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  Nº 666 viernes 02 de julio de 2010

 

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Inscripción automática y voto voluntario en cuatro miradas

El ejercicio de la libertad, la efectiva participación en el sistema, la validez del voto, el carácter efectivo de ciudadanos y sus probables impactos en el binominalismo fueron temas del debate.

Para el ciudadano común, la propuesta legislativa de inscripción automática y voto voluntario puede parecer cómoda. La idea configura un escenario donde se libera de un trámite para adquirir la calidad de “ciudadano” y en el que no está expuesto a sanciones si no concurre a las urnas en los días fijados para las elecciones.

Pero desde el mundo académico, la proposición encierra una serie de sutilezas que llaman a la reflexión y que fueron analizadas en el marco de una mesa redonda convocada por la carrera de Ciencias Políticas y el magíster en Política y Gobierno. Cuatro expositores se hicieron parte del debate que fue conducido por la académica Paulina Astroza. En él se pusieron sobre la mesa temas como el ejercicio de la libertad, la efectiva participación en el sistema, la validez del voto dentro de lo que algunos consideran marketing de ideas políticas, el carácter efectivo de ciudadanos y sus probables impactos en el binominalismo.

El analista político Patricio Navia centró su exposición en una suerte de análisis de costo/beneficio, para defender el valor de un voto obligatorio. A su juicio, la pérdida de libertad que reclama el voto voluntario es más bien trivial frente a los beneficios que tiene para toda la sociedad. “La experiencia comparada dice que cuando existe el voto voluntario vota más la gente de mayores ingresos y de más edad, de más educación y más las elites que el pueblo”. Por eso, dice, el voto obligatorio “tiende a emparejar la cancha” asignándole el mismo valor al sufragio a una persona común o al de una influyente. Por otro lado, agregó, las políticas públicas tienden a definirse a partir de las personas que votan, mostrando como ejemplo la preocupación que en los últimos 20 años han tenido las políticas en relación a la tercera edad, mayoritaria en el padrón electoral.

La académica de Ciencias Jurídicas y Sociales, Carolina Rendik, planteó que existe una dicotomía entre los requisitos que establece la Constitución para definir el carácter de ciudadano y la necesidad de realizar el trámite de inscripción en los registros electorales –que no está entre esos requisitospara hacer uso de uno de los derechos que se le consagran a éstos, el del voto. Este trámite, en su opinión, es un claro desincentivo para quienes en algún momento quieren hacerse parte de una elección, especialmente en el caso de los jóvenes. Para la docente también el costo de la pérdida de libertad por el voto obligatorio importa un mayor beneficio para la sociedad. Desde su perspectiva, el voto voluntario puede encerrar un alto nivel de abstención que impactaría en la legitimidad de una elección.

Partidaria de un sistema voluntario, la académica del magíster, Inés Picazo, afirma que el voto es un derecho conquistado y no una obligación. “Es un ejercicio de participación política, cívica, cargado de solemnidad, pero que se funda en la libertad”. Justamente es este atributo el que, a su juicio, reviste
“una de las propiedades más valiosas e implícitas en la figura del voto”. Pero más allá de ese carácter, la docente ve en el voto un ejercicio de “tomar la palabra” –que ella dice no se da y que no interesa a la clase política- en un mundo que se caracteriza por la ausencia de confrontaciones de ideas o que ha sido sustituida por “el show televisado de los seudo debates”.

Sobre la falta de participación, Picazo considera que tiene relación con el cuestionamiento sobre el sentido de una elección, “la utilidad de nuestro voto, las realidades injustas que persisten a pesar de votar por cambios, por transformaciones profundas, por aumentar el bienestar de todos”. Sociólogo y académico de la facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Gustavo Viveros, también es defensor del sufragio voluntario, porque –reconoce- se resiste a aceptar “la visión tradicionalista del voto como única expresión posible o válida de la política”. En su opinión, no tiene sentido ser ciudadano bajo una obligación. “Puedo ser ciudadano desde la participación en otros espacios: desde mi barrio, desde mi comuna, desde mi identidad territorial, desde una organización política o no política, a través de actos más efectivos”.

 

 

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