructura de significado activo". Cita, entre otros, los siguientes ejemplos extraídos del periódico El Mercurio del 21 de mayo de 1989:

1. Así no se achaca a uno, los excesos de los otros.
2. Como se sabe, esto no llegó a durar ni una década.
3. Y cuando se piensa demasiado en colocar bien a los amigos, se está ya por el camino de pensar que si se ayuda a tanta gente, es lógico pensar en ayudarse a sí mismo.
4. Subsisten, sin embargo, dudas en cuanto a la conveniencia de que este organismo reciba una consagración constitucional, por medio de lo cual se lo incorpore al esquema institucional de la república y, eventualmente, incluso se vincule con carácter obligatorio a ciertos procedimiento de elaboración legislativa (Apud Martínez, 1991: 1034).

La distancia del emisor se logra por la inespecificidad de se.


2.2. Distanciamiento del mensaje: atenuación pedida por la temática tratada

2.2.1. Esbozo de la sociedad chilena actual

Como punto de partida para poder hablar de la atenuación en nuestro país, necesitamos caracterizar nuestra sociedad.
Hemos dicho, con Berger y Luckmann, que la realidad es un constructo social. Si conseguimos hacernos una idea de cuáles son las fuerzas que operan en nuestra sociedad, cuáles los valores que constituyen sus pilares, tendremos una pista que nos permita reconocer algunos de los temas conflictivos -nudos- para el hablante chileno y sabremos dónde podrá manifestarse la atenuación.
Con este propósito, haremos un somero dibujo de la sociedad chilena basándonos en los estudios del psicólogo Jorge Gissi y de la antropóloga Sonia Montecino.
El psicólogo Jorge Gissi (1989: 58 - 9) muestra cómo raza y poder se imbrican en nuestra sociedad:

La identidad asfixiada nos ha provocado un querer ser lo que no somos. En las culturas neo-colonialistas se mama la inautenticidad desde el nacimiento. Se mira hoy mucho hacia los EE.UU. y Europa, y poco hacia adentro y hacia los hermanos del lado. El 'carácter social' latinoamericano sigue ambivalente, espureo, enajenado en diferentes grados y modos. Cuando los más blancos y los más ricos no reconocen como legítimos compatriotas al negro, al indio, el indio y el negro no se pueden autorreconocer como ciudadanos legítimos. Se mantienen así como culturas subalternas, con pocas posibilidades de crear una cultura alternativa, esto es, de reivindicar y legitimar su identidad. Se siente vergüenza de ser negro, mulato o mestizo, se ocultan los apellidos y el origen familiar, se siente también vergüenza de ser pobre, porque se ha enseñado que todo ello es vergonzoso (...) La vergüenza es un autorrechazo, es un querer ser lo que no se es. La identidad es negativa, la autoimagen es 'negada'.


La raza es un importante instrumento cultural:

Allí donde la naturaleza lo permita, la fisonomía distinta será apropiadamente desplegada y celebrada (Barnes, 1990: 133).

Jorge Gissi y la antropóloga Sonia Montecino, por nombrar a dos profesionales de ámbitos diferentes, coinciden al plantear la urgente necesidad de nuestro país y de América de asumir su identidad mestiza. Nos dice Gissi:

En la actualidad las características raciales se mantienen como simbolizantes de características sociales, económicas y psicológicas. En efecto, por la discriminación los blancos tienden a aparecer con poder y riqueza al menos relativa, y con educación escolar más larga, de las que derivan prestigio social y una autoimagen más alta. Los símbolos de status exigen y facilitan que los más blancos sean percibidos como 'superiores' o como 'mejores', y que se expresen ante ellos actitudes de reverencia, admiración y/o timidez (...).
Como la superioridad socio-económica es real, estas actitudes y prejuicios se confirman y mantienen, confirmando también la autoimagen alta de los blancos. Los negros, indios y sus derivados mezclados, en cambio, aparecen como carencia, como inferioridad en los diferentes planos: económico, social, porque sus características físicas (raciales) son para ellos negativos, deviniendo fuentes de estigmatización. En cambio ser blanco o rubio, o de ojos claros, es un símbolo de estatus positivo (1989: 62).

Respecto del indio, se llegó a dudar, incluso, que tuviera alma. Se lo consideró bárbaro. Se le atribuyó, y se le siguen atribuyendo, muchos rasgos negativos: ocioso, borracho, ladrón, inseguro.
Por su parte, Sonia Montecino (1991), en su propósito de contestar a la pregunta, a su modo de ver urgente, por nuestro origen, nuestra identidad, nos habla del mestizaje visto a través de los historiadores. La autora revisa el pensamiento de Francisco Encina, de Jaime Eyzaguirre y de Nicolás Palacios. Aquí nos limitaremos a mencionar el de Encina.
Encina considera la raza española "superior" a la indígena. El mestizo, producto de la mezcla entre estas dos razas, "adolecía de las virtudes de las 'viejas razas' occidentales". El estrato indígena hizo 'retroceder' a la 'sangre española' (124). Y esto tiene su correlato a nivel de la estructura social: los más blancos están en la cúspide de la pirámide y los más indios pertenecen al 'bajo fondo social' (término del historiador).
De este modo, según Montecino, Encina entiende la colonización como un proceso de emergencia de la barbarie hacia la civilización. Según este historiador la 'unidad' del pueblo chileno se consumó por medio del proceso de 'blanqueamiento' en la zona central de nuestro país. Tanto el norte como el sur siguen siendo "los lugares de refugio de lo indio":

El mestizo chileno es un europeo, y cuando adviene la República ya ni siquiera es necesario catalogarlo como tal, es simplemente un 'blanco' chileno que, influenciado por los vascos, desarrolla la unidad de su nación (...) [En cambio] todas las características del mestizo, 'cargado de sangre india', prevalecerán en el pueblo. En el mundo popular, urbano y rural, se afincarán sus atributos: la borrachera, la flojera, el dispendio, las 'bajas pasiones' quedarán relegadas a los pobres del campo y la ciudad (Montecino, 1991: 125).

El mestizo, para este autor, no tiene ninguna transcendencia en la fundación de la nacionalidad.
Veamos algunos fragmentos del propio historiador Encina refiriéndose a los indios, en general, y a los araucanos, en particular:

Aquí sólo cabe reseñar las [costumbres] que influyeron más hondo en la sicología de la nueva raza que surgió del cruzamiento del español con el aborigen. Lo mismo que casi todos los pueblos en igual grado de evolución social, el araucano se alimentaba muy irregularmente. Soportaba el hambre durante las guerras y las escaseces con el mismo estoicismo que exteriorizó delante del dolor físico. En cambio, cuando pueden hacerlo a costa ajena, 'es con tanto extremo lo que comen, que causa admiración al que los mira'. Refiere Núñez de Pineda y Bascuñán que, viajando con diez o doce mapuches, tomaron de un rebaño ajeno, cada uno un carnero para comer en el acto; y que, habiéndoseles hecho presente que con tres o cuatro cabezas tendrían para todos, le contestaron que 'cada uno de ellos se habría de comer más de dos carneros'. Y añade que, al amanecer del día siguiente, buscó un trozo de carne para desayunar y se encontró con la sorpresa de que efectivamente se habían comido los diez carneros, lo que hace uno por hombre (sin fecha: 76).

Encina habla en nombre de la verdad. Su discurso es 'objetivo' y no deja lugar para la duda. Los juicios que emite son apodícticos y taxativos. Su discurso carece de toda suerte de atenuación, especialmente en sus juicios en contra de los indígenas.
Retomemos por un momento a Montecino:

Nadie quiere ser mestizo, ni menos roto. Mestizo es tener lo indígena, roto es ser pobre, estar en el 'bajo fondo social'. Mestizo y roto aluden a una realidad que debe ser tachada, cubierta por esa 'unidad nacional', por el 'blanqueamiento' que propone Encina: mestizos sí, en algún lugar remoto de nuestra historia, pero ahora, civilizados, modernos, europeos. Los chilenos somos 'los ingleses de Latinoamérica' (Montecino, 1991: 27).

Veamos cómo en algunos juicios de los informantes del Habla culta de Santiago (Rabanales 1979 y 1990) se manifiestan, todavía hoy, estas valoraciones negativas de lo indígena, de lo mestizo y de la pobreza.
Dice una mujer de 48 años:

Ahora está tan lejos [el aeropuerto de] Pudahuel que a nosotros va a tener que quitársenos un poco lo indio [las negritas y cursivas son nuestras] de ir a dejar, ir a buscar a cuanto familiar sale o llega, porque ya uno pierde más el tiempo en el camino de aquí a Pudahuel que en la espera de que llegue el avión, lo que sea ... (Apud Rabanales, 1990: 232 - 3).

Obsérvese el carácter peyorativo de indio. Obsérvese también cómo la hablante es consciente de esta connotación y atenúa indio por medio de un poco. Por otra parte, la hablante atenúa su propio yo haciéndolo extensivo por medio del pronombre impersonal uno.

Una informante de 38 años habla de la posibilidad de que se haga una piscina comunitaria en su barrio:

Inf- Tampoco me gustaría que mi niñita fuera a escuchar a los niñitos que van a venir seguramente de otras poblaciones que no ... no son muy buenas ¿ves?, y que pueden tener ... eh ...tuberculosos (...) pueden usar garabatos, pueden, qué sé yo, hacer cien mil cosas. Entonces, me pueden tachar de clasista, sin ser clasista yo ¿mm?, pero considero que estamos juntos pero no revueltos ¿no es cierto?
Enc- Justamente.
Inf- Yo no ... no me considero ... Por lo menos, mi primer deber en la vida como ... como mujer, es ver el futuro de mis hijas. Pretendo que conozcan todo, a toda la vi ... toda la vida como es, con todas sus cosas buenas y malas, y a toda la gente. Pero de ahí a verlas que, de repente anden ... qué sé yo, con piojos (por decirte una cosa bien vulgar) [negritas y cursivas nuestras] no lo aceptaría. Estaría faltando a mi deber de madre ¿verdad?, que es lo primero.
Enc- Claro.
Inf- Entonces, simplemente, para mí, la idea de la piscina de la esquina, no es totalmente aceptable. ¿Por qué? Porque me encantaría que los niños de la villa y otros niños (muchos que no son de la villa, pero que andan limpiecitos) pudieran tener una piscina, pero no que vengan otros niñitos que traen, como te digo, enfermedades y costumbres que no son nuestras. Entonces, si yo voy a exponer estas ideas en una Junta de Vecinos, seguramente me van a decir 'la momia' (reaccionaria), me van a decir 'clasista', 'que se cree la muerte' (se cree lo mejor), 'que ella no es nadie' y cosas que me van a picar (a molestar) (Apud Rabanales, 1971: 159).

Retomemos la cita. En el primer párrafo, la madre es reticente a que su hija escuche hablar a niños de clase baja. Esto nos revela la importancia del lenguaje como marcador de clases sociales, como instrumento de poder.
Poblaciones no son muy buenas equivale a poblaciones malas.
La informante (Inf) sabe que el tema que trata es conflictivo y busca mitigar, atenuar, sus juicios. Sabe que se la tachará de clasista y no acepta que lo es: me pueden tachar de clasista, sin ser clasista yo ¿mm?
La informante trata de hacer cómplice de su opinión a la encuestadora (Enc): ¿ves?, ¿no es cierto?
Su temor a ser etiquetada de clasista se ve reafirmado por las últimas palabras de la cita: entonces, si yo voy a exponer estas ideas en una Junta de Vecinos, seguramente me van a decir 'la momia' (reaccionaria), me van a decir 'clasista', 'que se cree la muerte' (se cree lo mejor), 'que ella no es nadie' y cosas que me van a picar (a molestar).
Después de todo lo dicho es evidente que no es totalmente aceptable [la piscina comunitaria], equivale a es inaceptable.
El clasismo de esta mujer "típicamente de clase media" (como se autodefine), es, por más que busque ocultarlo, evidente. Su valoración de los pobres es descalificadora y cargada de prejuicios y de ideas que sería esperable ver desterradas de nuestro siglo veinte: [los niños] pueden tener ... eh ... tuberculosos; pueden usar garabatos (tacos), pueden hacer cien mil cosas. [Son] niñitos que traen enfermedades y costumbres que no son nuestras (...).
Estamos juntos pero no revueltos (...).
Pretendo que [mis hijas] conozcan todo. Pero de ahí a verlas que, de repente anden con piojos (por decirte una cosa bien vulgar), no lo aceptaría.

Más adelante, para liberarse de toda culpa, y para garantizar que está en lo cierto, nuestra informante generalizará sus principios a los de toda la humanidad, considerándolos intrínsecos de nuestra condición humana:

Son valores intrínsecos directamente, es la esencia misma del ser humano, está como instinto el amor a los suyos, a sus hijos, sobre todo. Entonces no va a haber ... creo que es imposible; sería cambiar totalmente la ... la ... la esencia del ser humano, pretender que primero se pensara en los demás y incluso sacrificando los hijos. Yo, ni a palos (Apud Rabanales, 1979: 160).

Un arquitecto de 45 años (Apud Rabanales, 1990: 259) nos dice:

En las poblaciones (barrios marginales de Santiago) es espantoso ver a los niños como andan, porque los del barrio alto (barrio de las clases altas) siquiera todavía conservan un hábito, que es limpiarse. Los ... los de las poblaciones no conservan ninguno (...) Andan vestidos como monos y ... y ... y sucios; peor que monos.

Una mujer de 64 años, hablando de un anillo perdido, no puede evitar pensar en su empleada:

No lo tenía. Y me acuerdo que yo siempre lo dejo en el velador ¿mm?, pero yo no me lo puse, entonces: '¡Qué va a ser de mi anillo!' Tenía dos teorías: o la empleada nueva, que tú ves que es media lerda, debe haberlo lanzado cuando limpia la pieza, o los nietos me lo tomaron (Apud Rabanales, 1990: 262).

Aquí, el atenuante media busca mitigar lerda y, por medio de tú ves que, la mujer quiere que su interlocutora le dé la razón y comparta con ella la responsabilidad de la calificación negativa que hará de la empleada.
En la muestra 44 dos mujeres, una de 37 y la otra de 42 años, hablan de un posible viaje:

A - Y allí arriendan ... arriendan piezas, pero hay que someterse a condiciones rústicas, porque son casas de pescadores.
B - No; yo prefiero ... no; si yo ... yo he hecho mucho camping, o sea que lo ... yo prefiero una carpa digamos ¿mm?
A - ¡Ah! Entonces tú prefieres vivir en carpa.
B - ... en cualquier condición, un saco de dormir antes que una mala pieza, digamos (
Apud Rabanales, 1990: 291).

Atenuantes y dubitaciones en la primera intervención de B revelan su dificultad para reconocer que no quiere dormir en casa de los pescadores.
Hacer las cosas a la chilena es hacerlas mal:

A - ... Yo me he dado cuenta [ dice un arquitecto de 56 años] de que en nuestro me ... medio hay algunas -digamos- obras [de teatro] que se montan estupendamente bien, ¿verdad?, y otras, en que, la verdad de las cosas, lo hacemos un poquito a la chilena ¿ah? ...
B - Claro, claro.
A - ... con un poco de buena voluntad, con mucho entusiasmo, ¿verdad? ...
B - Claro.
A - ... pero sin llegar, a mi juicio, al perfeccionamiento que da cuando existen los medios como para poder hacer una obra escénica, o realizar una obra escénica, mejor dicho, como corresponde (
Apud Rabanales, 1990: 456).

En cambio, de acuerdo con una mujer médico de 44 años (Apud Rabanales, 1990: 394 y 398), un país muy europeo es un país que funciona muy bien y una buena recepción es analogable a una fiesta europea:

No te voy a nombrar específicamente países para poderte ... eh ... contar algunas anécdotas curiosas. Eh ... fuimos primero que nada a un país centroamericano. Es tal vez de los países ... eh ... más interesantes de Centroamérica, más estable en la parte política y diferente al resto de los países centroamericanos. Eh ... es un país muy europeo.
Bueno, después de ... de todo esto que parecía un martirio, terminó en una gran ... eh ... recepción en los salones del teatro, que en realidad daba la impresión de una fiesta europea: champaña francesa para todo el público, que era algo muy importante a esa hora, y un cóctel muy fino. En realidad, en todo lo que se refiere a ... a recepciones sociales, no pudieron ser mejores. En eso parece que gastaron mucho y fueron muy bien organizadas y muy atentos todos.

Las ocasiones privilegiadas donde se manifiesta la atenuación son, lo hemos dicho, aquellas en las que, por algún motivo, se crea un conflicto y el lenguaje se enturbia. Por eso, muchas veces los términos que aluden a los aspectos estigmatizados de nuestra raza aparecen atenuados en los enunciados de nuestro castellano.
Otra muestra de la valoración positiva de lo europeo y del menosprecio de lo nacional, la encontramos en el siguiente fragmento en el que las periodistas Romero y Torres nos hablan de "Los atributos de don Simón [Bolívar]". (1995: 41 - 2):

Aristócrata, gran terrateniente, rico, blanco, educado en Europa, pudo haber hecho una vida fácil y de gran brillo social, pero prefirió liberar no solo a su patria, sino a todo el continente sudamericano y hacer de él una sola potencia.
Dos siglos después, un delicado pintorcillo le da el pago de Chile, retratándolo mestizo, pechugón y con el dedo en el ristre, en un gesto que no vale la pena calificar. ¿Se merecía Simón Bolívar, el Libertador de América, trato tan vejatorio? ¿Qué ganan el arte y la humanidad con una pintura grotesca e hiriente, que nadie osaría colgar en ningún hogar que se respete? (...) ¿Acaso ya no hay flores ni puestas de sol que pintar? ¿Puede, bajo el título de modernismo, tolerarse todo tipo de atrocidades, que hieren incluso al Ejército, cuya larga gesta incluye el habernos liberado del comunismo?
Cometida la barbaridad, afortunadamente hubo quienes reaccionaron como corresponde a un hijo bien nacido de este continente. Así se escuchó a don Gabriel Valdés Subercaseaux (...) a los distinguidos miembros de una sociedad bolivariana cuya existencia desconocía la ciudadanía y que, no nos cabe duda, deben haber engrosado sus filas tras la afrenta. Gente con el corazón y los valores bien puestos que, por fortuna, opacaron la defensa de unos cuantos mequetrefes seudo intelectuales, que, en nombre de la libertad en la creación artística, salieron en defensa de Dávila y su gracia (...)
Cuando lo culto se pone chinchoso para atraer a la masa, lo único que consigue es confundirla y ahuyentarla (...)
Si la cultura consagrada, consolidada, que merece homenajes y prebendas, es ajena al pueblo, con mayor razón lo es la experimental, provocadora, moderna o como se la quiera llamar. Underground, le dirían los coléricos.

La actualidad de esta obra confirma que estas valoraciones no son sólo cosas del pasado. Obsérvese la falta de atenuación en los juicios de estas periodistas. El diminutivo en pintorcillo es, aquí peyorativo.
Es la clase dominante la que establece los criterios de corrección tanto respecto del lenguaje como de las actitudes, la vestimenta y cualquier otro instrumento cultural. De este modo, las diferencias socioeconómicas pasan a ser, además, diferencias valorativas.
La jerarquía de los interlocutores, determinada prioritariamente por su distinto nivel socio-económico, se marca a través del lenguaje. No nos dirigimos del mismo modo a un hablante de nuestro propio nivel socioeconómico que a uno de nivel superior o inferior al nuestro.
En Chile, dada su marcada estratificación social, la clase social en la que el hombre nace condiciona de forma radical su lenguaje.
La mayor estratificación social de Chile en relación con la existente en España se hace evidente en muchos sentidos. En el lenguaje, por supuesto, pero también en las actitudes de los hablantes, en su modo de vestir, en los lugares que frecuentan y en las actividades que realizan.
Gumperz y Bennett (1980:112) consideran que "la variación dialectal es fundamentalmente una variación social". La "diversidad de habla" está en directa relación con el grado de estratificación social de la comunidad estudiada:

En aquellas comunidades donde esta variedad no existe, o es mínima, notaremos al mismo tiempo que la estratificación social es prácticamente insignificante.

Nuestra identidad no es sino nuestra especificidad y nuestra frontera con los otros.
Lo que diferencia una sociedad estratificada de una no estratificada socialmente es, precisamente, la definición de otros. La pregunta que se plantea es ¿de quién buscamos diferenciarnos?
En una sociedad como la nuestra la primera pregunta que debemos responder es a qué grupo pertenece cada individuo y de cuáles está excluido.
De este modo todo se convierte en signo, todo significa esa diferencia. Lo determinante para pertenecer a uno u otro grupo es, sin duda, nuestro poder adquisitivo. A mayor poder adquisitivo, mayores posibilidades de acceso a niveles más altos de educación.
El lenguaje se hace eco de estas diferencias internas de forma protagónica como instrumento de poder que es.
En nuestro país, de acuerdo con Gissi y Montecino, la movilidad social es mínima. Se tuvo o no la suerte de haber nacido en "cuna de oro", y donde se nació se permanece.
Esta significativa estratificación social debe ser explicada desde la historia.
Los criollos -continuadores de los conquistadores- se han mantenido cohesionados como clase. Y, buena parte de ellos, hacen sentir su distancia social de una manera muy fuerte con la gente que está socialmente más abajo, inicialmente, los pueblos indígenas conquistados.
La base de la pirámide, que antes era india, es ahora una base popular más mestiza o, en algunos países, como el nuestro, semi-blanca.
Actualmente, en la sociedad chilena, es la clase dominante la que determina e impone los usos normativos y correctos y, cada estrato busca borrar sus diferencias con el estrato superior.
Caricaturizado, esto lleva a dibujar una sociedad alienada en la que cada uno quiere ser o parecerse al que está "más arriba", en la que las aspiraciones están más allá del alcance de la mano.
La realidad se construye socialmente y son los que están en la cúspide de la pirámide social -los que tienen el poder- los que determinan cuáles han de ser los usos normativos del lenguaje, de los modos de vestir, de las actitudes, etc.
Si llevamos este análisis hasta sus últimas consecuencias nos vemos obligados a salir de Chile que, como país, forma parte de la base de una pirámide en cuya cúspide están Europa y Estados Unidos. Por eso, en algunos aspectos los que están en la cúspide de la pirámide de Chile no generan sus propios valores sino que buscan imitar los europeos y los de Estados Unidos.
Respecto del lenguaje, nuestra norma castellana busca reconocerse y asimilarse a la peninsular. No nos hacemos cargo de nuestra diferencia y de nuestra identidad como país. En última instancia, el chileno pretende que es europeo.
Esto se manifiesta, por ejemplo, en el mayor prestigio que en Chile tienen los apellidos europeos.
Un economista de 46 años busca explicarle a un médico de 44 años nuestra afinidad con el pueblo alemán (Rabanales,1979: 257-9):

Médico - Yo creo que la mentalidad alemana no tiene nada que ver con la mentalidad chilena.
Economista - Pero, fíjate, ¿y la mentalidad que se da en Osorno, en Valdivia, en el mismo Temuco, todo eso?
M - ¡Ah!, pero es que ahí hay una concentración de sangre alemana tremenda.
E - Pero hay mucho chileno también, mucho ... mucho indio incluso, [El hablante distingue chileno de indio] y tú cuando vas a Osorno y a Valdivia tú notas esa concentración que no es de alemanes ¿te fijas?, sino que es de nietos o biznietos de alemanes ¿te fijas?; pero uno no se siente ni incómodo ni raro, y son los tipos más agradables (...).

Finalmente dirá el economista:

E - ... ahí entramos en una discusión mucho más filosófica: la afinidad ¿te da o no te da parecido en el fondo?, ¿por qué tienes afinidad con un ... con ... con ... con un pueblo, o con una raza o con una persona?, ¿porque eres realmente distinto? Eso no explicaría la afinidad; tiene que haber un ... un ancestro, algo común. Y fíjate que escarbando un poco, no se te olvide que los españoles, de donde descendemos la mayoría, tienen raíz germánica a través de los visigodos [las cursivas son nuestras], bueno, sangre, junto con la mora y con todas las ... la celta, en fin, todo lo antiguo, pero tienen mucha mezcla de sangre germana también.

El lenguaje juega aquí un rol fundamental: la norma culta se impondrá como la correcta y se le adjudicará un valor especial.
Haciendo este dibujo de nuestra sociedad, consideramos tres momentos históricos marcadamente diferentes.
Por una parte, los autores chilenos cuyas ideas utilizamos escriben en la décadas de los 80 y 90 (la antropóloga, Sonia Montecino, 1991; el psicólogo, Jorge Gissi, 1989 y 1990; el filósofo Humberto Giannini, 1988), sin embargo, los ejemplos extraídos del Habla Culta de Santiago corresponden al período de gobierno de Salvador Allende.
Las grabaciones fueron hechas entre los años 1970 y 1972. El gobierno de la Unidad Popular removió los cimientos de la clase acomodada llevándola a polarizarse radicalmente. Por una parte los momios (reaccionarios) se vieron tocados en su fibra más profunda y aflora en ellos todo su clasismo. Sin embargo, el hecho de que la literatura reciente de los autores antes mencionados destaque aspectos similares nos pone sobre aviso de que esos prejuicios no se han erradicado por completo de todos los sectores de la clase alta.
La sociedad chilena sigue estando polarizada. En una situación de conflicto, la clase alta se ve obligada a tomar conciencia de su idiosincrasia -a atraerla hacia el lenguaje- y, aunque muchas veces resulte molesto, sus juicios deben ser explícitos porque se los está poniendo en entredicho.

2.2.2. Temas nudos

Después de haber visto este dibujo de la sociedad chilena, será más fácil contextualizar los ejemplos de 'temas nudos' o conflictivos que ahora entregamos.

Tabúes y eufemismos

Como indica Haverkate (1994), el eufemismo parafrasea o sustituye por una metáfora un lexema o expresión de connotación desfavorable. Su necesidad suele responder a convenciones socioculturales. Por eso las palabras relativas a conceptos tabú que desde niños aprendemos a evitar varían de una cultura a otra.
Sabemos que el español de América es, en muchos sentidos, más eufemístico que el peninsular. R. Lapesa (1988) observa que en ese continente se recurre con frecuencia al eufemismo para eludir expresar cosas desagradables o temibles.
A continuación damos cuenta de una serie de eufemismos con los que en Chile se alude a estas sustancias de forma más tabuizadas que en España. Con ello no pretendemos negar que en España existan otras formas, también eufemísticas, de aludir a los mismos términos. Este muestreo no busca ser comparativo sino ilustrativo de lo que ocurre en nuestro país. Sabemos que algunas de las formas que mencionaremos se utilizan también en el español peninsular pero la frecuencia de uso de éstas es más general en Chile que en España.

Exudaciones del cuerpo

Las exudaciones del cuerpo humano son universalmente objeto de intenso tabú.

Menstruación

Se alude al período menstrual como si se tratase de una enfermedad. Son habituales las siguientes expresiones: estoy enferma; me enfermé; me toca enfermarme; no me enfermo hace dos meses; etc. También nos referimos a la menstruación como una visita: me llegó visita.

Orina

La acción de orinar se alude, en el "habla culta" de Chile, perifrástica y eufemísticamente. Es habitual hacer pipí; me hago pipí; querer pipí (omitiendo el infinitivo hacer). Veamos el siguiente fragmento:

Me escurro por el oscuro pasillo que lleva al baño (...) La verdad es que reventaba. Debí haber ido hacía rato y aun pude haber meado en el camino, y yo sé bien lo gratificante que es mear en descampado; pero no, son ciertas disciplinas que se impone uno, cuestión de apurar el paso. En ese baño inexplicablemente grande que tal vez antes fuera una sala de baile anexa, [al bar] pintado ahora de un estridente verde piscina y regado el suelo de baldosas por un agua sospechosa que fluye de los rincones, hay un individuo joven que está en un urinario desde que entré y que continúa haciendo cuando yo ya he terminado. Es pequeñito pero tiene la vejiga de un caballo, porque hace un ruido descomunal. Parecía un jockey. En esta ciudad seguro que no hay hipódromo, pero él tiene el tamaño, el talante y el remolino de pelo en la frente de los jockeys. Lleva unas zapatillas de suela de oruga que le agregan dos centímetros por lo menos. No estábamos a más de un metro, dos urinarios de por medio, y vi que era el tipo de sujetos que comparten gustosos sus meadas con sus congéneres por medio de esas animadas miradas laterales (Contreras, 1991: 13-14).

En el anterior episodio Gonzalo Contreras, nacido en 1958, relata el encuentro del protagonista de su novela La ciudad anterior, un vendedor de armas, con un hombre en el baño de un restaurante. Cada vez que el escritor se refiere a la acción de orinar utiliza mear: pude haber meado en el camino; yo sé bien lo gratificante que es mear en descampado; vi que era el tipo de sujetos que comparten gustosos sus meadas con sus congéneres. Este verbo y sus reiteraciones parecen estar al servicio del ambiente decadente que el escritor busca crear. Sin embargo, lo poco habitual para él de este uso lo induce a intercalar en el mismo párrafo la siguiente oración: hay un individuo joven que está en el urinario desde que entré y que continúa haciendo cuando yo ya he terminado. Si completamos la perífrasis verbal el resultado sería: que continúa haciendo pipí.
Estamos seguros de que si Contreras hubiese tenido conciencia de esto habría modificado esta oración tan disonante con el contexto.

Excremento

Son habituales las expresiones perifrásticas hacer caca y querer caca.
Entre mujeres, puede escucharse ¿se te movió la guatita? (barriga)
Un médico puede preguntarle a su paciente: ¿obra regularmente?
Los garabatos (tacos) me cago en: la hostia, la hostia bendita, la Virgen, la puta Virgen, Dios, propios de España, no se usan en el país sudamericano.
Como negación enfática se utiliza en Chile la expresión ni cagando. Esta se contrae eufemísticamente en nica.
- ¿me prestarías un poco de plata?
- nica.
Existe, sin embargo, un uso coloquial no eufemístico del verbo cagar entre los jóvenes. Nos referimos a la expresión la cagó. Con ella puede connotarse, indistintamente algo excelente, algo detestable o algo excesivo:
no te pierdas esa película, la cagó pa' buena.
no se te ocurra ver esa película, la cagó pa' mala.
anoche, la cagó pa' llover.
(= anoche llovió muchísimo).
Otro uso no eufemístico del verbo cagar, también coloquial pero no exclusivo del habla juvenil, lo encontramos en el insulto la cagaste: la cagaste con no venir ayer.
A pesar de que el verbo no se usa de manera eufemística, este insulto admite una atenuación que se consigue por medio de la perífrasis verbal con gerundio: la anduviste cagando con no venir ayer.
Por otra parte, como recurso de atenuación, puede sustituirse el verbo cagar por el eufemístico embarrar.
la embarraste con no venir ayer.
la anduviste embarrando con no venir ayer.
De igual modo, dejar la cagada (= meter la pata), se atenúa mediante los eufemismos dejar la embarrada; dejar la grande; dejar la escoba y dejar la crema.

Sudor

En lugar de sudar usamos, incluso en la conversación coloquial, el verbo transpirar, más culto que el primero: me lo transpiré todo en el partido. (= sudé muchísimo); aquí huele a transpiración.

Partes del cuerpo: culo y tetas
La primera palabra, habitual en España, en Chile está totalmente tabuizada. Equivalentes eufemísticos son poto, trasero, traste y popó.
La expresión peninsular ir de culo, no se utiliza. Dependiendo de cuál sea su sentido sus equivalentes son las más eufemísticas ir de espaldas (en un autobús) y estar de cabeza (sumido en una actividad).
A las gafas de culo de vaso españolas corresponden en Chile los anteojos poto'e botella.
Por otra parte, potón (a) es la persona que tiene el poto grande.

En cuanto a tetas, nuevamente tenemos una palabra de uso habitual en España y tabuizada en Chile.
En nuestro país el término coloquial habitual es pechugas y el culto, pecho o busto.
De ahí que dar pecho (a un niño) sea, en lenguaje coloquial, dar pechuga. Pechugona es una mujer provista de grandes pechugas. Pechugón es, sin embargo, el hombre farsante y creído.
A su ginecólogo, la mujer no ha de pedirle que le toque las pechugas sino, de forma más culta y cortés, que le palpe el pecho.

Prendas de vestir: calzones (bragas)

Esta palabra no está tabuizada pero, como muestran los siguientes ejemplos, se suele hablar de ella de forma atenuada:
En una ocasión una mujer visitó a una amiga que compartía el piso con su novio y otro amigo. De pronto la anfitriona, aprovechando un momento en el que estaban solas, se le acercó y le dijo a su invitada en voz muy baja:
Hay como una especie de calzoncito en el baño que pienso que puede ser tuyo.
La situación no dejaba lugar a equívoco. En ese momento ellas eran las únicas dos mujeres que había en el piso, por lo tanto, si los calzones no eran de una sólo podían ser de la otra.
Si este episodio hubiera ocurrido entre españoles, el enunciado emitido por la hablante habría sido: María, te has dejado las bragas en el servicio.

Relaciones sexuales

Eufemísticamente se usan: meterse, pasar algo, tener onda o acostarse con alguien. Se escucha también: echar una canita al aire, echar un polvito.


2.2.3. Otros temas nudos

Al margen de los tabúes lingüísticos, existen, como hemos dicho, muchos otros temas cuyo tratamiento, por diversas razones, resulta conflictivo.

Características físicas consideradas poco estéticas

En Chile el ideal estético para la clase media y alta es el tipo alto, delgado, de tez blanca, ojos claros y pelo rubio. De ahí que ser bajo, gordo o moreno sea considerado, aunque no siempre abiertamente, un defecto. Cuando se habla de alguno de estos defectos se produce un nudo en el lenguaje. El hablante toma distancia de su enunciado y se ve en la necesidad de elegir una forma atenuada de referirse a ellos.

La baja estatura

Tenemos la siguiente entrevista:

- ¿Cuánto mide usted?
- No tengo idea. En todo caso soy más bien bajito, aunque no tengo mucho tema con eso, siempre me ha dado un poco lo mismo excepto cuando se trata de jugar al básquetbol, pero rara vez lo he intentado
(Revista Análisis, 22 a 28 de abril 1991: 36 - 7).

La sola pregunta, por parte de la periodista, es ya insidiosa.
El economista de 37 años en un primer momento pretende ignorar el tema. Más adelante, en todo caso soy bajo aparece atenuado por más bien y el diminutivo.
En no tengo tema con eso y siempre me ha dado lo mismo aparecen los atenuantes mucho y un poco, que, revelan lo contrario de lo que se propone decirnos el hablante. No tengo mucho tema con eso equivale a tengo algo de tema con eso; me da un poco lo mismo, a no me da del todo lo mismo.
Finalmente, el economista evade el tema por medio de una broma: excepto cuando se trata de jugar al básquetbol, pero rara vez lo he intentado. Ésta ratifica que el hablante tiene plena conciencia de ser bajo.
Más avanzada la entrevista, la periodista le solicita describirse como galán. El economista responde: yo creo que ahí uno usa todas las formas de lucha ¿no le parece?

El economista no se describe como galán sino que se pone en situación de galanteo. Es decir, evade la pregunta en sí: 1ª atenuación.
La oración yo ahí uso todas las formas de lucha, atenuada por creo que uno y ¿no le parece? se desvirtúa completamente.
Creo que atenúa el conjunto del enunciado. Uno busca generalizar la actuación del hablante y hacerla extensiva a todos los hombres. Así el hablante se libera de una responsabilidad individual sobre sus actos. Por medio de ¿no le parece? se busca hacer cómplice al interlocutor del modo de actuar del hablante.
Podemos establecer la siguiente gradación de oraciones de menos a más atenuadas, a partir de la no atenuada:
yo ahí uso todas las formas de lucha.
yo creo que ahí uso todas las formas de lucha.
yo creo que ahí uno usa todas las formas de lucha.
yo creo que ahí uno usa todas las formas de lucha ¿no le parece?

La calvicie

El siguiente fragmento pertenece a otra entrevista:

- ¿Desde cuando es pelado?
- Bueno, siempre tuve poco pelo pero la verdad es que no me di ni cuenta, hasta que por acumulación un día te miras en el espejo y ya eres un pelado (Revista Análisis, 10 a 16 de diciembre 1990: 36 - 7).

Nuevamente tenemos una pregunta insidiosa por parte del periodista.
En este ejemplo, el entrevistado, un actor de 32 años, atenúa su yo sustituyéndolo por el pronombre de segunda persona .

La gordura

En una tercera entrevista, esta vez a un sociólogo, tenemos:

- ¿Cómo era usted cuando niño?
- Era sumamente delgado, retraído, tímido, reflexivo.
- ¿Y cómo fue que se transformó en un señor entradito en carne, robusto ... ?
- ... Comencé a ser gordito en la Universidad de Concepción, cuando ya no me quedó tiempo para el deporte (entrevista a Nelson Gutiérrez en Análisis, 15 a 21 de abril 1991: 34 - 5).

La gordura es aludida eufemísticamente por la periodista. Estar entrado en carne y estar robusto es un grado inferior a estar gordo. El entrevistado, por su parte, consigue atenuar la alusión a su propia gordura recurriendo al diminutivo.

La droga

Un hombre de 34 años busca informarse en una población sobre el uso de un pegamento que, aspirado, tiene el efecto de una droga. Dado que la pregunta puede molestar a su interlocutor lo inquiere del modo más atenuado posible:

Dicen también, contaban por ahí, que parece que sirve pa' volarse un poco ¿o no?, ¿o es mentira?

Aquí podemos ver como la atenuación consiste en dejar un máximo de opciones al interlocutor para que éste pueda defenderse y rebatir fácilmente al hablante. Esto explica lo vago de la pregunta. Quien la formula sabe muy bien que efectivamente el pegamento en cuestión sirve para "volarse".

Sentimientos personales

Como dijimos antes, Bernstein (1975) muestra cómo en las clases altas se proscribe la manifestación de los sentimientos personales.
Veamos algunos fragmentos de cartas personales en los que el tratamiento de dichos temas -que podemos considerar nudos- hace tomar conciencia al hablante en mayor o menor medida del lenguaje que está utilizando y lo llevan a atenuarlo:

Oiga Anita, de repente tengo la sensación que no estás bien en España (...) No pareces muy convencida del esfuerzo que estás haciendo, si vale o no la pena. ¿Estoy equivocada? Si así fuera, tómate la libertad de seguir tus sentimientos y necesidades y filo con lo que piensen los demás. Un besito muy muy cariñoso. Mamá (Carta de 1992).

La ubicación de este fragmento en la carta ya habla de la dificultad de la madre de plantearle a su hija su impresión. En efecto, esto, que parece ser el tema central que motivó la escritura de la carta, va al final de ella. Antes se habla de múltiples otras cosas.
La madre trata a la hija de pero la complejidad del tema la lleva a atenuar ese tratamiento sustituyéndolo por el de usted.
Este uso de de repente equivale en Chile a a veces. En este sentido atenúa la sensación de la madre que, con toda seguridad, es persistente.
El verbo parecer atenúa a estar. El enunciado no pareces convencida está atenuado por muy. La madre no niega de forma radical que la hija esté convencida de su esfuerzo. La presencia de muy deja libre la posibilidad de que la hija esté un poco, algo convencida. En este sentido el juicio de la madre no es taxativo y deja abierto el espacio para que la hija pueda rebatirlo.
Lo anteriormente dicho se ve reforzado por la pregunta ¿estoy equivocada? que demuestra que la madre admite la posibilidad de estarlo.

El trabajo me ordena bastante aunque no he estado del todo 'hallada' como diría la Melania. Una cierta rigidez de la administración pública, horarios, lentitud de los procedimientos, me hace sentir a veces como presa (Carta de 1991).

Aquí solo queremos llamar la atención sobre el halo de vaguedad que los atenuantes señalados imprimen al sentimiento de la mujer que escribió esta carta. No del todo, una cierta y a veces como, dan como resultado un enunciado nada apodíctico. La pregunta que cabe hacerse es si éste responde a que la mujer no sabe exactamente cómo se siente o a su miedo a preocupar (incomodar) al destinatario de la carta, a herir su imagen negativa.

Gordita, comuníquese con nosotros. Si tiene poco tiempo para escribir, llame 'colect' de vez en cuando (...) Necesito saber de ti, como estás. Me comienza a inquietar no tener noticias tuyas (Carta de 1993).

Llama la atención en el fragmento anterior la transición del tuteo al tratamiento de usted. Éste último, en este caso, puede considerarse un atenuante puesto que modifica la distancia del hablante hacia su interlocutor. Hay que decir, sin embargo, que en este caso usted no distancia al emisor del destinatario sino que los aproxima. Se trata de un uso afectivo de dicho tratamiento. Este uso se ve confirmado por el pseudónimo en diminutivo: gordita.

Yo he estado un poco tristona porque hablé con mi mamá, se las ha visto duras con [la enfermedad] de mi abuelo y bastante impotente (Carta de 1994).

Quien escribió esta carta estaba muy triste. Sin embargo, la tristeza es un sentimiento que nos cuesta confesar. Es curioso que aquí el aumentativo tristona está funcionando como un atenuante de triste. El cuantificador un poco, como determinante del adjetivo triste, también contribuye a atenuarlo.

Ahora estoy en un período bajo en el que me parece no entender nada. Son momentos. En el fondo es únicamente soledad. Me ha ido más o menos con los amores. Tuve un pololo (novio) que me duró un mes y luego chao. ¡Qué lata! Entonces eso me frena para trabajar, se me quitan las fuerzas.

Es evidente que si el pololo le duró un mes, que si eso le da lata y le quita fuerzas para trabajar, no le ha ido más o menos con los amores sino, directamente, mal. Más o menos no es más que un atenuante.


2.2.4. Temas no considerados 'nudos'

Para contrastar los ejemplos de los temas considerados 'nudos' veamos algunos fragmentos de las mismas cartas en los que no se tratan temas conflictivos. Aunque podría habernos bastado con un breve fragmento para ejemplificar este hecho, la disminución o práctica desaparición de los atenuantes es tan significativa que nos interesa ilustrarla de forma más contundente. Lo que hay de común en ellos es que:
- Están escritos en tiempo pasado.
Dijimos que el tiempo que se busca atenuar es básicamente el presente, por su condición de tiempo de la enunciación. Cuando se narra un hecho pasado, la necesidad de recurrir a la atenuación disminuye significativamente.
- Nada que involucre personalmente al emisor ni al receptor está en juego.
- Se narran hechos que conciernen a terceras personas.
Como hemos dicho, la tercera persona corresponde a la no persona, es siempre un ausente. De ahí que cuando el enunciado refiere a ella, la atenuación deja de ser necesaria.

¿Te cuento? me compré una de las esculturas de F. C., una grande, verde clara, con la forma de un gigantesco poroto (aluvia), preciosa. Fue un amor él, me hizo una súper rebaja. La voy a instalar arriba, en el hall de la pileta, entre las plantas. Le voy a pedir a Gonzalo que me haga un lindo pedestal de metal (Carta de 1994).

Noticias Nacionales:

1. Los milicos (militares) hacen movimientos raros en las calles para asustarnos a todos (lo que consiguen fácilmente) con el fin de que retire una acusación contra el hijo de Pinochet por la venta de una empresa en quiebra por la que recibió del ejército la suma de un millón de dólares en tiempos de la dictadura. Todos los ministros están preocupados, se reúnen y terminarán negociando la tranquilidad tapando los fraudes.
2. Se proclamó candidato de la Concertación a Frei y sigue la derecha sin ponerse de acuerdo sobre candidaturas a presidente y a parlamentarios, la Concertación sacará mayoría absoluta en el congreso. También eso preocupa a los milicos porque así salen al tiro (de inmediato) las leyes para que el presidente pueda remover al comandante en jefe, para sacar a los senadores designados, cambiar la ley electoral y otras por el estilo (Carta de 1994).

Noticias locales:

1. Sebastián mirándolo todo con unos ojos color gris azulado, color piedra. Es muy atento, mira seriamente y sostenidamente. Luego se para contra todo lo que pilla: una pierna, una silla, una mesa. No siempre sus apoyos lo resisten y se pega tutes (golpes) a menudo. También aprendió recién a subir escaleras, como la Mari vive en casa de dos pisos. Es una guagua (bebé) adorable que se conquista a todos. A mí, desde luego.
2. Hemos estado hablando con la Claudia. Se ganó una beca a Japón y se va en Agosto. Vivirá con una familia nipona durante 8 meses. Bien valiente, con lo difícil que es convivir con gente cercana, cómo será con estos personajes que se sacan los zapatos, hacen mil reverencias por minuto y trabajan 18 horas diarias (Carta de 1994).


2.3. La actitud del hablante hacia su interlocutor

2.3.1. La atenuación en una conversación entre dos profesionales jerárquicamente distantes

Para mostrar cómo se manifiestan las diferencias jerárquicas entre profesionales, he seleccionado del Habla culta de Santiago una conversación (la Muestra 36) que tuvo lugar entre un arquitecto de 58 años y una profesora de enseñanza media de 27 años.
La arquitectura era hace diez años -momento en el que se realizaron las grabaciones- de las carreras que gozaba de mayor prestigio social en Chile, por lo tanto, de las mejor remuneradas. La pedagogía, por el contrario, era y sigue siendo de las carreras que gozan de menor prestigio social y de las peor remuneradas.
Somos conscientes de que las variables del sexo y la edad también contribuyen a la mayor jerarquía del arquitecto. Sin embargo, aunque la edad pudo ser determinante en la elección de los tratamientos -el arquitecto tutea a la profesora y ésta trata de usted a su interlocutor- lo anterior no invalida el interés que tiene la conversación para nuestro propósito. Toda ella versa, precisamente, sobre la profesión de los interlocutores y deja ver con claridad la apreciación de una y otra.
Veremos cómo esta conversación es analogable a una lucha.
La jerarquía entre los informantes pone al hombre en una situación de poder y dominio, y deja a la mujer al arbitrio de su interlocutor. Ella tímida y dubitativamente intentará sobreponerse a las innumerables muestras de prepotencia de su interlocutor. Éste, cual si se tratase de un sordo, construirá durante gran parte de la conversación un monólogo de un modo avasallador, haciendo caso omiso de todo lo que ella diga y adueñándose en solitario de la palabra.
El resultado será, hasta la línea 335, un texto entrecortado, lleno de interrupciones y puntos suspensivos, en el que las más largas intervenciones son las del hombre y el tema tratado refiere a él.
En L. 335 él, no teniendo nada más que agregar acerca del ejercicio de su profesión, parece percatarse de súbito de que ella está enfrente callada y expectante. Entonces arremete, sin deponer su tono prepotente:

- (...) Bueno, no me has hablado de tu profesión. ¿A ver?

Ella, apocada y sumisa, como no sabiendo qué hacer con la palabra que gentilmente le ha sido concedida:

- Bueno, pregúnteme usted, p'; no se me ocurre qué decirle (L. 336).

Entonces él, haciendo ostentación de su poder:

- Desde luego, fue por vocación ¿no cierto? ¿o no? ... (L. 338).

Ella, sintética y sobria (cualidades éstas que suelen ir juntas):

- Sí.

Él, retomando su intervención anterior y dando en el punto al que quería llegar:

- ... ¿o empujada por alguna circunstancia especial?

En realidad, él lo que está haciendo es poner en duda que su interlocutora (o que alguien) pueda estudiar pedagogía por vocación.
En Chile las Pedagogías son carreras desprestigiadas. Se accede a ellas con un puntaje bajo y esto hace que reúnan a todos aquellos estudiantes que, no teniendo más alternativa, van a parar ahí sin jamás haberse preguntado por su vocación de educadores. Tal vez, implícitamente, él está poniendo en duda las capacidades intelectuales de su interlocutora.
Pero hagamos un poco de justicia a nuestro caballero. Cualquiera que haya leído la conversación desde el principio conocerá el motivo fundamental de su despliegue ostentoso de fuerza. Presumiblemente, la fuerza le está dada por el hecho de ser hombre, arquitecto y estar bordeando los sesenta años:

Ella - Usted dice que es arquitecto y que trabaja en el Servicio Nacional de Salud ...
Él - Claro.
Ella - ... o sea, yo siempre he pensado en la profesión de arquitectura como un ... como una de las llamadas profesiones liberales y se me ocurre que el hecho de estar en un servicio público como que a uno le ... le corta sus ideales, sus posibilidades; o sea que siempre he pensado que el arquitecto es un creador por naturaleza, y el hecho de trabajar en un servicio público, como el Servicio Nacional de Salud, se me imagina que siempre van a crear un determinado -supongo- tipo de estructuras, de edificios que no permite una ... l ... la creación libre, como sería el caso de residencias particulares.
Él - Tienes algo de razón, Lucy, pero no precisamente en lo que a creación se refiere, sino en cuanto a tener un patrón, en general, y en cuanto a servir intereses determinados que están en relación con un servicio, pero en la parte de creación, al menos en el servicio en que yo trabajo, uno tiene amplia libertad, entonces, lo que a uno lo limita es el tema a crear (L.1 - 19).

Las jerarquías están marcadas desde la primera intervención de Lucy y la segunda del arquitecto. Ella lo trata de usted, él la trata de y la llama por su nombre:

En el tipo de tratamiento no recíproco se expresa una diferencia de status, la distribución desigual de los atributos que son valorados positivamente por la sociedad. Esta diferencia de status se manifiesta ante todo como una cantidad diferente de poder social (Hörman, 1967: 413).

A pesar de su menor status social -y presumiblemente debido a él- ella busca desde el principio encontrar un punto débil, una limitación en el ejercicio de la profesión de su interlocutor. De no haber sido su intervención un ataque sino una simple inquietud, se habría planteado como una pregunta y la lucha no se habría desencadenado.
Sin embargo, a pesar de su ataque, dado su menor status, Lucy deja al descubierto su tono inseguro, matizado de múltiples atenuantes: o sea, se me ocurre, se me imagina, supongo.
Lucy ataca, pero de forma camuflada. Si de verdad supone y se le ocurre, lo esperable de su parte habría sido una pregunta. Puesto que Lucy ataca, no son pertinentes tantas atenuaciones. La frase medular de su intervención la delata por completo:

... se me ocurre que el hecho de estar en un servicio público como que a uno le ... le corta sus ideales, sus posibilidades.

Como quiera que haya sido, logró ofender al arquitecto poniendo en duda su creatividad:

Él - En ese sentido tengo la limitación, pero dentro de cada uno de los proyectos, no tengo ninguna limitación; se respeta al profesional allá; no sé en otros servicios públicos; puede ocurrir la otra limitación, que yo no la tengo ni ninguno de mis colegas. Son más de treinta arquitectos, entonces, por eso te digo: tienes algo de razón (L. 25).

Ella, no contenta, obsesionada por encontrarle una limitación dice más adelante:

Ella - ya está; una limitación tiene esto ... usted ... el hecho de trabajar pa' un servicio público ¿le permite hacer trabajos particulares fuera?
Él - Perfectamente; manos libres, que llamamos nosotros ... (L. 83)

Sin embargo, finalmente terminará cediendo y admitiendo la posibilidad de que su interlocutor sea creativo:

Ella - (...) Usted eligió por vocación, arquitectura ...
Él - Claro. (L. 781)
Ella - A veces cuesta, no sé.
Él - Eso de crear ... pero ...
Ella - Era buen dibujante, supongo, en el liceo o en el colegio.
Él - No tan bueno.
Ella - ¿No?
Él - Mejoré la mano en la ... en la universidad. Es el aspecto creación lo que a mí me atrajo. (L. 789)
Ella - ¡Ah! ¿usted es más parte creación, ... l ... la parte ...?
Él - Sí, esa es la parte que me gusta ... crear, proyectar; eso es lo que me gusta (L. 806)

Ella descansará de la agotadora lucha cuando él se digne a preguntarle por su profesión. Entonces, monopolizará por un momento la palabra y él accederá a deponer su rol hasta ahora protagónico.
Durante toda la conversación, ella mantendrá un tono inseguro y sumiso, evidenciado por las múltiples oraciones interrumpidas y reanudadas y por el frecuente uso de atenuantes en circunstancias que su interlocutor no usa ninguno.
En el momento álgido de la lucha, él la interrumpirá reiterativamente, hará caso omiso de sus intervenciones y la apabullará con términos técnicos que corrijan lo que ella, como cualquier lego en arquitectura, pudo haber dicho. De este modo, él ratifica las jerarquías (ella no es un interlocutor válido). Por su parte Lucy, sin darse cuenta, cae en el juego. Al interrogar al arquitecto sobre el término correcto que debió usar, pero que desconoce, está admitiendo que sus palabras son imprecisas:

Ella - ... diseñar, llamo yo ... [cursivas y negritas nuestras]
Él - Claro.
Ella - ... no sé cómo se llama ...
Él - [nada cooperativo] Claro.
Ella - ... ¿bosquejar casas? no ... no sé.
Él - Claro, proyectar y dirigir la obra (...) (L. 127)
Ella - ¿Ustedes tienen que ver con jardines también? (...)
Él - Decoración, claro.
Ella - ... porque veo, por ejemplo, en un proyecto, cuando hacen esas maquetas, creo que se llaman ... (L. 231)
Él - Claro, porque hay que estudiar mucha botánica, entonces, el arquitecto que se especializa en eso a ti te proyecta un jardín y te pone con el nombre científico; aquí tiene que ir tal planta con su nombre científico y aquí tal otra y así; es muy ... eh ... muy ... ¡es muy bonito! (L. 240)
Él - ... el urbanismo ya, en un nivel más amplio se llama planeamiento territorial eso también. Planeamiento territorial se llama. (L. 259)
Ella - ... o yo que viajo todos los días San Pablo abajo; San Pablo yo lo demolería creo que desde Matucana ...
Él - Sí, sí.
Ella - ... hasta ... hasta la altura del sesenta.
Él - Eso es lo que se llama plano regulador [no ha lugar]
Ella - ¡Ah!

Pasada la lucha, cuando Lucy habla de su profesión (L. 335), nuestro arquitecto adopta una actitud más cooperativa, la escucha y aprueba sus intervenciones.
Más tarde él recuperará su rol protagónico: hablará de sus viajes por Europa. Ella, que jamás ha salido del país, se limitará a preguntar y a conjeturar sobre lo que él debió haber hecho en Europa, de acuerdo con lo convencional:

Ella - Usted iría a los museos ... el museo ... museo de cera, el museo de ...
Él - A los museos, claro; el Louvre vi ... estuve durante una semana yendo al Louvre pa' poderlo ver todo. (L. 904)
Ella - ¿Y a espectáculos y a obras teatrales fue también?
Él - Es bien interesante recorrer Italia.
Ella - Fue a las ... iría a las catacumbas (L. 1192)

En esta última parte cada uno recobra su lugar y la lucha desaparece por completo.
Él, instalado en el trono del conocimiento y del saber, le muestra a su interlocutora llena de curiosidad un mundo desconocido, lejano y deseado. Ella, que posee el dominio de una de sus lenguas, a cuya enseñanza dedica su tiempo, jamás ha accedido a él.

2.3.2. La atenuación en una conversación entre dos profesionales jerárquicamente afines

Para estudiar cómo funciona la atenuación en las relaciones recíprocas entre hablantes de clase alta nos será útil acercarnos a la muestra 46 del Habla culta de Santiago.
Las informantes, presumiblemente, están equiparadas en cuanto a nivel socioeconómico (ambas son profesoras: una educadora de párvulos, la otra profesora secundaria de castellano).
Se tutean, es decir, utilizan un tipo recíproco o simétrico de tratamiento. Esto da cuenta de una proximidad. La actitud de ambas es muy cooperativa y esto hace que la conversación progrese sin traspié.
Desde el punto de vista de la progresión temática (empleada, playa, clima, cabañas, sillas, mesa, sillones, viaje de Mary, casa, empleada, suelo, tejido, robo, chomba, terno, cine, teatro, televisión, lectura) la conversación no toca temas personales y, por lo general, se relatan acontecimientos pasados.
No hay ocasiones de introspección de las interlocutoras. En síntesis, nada que las involucre demasiado está en juego. Esto facilita que no haya ‘lucha’ y que ninguna de las informantes quiera triunfar sobre la otra.
Solamente en dos ocasiones A y B tienen opiniones contrarias en los 46 minutos de duración de la conversación. Ambas ocasiones tienen lugar hacia el final de la misma (L. 989 y L. 1076), cuando se habla de cine y de teatro.
Respecto de una película:

1. B - Oye, yo la encontré tan mala, tan mala, que me atacó ...
2. A - ¿La encontraste mala?
3. B - ... me atacó (...)
4. A - Oye, yo no la encontré tan mala, fíjate.
5. B - ¡Oh! no me digas, yo la encontré ...
6. A - Claro que la mujer ...
7. B - ... una personalidad tan idiota, oye. Una mujer que no ... ¡ay¡
8. A - La mujer era ... era en realidad ... cómo aceptaba todo eso y con una calma (...)
9. A - Yo no la encontré tan mala, lo único que un poco deprimente, o sea, bueno, bastante deprimente ¿ah?

En (5) B hace caso omiso de la apreciación de A.
En (6) A transa en favor de B.
En (8) y (9) sigue transando pero no hasta el punto de cambiar de opinión.
Vuelve a haber desacuerdo en relación a una obra de teatro. En un momento dado B dice:

- Pero no, fíjate, no diría eso yo.

En la segunda parte de su turno, atenúa, por medio del condicional, la negativa de la primera parte, sin por ello modificar la información. De esta forma, a pesar de no estar de acuerdo con A, B mantiene una actitud ‘cortés’.
Las principales marcas que permiten la fluida progresión de la conversación son:
- las reiteraciones por parte de una informante de una o más palabras dichas por la otra informante en la intervención anterior.
- la aprobación por medio de sí y de claro de la intervención anterior.
- las frecuentes preguntas de una y otra informante, atingentes al tema del que se está tratando.
- la introducción de los cambios de tema por medio de ‘oye’.
Lo anterior contribuye a configurar una conversación con frecuentes alternancias de turno, en la que ninguna de las informantes monopoliza la palabra.
Las aprobaciones , claro, eso sí, lógico, etc. cumplen, junto con una función de aprobación, una función fática: garantizan a quien las escucha que cuenta con la atención de su interlocutor, haciendo innecesarias intervenciones del tipo de cachay, sabes, me entiendes o no y otras, que surgen de la inseguridad del hablante de estar siendo adecuadamente interpretado.
Sin embargo, lo que más llama la atención en este texto son las frecuentes reiteraciones en una intervención de un fragmento de la intervención anterior. Ello, sin duda, contribuye a homogeneizar el texto acercando su carácter dialógico a uno monológico. Se enfatiza la coherencia temática con esta superposición de turnos que van quedando unidos por medio de fragmentos comunes.
A lo largo de la conversación contamos cien reiteraciones de este tipo. cincuenta y dos veces es A quien retoma lo dicho por B y cuarenta y ocho veces es B quien retoma lo dicho por A. Por lo tanto, no sólo este recurso no es privativo de una de las informantes, sino que, además, lo usan ambas en igual proporción. De este modo se hace evidente también que ninguna de las informantes está ‘supeditada’ a lo que dice la otra.
Estas marcas de cortesía también deben ser consideradas atenuantes. Atenuantes no ya que matizan y suavizan una lucha sino que impiden llegar a ella. Atenuantes que permiten que el diálogo (Giannini) se siga desarrollando. Cuando tiene lugar una lucha, la conversación dialógica, la negociación, desaparece y en su lugar aparecen superposiciones de monólogos. Mientras más negociada, la conversación es más atenuada y cortés.
Retomemos el primer fragmento citado:

4. A - Oye, yo no la encontré tan mala, fíjate.
5. B - ¡Oh! no me digas, yo la encontré ...
6. A - Claro que la mujer ...
7. B - ... una personalidad tan idiota, oye. Una mujer que no ... ¡ay¡
8. A - La mujer era ... era en realidad ... cómo aceptaba todo eso y con una calma (...)
9. A - Yo no la encontré tan mala, lo único que un poco deprimente, o sea, bueno, bastante deprimente ¿ah?

Si a (1) A hubiese contestado pues, es genial, la transacción no habría tenido lugar y los informantes no habrían podido profundizar en la conversación sobre la película. No habrían tenido ocasión de exponer cada uno su punto de vista. B no habría tenido la ocasión de influir sobre la opinión de A y ésta tampoco, de matizar su punto de vista.
Ambas sabrían mucho menos sobre lo que su interlocutora piensa de la película y, puesto que dialogar con otro es a su vez dialogar consigo mismo, ambas sabrían mucho menos sobre su propia percepción de la película.
En (1) y (4) con el uso del verbo subjetivo (Kerbrat-Orecchioni, 1980) o performativo (Briz, 1995) encontrar el hablante hace explícito que se trata de su particular apreciación de la película y, con eso, permite que la de su interlocutor sea otra. De ahí que encontrar sea más atenuado, menos lapidario que ser.
En (5) no me digas demuestra que B está escuchando a A a pesar de su desacuerdo con ella.
Los atenuantes de (8) y (9) muestran el cambio que opera en A. Es decir, atenúan sus propias intervenciones anteriores. En este sentido son metadiscursivos.
En (9) el paso de lo único que un poco deprimente a o sea, bueno, bastante deprimente denota un diálogo de A consigo misma. Hace una afirmación y luego se retracta y la matiza.
Terminar un turno de habla con la pregunta ¿ah? es muy frecuente en nuestro castellano. Esto demuestra que el hablante nunca cree haber dicho la última palabra y la conversación puede continuar.
En esta conversación los temas tratados son: el de las empleadas, el de los maestros, el de la gordura y el de la vejez (los dos últimos tabuizados y aludidos eufemísticamente de múltiples formas en nuestra cultura en las clases media y alta).
Respecto de las empleadas dicen las hablantes:

1. B - O si no, la tienes metida aquí (...) en el living, encima de uno. (L. 431)
2. B - Entonces, yo, no es que tenga nada, pero no se puede. Uno ya termina aburriéndose tener siempre una persona ajena encima (...) Resulta que es difícil [tener empleada] por como es la casa. (L. 437 y 440)
3. A - Da no sé qué que se vaya a encerrar a otra parte.
4. B - Claro, tiene cierto temperamento. (L. 453)
5. B - Lo que pasa es que está como retirado [el dormitorio de la empleada] y como ni siquiera hay puerta por este lado (L. 519) .

Por medio del pronombre indefinido uno el hablante toma distancia, elude el pronombre personal yo que lo involucra más directamente.
En (2) la justificación nos pone en antecedente de la incomodidad del hablante. Ésta se ve reforzada por el posterior uso de uno.
En (3) la atenuación está dada por el uso impersonal del verbo. A través de este recurso se generaliza la responsabilidad del sujeto restándosela al propio hablante.
Si leemos las oraciones (4) y (5) en su contexto, es evidente que la empleada posee mucho temperamento y que la distancia del dormitorio al resto de la casa es grande. Por lo tanto, no procede atenuarlos.
Hablando de los maestros dicen:

B - Quedó malito [el trabajo de los maestros]. No tan como mal, pero no ... (L. 558).

Aquí el diminutivo juega como atenuante, reforzado por como.

Volviendo sobre el tema de las empleadas dicen:

1. A - ... le dijimos nosotros ... [a la empleada] que Carlos le dijo que se iba a tener que ir (...) (L. 773)
2. B - ... que se tienten [las empleadas] y te corten un bistequito y se lo lleven, uno lo encuentra, oye, hasta natural, oye ... (L. 830)
3. A - Y uno misma ya no lo consideraría tan robo eso, oye (L. 839).

Otro frecuente recurso de atenuación lo constituyen las oraciones perifrásticas (1) y el condicional eludiendo el tiempo presente en (3).

Es habitual encontrar construcciones en las que una intervención posterior del propio hablante -como en el ejemplo siguiente (3)- delata el sin sentido, o quizá el más pleno sentido, del uso de atenuantes en una intervención anterior (1):

1. A - (...) Es más bien gordo mi hermano ya, casi. Está gordo.
2. B - ¿Está gordo? (...)
3. A - ¡Está tremendo!

Si A considera que su hermano: ¡está tremendo! no puede pensar, a la vez, que está tan sólo más bien gordo.

2.3.3. La responsabilidad de las acciones: una diferencia de actitud entre el hablante chileno y el español

Partiendo de las palabras de Beinhauer sobre las dos posibles actitudes que puede adoptar el hablante:

Al observar el modo de dialogar una persona con otra, podemos apreciar dos actitudes fundamentales: o su manera de expresarse se caracteriza por el predominio del ‘yo’, o bien está determinada por la consideración hacia el interlocutor (Beinhauer, 1991: 133).

En algunos aspectos podemos considerar que el hablante chileno tiene más presente a su interlocutor que el hablante español. El español, por su parte, le da más predominio en la conversación a su yo que el chileno, es decir, es más egocéntrico.
¿En qué sentido se oponen el predominio del yo y la consideración hacia el interlocutor? Considerar al interlocutor significa dejarle un máximo de opciones en la interacción comunicativa. Significa entablar con él una relación dialógica. Si el hablante hace predominar su yo en la conversación impide la ocurrencia de una relación de este tipo.
La diferencia de una serie de expresiones que nos parecen ser más atenuadas en Chile que en España radica en que en la península el hablante responsabiliza a su interlocutor de sus actos, en tanto que en Chile la responsabilidad es compartida por ambos hablantes.
Veamos algunos ejemplos:

Porque quieres

Cuando el chileno al retirarse de una reunión social anuncia de forma atenuada su partida haciendo uso del gerundio me voy yendo, espera de su interlocutor que intente retenerlo. Que le replique ¿por qué tan temprano? o quédate un poquito más, abriéndose así un espacio de negociación. El visitante puede retirarse efectivamente de la reunión, pero la cortesía pide esta negociación en la que el hablante se verá obligado a justificar el motivo de su partida.
En Valencia, por el contrario, el español demuestra su cortesía al hablante que al retirarse de una reunión dice me voy, replicándole porque quieres. Con esta réplica el interlocutor hace plenamente responsable al hablante de su decisión de partir y se desentiende ella. A través de esta respuesta el “dueño de casa” manifiesta a su interlocutor el agrado que le produce su compañía.
A diferencia de lo que ocurre en Chile, al final de este diálogo no se espera que haya negociación del momento de la partida. Esta diferencia de códigos induce a equívocos al hablante chileno que en una situación similar a la del ejemplo dice, en Valencia, me voy yendo y obtiene por respuesta porque quieres.
En Chile, el hablante dirá me voy, sólo en el caso de que su partida, por algún motivo, deba producirse sin tardanza. En ese caso no ofrece la oportunidad de retenerlo a su interlocutor me voy, que tengo hora al médico.

Cuando puedas

En España es frecuente que el cliente le diga al camarero en un bar cuando puedas, un café; dime qué te debo, cuando puedas; te cobras cuando puedas o simplemente cuando puedas para llamar la atención y pedirle que lo atienda.
Este uso, en el que el pedido se atenúa por medio de la aparente entrega al camarero de la decisión del momento en que realizará la acción, no se escucha en Chile.
En Chile se usan fórmulas del tipo de me podría atender, por favor. El condicional en estos casos es muy productivo.

Tú mismo(a)

- ¿me das un vaso de agua?
- tú mismo.
Esta fórmula de cortesía que indica a quien pide algo que puede servirse como si estuviese en su casa, no es conocida en Chile.
Lo cortés es que el dueño de casa sirva a su amigo. En el caso de que haya mucha familiaridad entre los interlocutores la respuesta podría ser ¿puedes servirte tú mismo? Pero el verbo no se puede omitir y esta respuesta no resulta cortés.

Me dejas (pasar)

En Chile, las fórmulas correspondientes son permiso, permi, perdón, ¿puedo pasar? El español alude directamente a su interlocutor y -con frecuencia- lo tutea. El chileno o se alude a sí mismo o bien no alude a nadie. Por eso, las fórmulas chilenas resultan más atenuadas.
Una vez más vemos cómo el español entrega la decisión de la acción a su interlocutor.

2.3.4. Actos de habla

Agradecimientos

No en todas las culturas se agradece de la misma manera ni en las mismas situaciones comunicativas.
Según Haverkate (1994: 94), en España no está normativamente establecido que un cliente deba agradecer al camarero cuando este le sirve algo de comer. Por su parte, el camarero tampoco le dirá nada a su cliente en el momento de servirlo.
En Chile, por el contrario, los agradecimientos en estas situaciones son imprescindibles. Del mismo modo que el cliente debe acompañar su petición con fórmulas de cortesía del tipo de por favor; si es tan amable.
Cuando está culturalmente establecido que en una determinada situación se utilice el agradecimiento, su ausencia se interpreta como una descortesía. El agradecimiento es necesario porque retribuye simbólicamente el esfuerzo que realizar una acción ha significado para el interlocutor:

Las fórmulas de agradecimiento compensan simbólicamente el coste invertido por el oyente en beneficio del hablante (...) Dejar de restablecer el balance coste-beneficio, no dando las gracias al interlocutor cooperativo, se considera como una forma de comportamiento descortés (Haverkate, 1994: 93).

El hecho de que en España no esté establecido que el cliente deba agradecer al camarero confirma, una vez más, la hipótesis que propusimos cuando hablamos de la responsabilidad de las acciones. Si partimos de la idea de Beinhauer (1991) que propone que en una conversación el hablante puede adoptar una actitud considerada hacia su interlocutor o, por el contrario, adoptar una actitud que se caracterice por el predominio de su propio yo, podemos conjeturar que el español es menos deferente hacia su interlocutor que el chileno.
Haverkate señala que por regla general la cultura española concede menos importancia que otras a emitir fórmulas de agradecimiento. Un último ejemplo, en este sentido, compara la cultura española con la holandesa.

Otro ejemplo contrastivo hispano-holandés: el revisor de los ferrocarriles holandeses [y el chileno] intercambia diariamente mil gracias con los viajeros al recibir y entregar los billetes que debe controlar. Su colega de la RENFE, en cambio, puede ahorrarse esta energía verbal por completo (Haverkate, 1994: 94 - 5).

La cultura chilena sería, en este punto, similar a la holandesa.

Disculpas

Las ocasiones en las que el hablante chileno pide disculpas son más numerosas que aquellas en las que lo hace el hablante español. Aquí también podemos ver una mayor deferencia hacia el interlocutor en Chile.
Cuando una persona se dirige a un desconocido para preguntarle algo suele anteponer a su pregunta disculpe o perdone: disculpe / perdone, ¿me podría decir la hora?; disculpe / perdón, ¿me podría decir dónde queda la calle Huérfanos?

Peticiones

Una petición que un alumno formularía a un profesor en Chile del siguiente modo: en algún momento me gustaría poder hablar con usted, puede corresponder, en España, al enunciado quería comentarte una cosa.
Probablemente el español recurra al imperfecto para atenuar el presente de la petición. Sin embargo, si consideramos estas dos fórmulas, es evidente que en la española predomina el yo del hablante, en tanto que en la chilena se considera más al interlocutor. Por medio de en algún momento, se le entrega la decisión del momento en el que tendrá lugar la conversación. El condicional evade el presente. El verbo de posibilidad poder, por su parte, hace depender esa posibilidad del interlocutor, le da la opción de rechazar la conversación.