Inscripción automática y voto
voluntario en cuatro miradas
El ejercicio de la
libertad, la efectiva
participación en
el sistema, la
validez del voto, el
carácter efectivo de ciudadanos y sus
probables impactos
en el binominalismo
fueron temas del
debate.
Para el ciudadano común, la
propuesta legislativa de inscripción
automática y voto voluntario
puede parecer cómoda.
La idea configura un escenario
donde se libera de un trámite
para adquirir la calidad de “ciudadano”
y en el que no está expuesto
a sanciones si no concurre
a las urnas en los días
fijados para las elecciones.
Pero desde el mundo académico,
la proposición encierra una
serie de sutilezas que llaman a
la reflexión y que fueron analizadas
en el marco de una mesa
redonda convocada por la carrera
de Ciencias Políticas y el
magíster en Política y Gobierno.
Cuatro expositores se hicieron
parte del debate que fue conducido
por la académica Paulina
Astroza. En él se pusieron sobre
la mesa temas como el ejercicio
de la libertad, la efectiva participación
en el sistema, la validez
del voto dentro de lo que algunos
consideran marketing de ideas
políticas, el carácter efectivo de
ciudadanos y sus probables impactos
en el binominalismo.
El analista político Patricio Navia
centró su exposición en una
suerte de análisis de costo/beneficio,
para defender el valor
de un voto obligatorio. A su juicio,
la pérdida de libertad que
reclama el voto voluntario es
más bien trivial frente a los beneficios
que tiene para toda la
sociedad. “La experiencia comparada
dice que cuando existe
el voto voluntario vota más
la gente de mayores ingresos
y de más edad, de más educación
y más las elites que el pueblo”. Por eso, dice, el voto obligatorio “tiende a emparejar la
cancha” asignándole el mismo
valor al sufragio a una persona
común o al de una influyente.
Por otro lado, agregó, las políticas
públicas tienden a definirse
a partir de las personas que
votan, mostrando como ejemplo
la preocupación que en los últimos 20 años han tenido las
políticas en relación a la tercera
edad, mayoritaria en el padrón
electoral.
La académica de Ciencias Jurídicas
y Sociales, Carolina
Rendik, planteó que existe una
dicotomía entre los requisitos
que establece la Constitución
para definir el carácter de ciudadano
y la necesidad de realizar
el trámite de inscripción en
los registros electorales –que
no está entre esos requisitospara
hacer uso de uno de los
derechos que se le consagran
a éstos, el del voto. Este trámite,
en su opinión, es un claro
desincentivo para quienes en
algún momento quieren hacerse
parte de una elección, especialmente
en el caso de los
jóvenes. Para la docente también
el costo de la pérdida de
libertad por el voto obligatorio
importa un mayor beneficio
para la sociedad. Desde su
perspectiva, el voto voluntario
puede encerrar un alto nivel de
abstención que impactaría en
la legitimidad de una elección.
Partidaria de un sistema voluntario,
la académica del magíster,
Inés Picazo, afirma que el
voto es un derecho conquistado
y no una obligación. “Es un
ejercicio de participación política,
cívica, cargado de solemnidad,
pero que se funda en la
libertad”. Justamente es este
atributo el que, a su juicio, reviste
“una de las propiedades
más valiosas e implícitas en la
figura del voto”. Pero más allá
de ese carácter, la docente ve
en el voto un ejercicio de “tomar
la palabra” –que ella dice
no se da y que no interesa a la
clase política- en un mundo que
se caracteriza por la ausencia
de confrontaciones de ideas o
que ha sido sustituida por “el
show televisado de los seudo
debates”.
Sobre la falta de participación,
Picazo considera que tiene relación
con el cuestionamiento
sobre el sentido de una elección, “la utilidad de nuestro
voto, las realidades injustas
que persisten a pesar de votar
por cambios, por transformaciones
profundas, por aumentar
el bienestar de todos”.
Sociólogo y académico de la
facultad de Ciencias Jurídicas
y Sociales, Gustavo Viveros,
también es defensor del sufragio
voluntario, porque –reconoce-
se resiste a aceptar “la
visión tradicionalista del voto
como única expresión posible
o válida de la política”. En su
opinión, no tiene sentido ser
ciudadano bajo una obligación. “Puedo ser ciudadano desde
la participación en otros espacios:
desde mi barrio, desde mi
comuna, desde mi identidad territorial,
desde una organización
política o no política, a través
de actos más efectivos”.