Los holandeses saben de bicicletas. Y su saber se ha convertido en una especie de producto de exportación. A través de una red de expertos, desde Holanda se han impulsado programas de apoyo para fomentar el uso de la bicicleta en países en vías de desarrollo. Entre 2003 y 2006 se desarrolló la iniciativa Locomotive que aunó los esfuerzos con 12 organizaciones de América Latina, África y Asia. El año pasado, con apoyo del ministerio de Relaciones Exteriores de ese país, se puso en marcha Bycicle Partenship Program (BPP), que involucra a 40 ciudades de los 3 continentes en la integración plena de la bicicleta con miras a lograr urbes más plenas.
Dos de sus integrantes, el arquitecto Tom Godefrooij y el especialista en planificación de tránsito y transporte, Joeroen Buis, estuvieron lunes y martes en la Universidad para participar en el seminario La bicicleta, un modo de transporte moderno: por una ciudad sustentable, convocado por las facultades de Ingeniería, a través del departamento de Ingeniería Civil, y de Arquitectura, Urbanismo y Geografía. El encuentro, en el que también participaron, el sicólogo colombiano, Carlos Felipe Pardo, y la canadiense residente en Chile, Lake Sagaris, experta en ciencias de la planificación urbana y desarrollo comunitario.
Godefrooij explicó que una de los énfasis de estos programas es el apoyo a la organización de la sociedad civil, tema que es considerado como indicador de éxito a la hora de evaluar las intervenciones de BBP, cuyo fin está previsto para 2010. La idea, dice, es dotar a los actores sociales de capacidades para proponer proyectos, para fiscalizar.
La baja valoración que hoy tiene la bicicleta como modo de transporte en muchas partes del mundo se debe, según de Buis, al predominio del paradigma norteamericano, “que da prioridad al auto privado en el uso de suelos e infraestructura, y en tiempos y espacios (los semáforos son para ellos)”. Este paradigma es el que ha creado “ciudades no sostenibles en todo el mundo”, con costos como demanda intensiva de energía, contaminación, altas tasas de accidentabilidad, congestión y altos costos de transportes.
Carlos Pardo señala que los sistemas de promoción del uso de la bicicleta debieran mostrar este modo de transporte, como un símbolo de estatus al igual como lo tiene el automóvil, asociándolo a valores como la salud, el cuidado del medioam-biente. Pero en su opinión la mayor parte de la gente no se moviliza por motivos altruistas, sino por razones económicas, como el ahorro de dinero o los pagos que desincetivan el uso de las vías.