Como advierte Beatriz Gallardo (1990) en su artículo: "En torno a la preferencia como concepto del análisis conversacional", la noción de preferencia acuñada por los etnometodólogos norteamericanos, no debe pasarnos inadvertida si buscamos las causas de que haya turnos de habla cuya realización nos ofrece menos resistencia que otros.
Los teóricos del Análisis de la Conversación la conciben como una negociación en la que existen turnos preferidos, turnos no preferidos y, entre ambos, una serie de soluciones intermedias (Gallardo, 1993).
Quien hace una invitación espera ser aceptado. El rechazo a su invitación corresponde a un turno de habla no preferido. El rechazo reclama una explicación, una atenuación del rechazo. La discrepancia debe ser argumentada. De aquí que, si bien la duración de la pausa entre una invitación y un turno preferido (la aceptación) es mínima, la pausa entre una invitación y un turno no preferido sea más prolongada. La respuesta en este caso no es 'automática'.
Por una parte el interlocutor necesita tiempo para preparar una argumentación más compleja, pero, por otra, la mayor duración de la pausa ya anuncia a quien hizo la invitación una respuesta negativa de su interlocutor. En este sentido el silencio también significa: la pausa (silencio entre palabras) es análoga a algunos de los atenuantes (palabras hasta cierto punto vacías de significado cuya función es retardataria).

Sobre las posibles segundas partes alternativas opera una jerarquización, de modo que existe al menos una categoría de respuesta preferida y otra no preferida, cuyos rasgos formales corresponden a los señalados por Pomerantz. De esta forma, tenemos el siguiente cuadro:

1ª parte
2ª parte preferida
2ª parte no preferida
petición
concesión

negativa

invitación
aceptación
rechazo
ofrecimiento
aceptación
rechazo
pregunta
resp.Esperada
resp. no esperada
reproche
negativa
admisión
juicio
conformidad
desacuerdo
(Gallardo, 1990: 344)

Llama la atención que los turnos despreferidos, independientemente de que respondan a una pregunta, a una petición o a una oferta, tienen mucho más de común entre sí que los turnos preferidos. Precisamente, lo que tienen de común es que, puesto que suponen una molestia para el interlocutor, requieren de la atenuación.
La estructura de estos turnos suele contar con los siguientes elementos (Levinson, 1989: 322):

(a) demoras: (i) con una pausa antes de hablar, (ii) con el empleo de un prefacio, (iii) con el desplazamiento [de la respuesta] durante algunos turnos.

(b) prefacios: (i) el empleo de marcadores o anunciadores de respuestas despreferidas como Eh ..., Ah ... y (...) 'bueno', (ii) la producción de muestras de conformidad antes de expresar desacuerdo, (iii) el empleo de apreciaciones si es pertinente (para ofertas, invitaciones, sugerencias, consejos), (iv) el empleo de disculpas si es pertinente (para peticiones, invitaciones, etc.), (v) el empleo de atenuadores (por ej. (...) 'no lo sé seguro, pero ...'), (vi) varias formas de vacilación, incluyendo la autocorrección.

(c) justificaciones: explicaciones cuidadosamente formuladas del por qué del acto (despreferido).

(d) componente de declinación: cuya forma se ajusta al carácter de la primera parte del par, aunque característicamente indirecto o atenuado.

"Demoras"; "prefacios"; "justificaciones" y "deponentes de declinación" propios de los turnos no preferidos, pueden ser considerados recursos de atenuación.
En la conversación la pausa que separa un turno del anterior suele ser muy breve. Sin embargo, es significativamente mayor cuando el segundo es un turno no preferido, su formulación requiere de un tiempo mayor.