Solidaridad universitaria Ejemplo de una comunidad que vela por los suyos en situaciones extremas
Con el compromiso de mil 500 trabajadores en la campaña
½ día por ti, organizaciones sindicales de nuestra y otras
universidades y el apoyo institucional de esta casa de
estudios, fue posible ir en ayuda de las familias que quedaron
en situación de extrema vulnerabilidad tras el terremoto y
maremoto que afectó a nuestra zona, en un ejemplo que
grafica el significado de comunidad universitaria.
El desconcierto que acompañó
las horas siguientes del terremoto
y posterior tsunami no fue
impedimento para que, una vez
salido el sol del 27 de febrero,
comenzaran las acciones para
intentar recuperar la normalidad.
Durante las primeras horas, la Universidad tuvo como centro
de operaciones la garita ubicada
en el acceso norte del campus
central. Ahí acudieron académicos,
administrativos y estudiantes
para obtener cualquier información
que pudiera dar señales
de los pasos a seguir. Se constituyó como centro neurálgico de
las comunicaciones y fue, también,
donde se conocieron las
consecuencias del megasismo
en la familia universitaria.
Ayuda inmediata
Lo primero fue ir en ayuda de
los trabajadores más afectados,
para ellos se realizó la entrega
de ayuda básica, consistente en
artículos de primera necesidad.
Una vez coordinadas las primeras
acciones se procedió a organizar
la ayuda para los más
afectados, preocupación manifestada
por los presidentes de
los sindicatos 1 y 3 . “Hubo muchos que perdieron todo”, recordó
el presidente del sindicato 3,
Jorge Rocha.
Mediante un teléfono de emergencia,
que funcionó las 24 horas, se inició un catastro de los
siniestrados y se identificaron las
necesidades y preocupaciones
más apremiantes. Representantes
de ambos sindicatos, junto a
asistentes sociales de la dirección
de Personal y un grupo de
académicos se dedicaron a visitar
a los trabajadores para conocer
su situación, entregarles una
canasta de emergencia, y orientarlos
en temas técnicos, señaló
el director de Personal, Christian
Chavarría.
Retorno a la
Universidad
“Nuestro primer objetivo fue entregar
seguridad a los trabajadores
que retomaban sus trabajos”, recordó Christian Chavarría, director
de Personal. Las autoridades
detectaron la preocupación
sobre la seguridad de los hijos
de los funcionarios. En ese momento
no había dónde dejar a
nuestros niños para venir a trabajar,
señaló Chavarría, fue entonces
cuando surgió la idea de
coordinar junto a los programas
de Responsabilidad Social Universitaria,
RSU y TalentosUdeC,
talleres de actividades infantiles dentro del campus.
La directora de RSU, Gracia
Navarro, señaló que la iniciativa
nació de los jóvenes vinculados
a los programas. El objetivo
de esta acción, fue realizar
actividades recreativas, proporcionar
ayuda sicológica a los niños,
buscar dar tranquilidad a las
familias, de modo que los trabajadores
universitarios supieran
que tenían a sus hijos cerca
y bien cuidados. Junto a ello se
habilitó el Cedin como guardería
infantil, de modo que los preescolares
también estuvieran cerca
de sus padres.
Soledad Villarroel, jefa de la unidad
de Bienestar, valoró la capacidad
de reacción. “Muchas
de las iniciativas fueron fruto del
momento, era lo que de acuerdo
a las circunstancias se iban generando,
ya que nadie tenía experiencia
en este tipo de situaciones”.
Junto con las acciones de seguridad,
el estrés derivado de situaciones
catastróficas también fue
un tema abordado por la dirección
de Personal. Conscientes
de la necesidad de preparar a la
comunidad universitaria para enfrentar
y prevenir posibles accidentes
derivados de eventuales
nuevos sismos, la dirección de
Personal puso a disposición de
las reparticiones recomendaciones
básicas sobre qué hacer en
estos casos, junto a ellas se organizaron
charlas e identificaron
los casos críticos de estrés, que
fueron derivados a atención sicológica
personalizada.
½ día por ti
El catastro, explicó el director, sirvió
para identificar y clasificar las
pérdidas más significativas. La
comisión compuesta por la Dirección
y los sindicatos permitió definir
criterios para organizar la ayuda. “Lo primero era aportar con
recursos y, por lo tanto, se tomó
la decisión de que la canasta navideña
quedara a disposición de los
trabajadores más complicados. A
su vez el presupuesto para gastos
de personal durante el año se reasignó
para poder ir en apoyo de
los trabajadores, tal fue el caso de
la suspensión del Vino de Honor y
de las canastas navideñas”, señaló
Chavarría.
La campaña solidaria ½ día por
ti, fue una iniciativa que apeló a la
solidaridad de la comunidad. El terremoto
no excluyó a nadie, pese
a todo, mil 500 trabajadores entregaron
medio día de su sueldo
para ayudar a sus colegas. Como
resultado se reunieron $25 millones
700 mil, dinero que fue destinado
exclusivamente para adquirir
7 casas prefabricadas (más otras
tres aportadas por la Universidad
Austral y su sindicato) que fueron
entregadas a 10 familias cuyas viviendas
fueron arrasadas.
Las necesidares eran múltiples
por lo que fue necesario hacer
una categorización. “Identificamos
3 categorías de riesgo a las
que se le asignaron recursos según
el rango en que clasificaban,
lo que fue financiado con presupuesto
de la Universidad”, explicó
Chavarría.
Más que agradecido
A punto de cumplir 30 años
de trabajo en la Universidad,
el funcionario del decanato
de Ciencias Químicas, Miguel
Rivera, no encuentra
palabras para explicar todo
el agradecimiento que tiene
hacia quienes le hicieron posible
volver a tener su casa,
luego que aquella en que había
vivido “desde siempre”,
resultara completamente dañada
por el terremoto de febrero. “Nunca pensé que iba a tener
tanta ayuda de la Universidad,
de los sindicatos, y de
los mismos alumnos y profesores
de la Facultad que desde
el primer día se acercaron a ver qué necesitaba”, señala
emocionado.
Miguel Rivera, a la derecha, acompañado de los
directores de personal de las universidades de
Concepción y Austral junto a la jefa de la unidad
de desarrollo social de nuestra casa de estudios.
El terreno donde estaba emplazada
su casa de madera,
en la población Isla Andalién,
cedió luego de la catástrofe y
provocó la destrucción tanto
de la construcción como de
todo lo que había en su interior.
Pese a ello, estuvo desde
el primer día prestando
sus servicios en la incendiada
Facultad.
Miguel Rivera fue uno de los
beneficiados con las casas
de madera donadas por la
Universidad Austral, la que
hoy ha acondicionado junto a
su esposa, transformándola
en su nuevo y cuidado hogar.