Academia reconoce a nuevos doctores
Instituida hace 4 años, la ceremonia de imposición de la Medalla Doctoral constituye el público reconocimiento de la Universidad a aquellos profesionales que han alcanzado el máximo grado académico que se otorga en nuestro país.
Autoridades universitarias, directivos, docentes y estudiantes del posgrado se congregaron el viernes en la Casa del Arte en la entrega del reconocimiento a los 55 doctores graduados en el período comprendido entre septiembre de 2007 y agosto de este año.
En su saludo a los nuevos doctores, el rector Sergio Lavanchy reflexionó sobre la positiva evolución que ha mostrado nuestro país y nuestra institución en las últimas décadas en materia de posgrado e investigación.
Señalando que si bien hoy hay consenso en que la investigación, como actividad creadora, es fundamental, para apoyar el desarrollo nacional y alcanzar mayores niveles de competitividad, reconoció que aún existen importantes desafíos para avanzar a una segunda fase exportadora, con la incorporación de valor agregado a los productos. “Es allí donde la utilización del conocimiento, la transferencia tecnológica y la innovación adquieren relevancia y se constituyen en las herramientas necesarias para guiar a estados de desarrollo más elevados”, afirmó.
En este punto destacó el papel de las universidades en la formación de capital avanzado, indicando que en la última década se ha triplicado la dotación de doctores en el país (hoy son 17 por millón de habitantes) y a la que nuestra casa de estudios contribuye con el 16% de los graduados cada año.
La clase magistral estuvo a cargo del profesor del departamento de Español, Gilberto Triviños, quien en su exposición titulada ¿Legado, mercado, utopía? hizo una reflexión sobre la herencia de nuestra casa de estudios, cruzada por la visión de universidad –la república ideal- del Rector Fundador. Para Triviños es necesaria la lucidez de los herederos del legado de la Universidad para establecer los límites que existen en el doble y contradictorio deber de “reafirmar lo que viene antes de nosotros y al mismo tiempo reactivarlo de otro modo para mantenerlo con vida”.
En una perspectiva personal, señaló que si bien no ha solucionado esta “incómoda exhortación doble”, ha reconocido en las figuras de la belleza, la espera, la esperanza, la utopía, la ética profesional, el dinamismo, la solidaridad, el deber, la serenidad y el esfuerzo el corazón, el alma, el espíritu, la sustancia, “sin la cual la Universidad de Concepción se muere”.
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