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  Nº 643 viernes 8 de mayo de 2009

 

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•PERSONAJE

Andrea Chignoli
La mano que corta la cinta

Si se entiende la labor de periodista como aquélla dedicada a narrar historias, Andrea es una especialista. Sólo cambia el soporte.

Quizás su nombre no es común para quien no sea adicto al cine, sobre todo al chileno, pero es cuestión de comenzar a revisar los créditos de variadas producciones para comprobar que ha estado a cargo del montaje de importantes películas. “La fiebre del Loco” y “La buena vida”, ambas de Andrés Wood, y “Tony Manero”, de Pablo Larraín. Además de documentales como “La hija de O’Higgins”, de Pamela Pequeño, “The color of love”, de Maryam Keshavarz, y ahora último en la serie del Canal 13 “Los 80”, engrosan su lista de trabajos más exitosos. De ahí que para muchos Andrea Chignoli sea la montajista joven más reconocida de nuestro país.

Estudió Periodismo en la Universidad de Concepción, pero nunca ejerció como tal. Sin embargo, su actual ocupación no difiere mucho de su primera carrera. Si se entiende la labor de periodista como aquella dedicada a narrar historias, Andrea es una especialista. Sólo cambia el soporte. En vez de estructurar oraciones en papel, se dedica a jugar con escenas y cuadros para armar relatos en el celuloide.

Comienza su carrera como asistente de producción y continuó de forma autodidacta como montajista en varios largometrajes. Luego fue invitada para coordinar la cátedra de montaje de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, en Cuba, y terminó obteniendo un Master Of Fine Arts mención en Cine en Nueva York.

Estudió en el extranjero y pudo conocer de cerca la realidad del cine norteamericano, ¿cuáles son las principales diferencias que existen con el chileno?

En Estados Unidos hay una industria consolidada, con sindicatos que la manejan. Por lo tanto, es de más difícil acceso, pero una vez que entras quedas ubicado para siempre con unos salarios que ya se quisieran acá. En Chile se trabaja de una forma más artesanal, lo que también tiene su ventaja, pues permite una mayor libertad creativa. No existen productores que te cambien el guión ni te modifiquen el montaje, como se da en el caso de la industria norteamericana. Sin embargo, el costo de trabajar de manera más independiente es la inestabilidad, nunca se sabe si el próximo año se podrá continuar realizando películas.

Según su punto de vista, ¿cuál es la principal característica del cine chileno?

Lo que me más me gusta del cine chileno es esa impronta personal, sobre todo en los últimos años en que ha mejorado mucho, tanto a nivel narrativo como a nivel técnico. En un principio cuando comencé a trabajar, las películas chilenas no se escuchaban ni se entendían. Sin embargo, hoy la industria nacional ha mejorado considerablemente en los dos aspectos. Además, me gusta el hecho de que existan propuestas personales, diferentes, y creo que han logrado posicionarse en el extranjero, como en Cannes, nada menos. En la última versión de este festival dos películas quedaron seleccionadas porque, a pesar de ser películas modestas, pequeñas y con actores no conocidos, tienen un punto de vista original, distinto al de las cintas de la gran industria.

¿Cuál es la modalidad de producción que se utiliza en nuestro país?

En Chile el director generalmente realiza ambas labores. Andrés Wood, Sebastián Lelio, todos tienen sus propias productoras. Ellos mismos producen y gestionan sus trabajos y, por tanto, tienen la libertad de hacer lo que quieren. Ahora, también es muy limitante porque si tienes un director muy talentoso que carece de habilidades en el área de producción, será muy difícil que la obra llegue a buen término.

Trabajó en la restauración de la obra de Alejandro Jodorowsky, luego escribió un libro sobre él, ¿cómo fue esa experiencia?

Fue una tarea muy motivadora, yo llegué en un momento clave del proyecto. Tras una larga disputa legal, el productor y Jodorowsky deciden restaurar las primeras películas realizadas en conjunto para promocionarlas en formato DVD. En ese momento me llaman para integrar el equipo de trabajo, lo que fue un gran regalo pues justo estaba escribiendo mi tesis sobre el cine de Alejandro. Finalmente este proyecto creció, Cannes decidió organizar un homenaje, por lo que no sólo se restauraron las películas para DVD sino que también para ser proyectadas en el festival.

Frente al cine chileno actual, industria que produce diversos tipos de películas, ¿cuál es su visión?

Soy una ferviente defensora de que en el cine se debe hacer de todo. Si las películas de entretención logran acercar la gente al cine… ¡bienvenidas! Mientras mayor diversidad exista, se incrementará la demanda y eso posibilitará la realización de producciones con alto contenido y de gran calidad.

¿Cómo fue su etapa de estudiante en la Universidad de Concepción?

Una buena experiencia. Para mí era importante estudiar en una universidad tradicional y el hecho de que la Universidad de Concepción sea un campus en donde se integran distintas carreras, es una experiencia muy enriquecedora. Sin duda en Santiago o en cualquier otro lugar no la habría vivido, porque otros campus suelen estar más fragmentados. El hecho de que esta casa de estudios aglutine a gente de distintos intereses me facilitó el contacto con diversas realidades y me permitió tener amigos de diferentes escuelas.

Beatriz Parcet
Alumna de Periodismo

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