Un autodidacta pionero en la investigación zoológica
Figura emblemática de la Zoología en Chile habla sobre su vida y obra a lo largo de sus 46 años de trayectoria.
Un briozoo es un ser vivo, en apariencia para un ojo inexperto, bastante similar o casi igual a un coral. Internamente, sin embargo, posee una estructura mucho más compleja.
El profesor Hugo Moyano González es, en apariencia para un ojo superficial, un caballero vestido como estudiante universitario que habita entre libros y muestras de laboratorio en el departamento de Zoología de la Universidad de Concepción. Internamente, sin embargo, no sólo es el primero de los únicos 4 briozoólogos existentes en Chile, sino que además disfruta al máximo de la música, de la fotografía, de la poesía, de la arquitectura, de los viajes, de las plantas, los animales, el bien social, y todo lo que lo rodea.
Su vida se trata de todo. “Tengo un problema, a mí me gusta todo”, dice mientras mira su colección de más de 500 discos musicales que se apilan en las repisas de su oficina en la facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas. La misma que lo vio formarse como docente de Biología y Química, que le dio el título en 1962. Y “donde partió mi interés por los briozoos, en abril de 1963, cuando comencé a participar en prácticos para alumnos de Licenciatura en Biología”. “Debíamos mostrarles briozoos vivos para una clase, entonces fuimos a Talcahuano a buscar huiros y sobre las frondas del Macrocystis (nombre científico de esas algas) había placas de briozoos. Yo los miraba y eran como paragüitas que se estaban moviendo, se levantaban y se abrían. Esa visión provocó amor a primera vista”, narra el profesor Moyano.
¡Y a partir de ese momento comenzó a investigarlos!
Sí, ahí comencé a buscar briozoos. Y no fue fácil, porque hasta ese año en Chile nadie estudiaba briozoología, yo fui el primero, entonces me las tuve que arreglar solo. Me contacté con personas del Museo Británico de Historia Natural. Empecé a hacerle consultas a Patricia Kook, a través de cartas que nos enviábamos. Lo que me llevó a especializarme fue sólo el deseo de seguir adelante.
¿Cómo pudo recolectar más briozoos sin que hubiera estudios u otros especialistas en el país?
Desde que me titulé me formé en expediciones oceanográficas en Chile. Por ejemplo, fui a la primera expedición que INACH (Instituto Antártico Chileno) realizó. Eso fue el verano del 1964–1965. Esa expedición me tuvo tres meses dando vueltas por la Antártica en buques de la Armada. La invitación vino por parte de la INACH, hacia la Universidad de Concepción y la Universidad debía escoger qué persona iba. De repente me dijo el director de Zoología de ese entonces: “Usted va a ir a la Antártica”. Y yo venía llegando de otra expedición, del IFOP, en la cual recorrí gran parte de la costa chilena, pasando por Coquimbo, Talcahuano, Juan Fernández. Esos viajes son muy agotadores, pero aportan un conocimiento único, aprendes a usar aparatos específicos por ejemplo. Y en esa época yo era un “niñito”, tenía alrededor de 23 años.
El profesor Hugo Moyano ha realizado ocho expediciones a la Antártica, en barcos nacionales y extranjeros. De su primer viaje volvió con unas 70 especies diferentes de briozoos y pudo descubrir y describir especies nuevas para la ciencia. Hasta ahora ha descrito 105 especies nunca antes vistas. Por todo el trabajo realizado y su gran aporte, en septiembre INACH le entregó un reconocimiento a su trayectoria científica antártica y el departamento de Zoología reconoció su trayectoria y su trabajo en un homenaje, el 10 de octubre.
Además de sus expediciones a la Antártica chilena, ¿cómo siguió ampliando su campo de conocimiento en el área?
Mientras tanto comencé a participar en la IBA (International Byozoology Association) que tiene su sede en Europa. Esto me permitió asistir a congresos de la especialidad en países como Inglaterra, Irlanda, Francia, Austria, Nueva Zelanda, Panamá y Estados Unidos.
En cada uno de estos congresos se podía participar en grandes giras de tipo naturalista, para visitar parques nacionales, zonas fosilíferas y lugares de interés de cada país. A través de esa vía pude recorrer todo el este y oeste de Estados Unidos, conozco Washington, pude estar en el parque Yellowstone. También viajé por Australia, donde pude estar en el Océano Índico y ver los arrecifes de coral en vivo y en directo. En el congreso de Panamá pudimos recorrer completo Costa Rica y Panamá, observando toda su vida silvestre.
Chile se ganó el derecho de ser sede de uno de estos congresos, que se llevó a cabo el año 2004. Por la extensión de territorio recorrido en los viajes de ese congreso (desde San Pedro de Atacama, hasta el seno Última Esperanza y los glaciares) es el más grande y rico en conocimiento de los realizados en todo el mundo.
El profesor Moyano llegó desde su natal Temuco a estudiar a la Universidad en los años 50. Pudo ver desde su pieza en el hogar universitario, cómo se tambaleaba como un péndulo invertido el característico Campanil para el terremoto de 1960. Obtuvo el premio Enrique Molina. Participó en la FEC (Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción) dictando clases de biología en una escuela nocturna. Su espíritu de trabajo imparable, su destino de ser pionero y la pasión por la música, son aspectos que se han mantenido vigentes desde el principio.
¿Cómo parte su atracción por la música?
Toda la vida me ha encantado la música. Desde los 12 años. Nunca puedo estar sin música, es algo que me llena. Acá siempre la estoy escuchando, tengo como 500 discos en esta oficina y en mi casa debo tener otros 500 o más. De hecho, cuando comencé a ser profesor de la Universidad, tomé muchos semestres de música y ahora yo dicto un curso de introducción musical. Cuando estaba estudiando mi carrera, pertenecía a la directiva del hogar. Mi misión ahí era la del director musical. Teníamos una cabina con un equipo de música y discos. En los horarios de almuerzo y comida, yo actuaba de dictador musical. Ponía música a mi elección y trataba de culturizar a mis compañeros, con folclor, música orquestada, jazz liviano, todos los días. La música es algo muy importante.
Si la vida debe tratarse de aprovechar nuestro tiempo haciendo lo que queramos y lo que en verdad sintamos que debemos hacer, todo indica que el profesor Hugo Moyano se ha dedicado a dar sentido a su vida desde el principio, a hacer que valga la pena.
Su aporte al estudio de los briozoos por más de 40 años se traduce en más de 100 trabajos científicos, describiendo más de cien nuevas especies, veinte géneros y una familia. Para él la actividad docente es tan importante como la investigación científica, lo que queda demostrado por los cursos que ha dictado y por su entrega a los alumnos, a los cuales atiende con dedicación cuando recurren a él no sólo para preguntar de zoología sino también de otras ramas del saber y de las artes. Puede enseñar con propiedad sobre química, física, historia, botánica, e incluso, idiomas como francés, alemán, ruso e italiano. Es un buen fotógrafo, lo que le ha servido durante sus viajes para tomar excelentes fotografías, lo que le ha permitido dictar conferencias sobre los distintos lugares y culturas que ha conocido.