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Monumento a los fundadores

Uno de los primeros acuerdos del Directorio de la Universidad de Concepción, a mediados de 1956 y a poco de asumir la rectoría el profesor David Stitchkin Branover, fue erigir en la Ciudad Universitaria un monumento en honor del ex rector don Enrique Molina Garmendia y en conmemoración de los fundadores de nuestra Casa de Estudios. Para definir el diseño de este monumento se acordó, también, llamar a la brevedad a un concurso nacional de escultura.

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Un primer concurso de escultura llamado en 1956 fue declarado desierto por la baja calidad de las obras presentadas y el elevado costo que éstas involucraban. Por esta razón se debió llamar a un segundo concurso,

llegándose a considerar la posibilidad de usar un busto existente del ex rector Molina, como una forma de bajar los costos. La alternativa se desechó, tanto porque ese busto era demasiado pequeño, cuanto porque la mayoría de los Directores de la Corporación consideraron que el monumento no debía tener un carácter figurativo ni personalizado, sino constituir una expresión simbólica que pudiese evocar a todos los fundadores de la Universidad. En este sentido se tuvo en cuenta la opinión del arquitecto señor Emilio Duhart, quien ya consideraba en el proyecto del Foro Abierto, en una posición estratégica y central, la ubicación del futuro monumento a los fundadores.

Dado que el segundo concurso de 1957 también tuvo que ser declarado desierto, finalmente el Directorio de la Universidad optó por efectuar un encargo directo. Así, en Noviembre de 1957, se designó responsable del monumento al prestigioso escultor nacional don Samuel Román Rojas, contratándosele por el plazo de un año para desarrollar la obra que, conforme a la opinión del Directorio, debía tener un elevado carácter simbólico.

El proyecto y maqueta del monumento presentado por don Samuel Román (casi exactamente el monumento real finalmente construido que todos conocemos) fueron expuestos finalmente a la consideración del Directorio, causando un gran efecto y no poca polémica que rápidamente se extendió a la comunidad universitaria y a la ciudad de Concepción. Sin embargo, las opiniones mayoritarias coincidieron en destacar el valor plástico y el elevado contenido simbólico de esa figura hierática y estilizada, que no tiene rostro, que sostiene una espada que se clava a sus pies y se envuelve en los pliegues abiertos y traslúcidos de esa espiral alada, que es en parte capa, en parte armadura y en cierto modo aura.

Fundido en bronce en los talleres de ASMAR, el monumento de 17 toneladas de peso fue instalado en su lugar a finales de 1965 e inaugurado oficialmente el 7 de enero de 1966.

Nadie puede dudar que el encargo hecho al escultor don Samuel Román Rojas cumplió plenamente las expectativas que tuvo el Directorio de la Universidad... Hasta quien no sabe qué significa la escultura percibe claramente que allí se representa algo más que a un apersona, algo más que una figura, tal vez una idea o un concepto o posiblemente un sueño...