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nro 597 lunes 15 de enero de 2007

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Escuela de Verano 2007
La república independiente del escritor humorista

Anécdotas, glosas, ironías y poemas fueron los protagonistas de la ceremonia inaugural de la Escuela de verano 2007, El amor y la risa, que se extiende hasta el 19 de enero en la Universidad.

Para hablar del “escándalo y el exceso vital de la risa y el amor”, la directora de Extensión, María Nieves Alonso, fue glosando desde autores consagrados a conspicuos representantes del estilo nacional para referirse a ambos conceptos.

En ese sentido, coincidendo con Barthes señaló que “el discurso amoroso y el discurso de la risa son hoy de una extrema soledad. Son discursos tal vez hablados por miles de personas, pero a los que nadie sostiene. Cuando estos discursos son de tal modo arrastrados por sus propias fuerzas en la deriva de lo inactual, deportados de toda gregariedad, no les queda más que ser el lugar de una afirmación. Esta es la significación más importante de esta Escuela de Verano: la doble afirmación del amor, fuente de la vida, y de la risa, música (que) acompaña y sacude, suscita y resucita la vida del mundo”.

La clase inaugural, Sonrisas del amor, estuvo a cargo del escritor Antonio Skármeta, para quien el “humor es un gesto libertario. Un paso que se desmarca de la autoridad de los discursos para encontrar la chispa de la incertidumbre”.

Citando a varios autores como Juan Rulfo, Milan Kundera y nuestro Nicanor Parra, Skármeta señaló de este último que “ya el carácter de república independiente del escritor humorista lo expresó con signos exclamativos el primer profanador del carácter místico de la poesía chilena”.

Para graficarlo recordó la anécdota aquella en que Parra fue condenado por la izquierda por haber “tomado té con la señora Nixon en la Casa Blanca. Parra destrozó la cristalería de la época con este zapatazo a quienes lo censuraban: ‘si el Papa no rompe con Estados Unidos, si Allende no rompe con Estados Unidos, si el Kremlin no rompe con Estados Unidos ¿Por qué tengo que romper yo?´”.

Recordando a Baudelaire en eso de que “la risa es satánica pero al mismo tiempo profundamente humana”, Skármeta fue repasando guiños que a ese tema hicieran Pablo Neruda, el filósofo griego Diógenes, Juan Rulfo y el mismo Shakespeare (“el humor no falla en los grandes trágicos”) y al guatemalteco Augusto Monterroso quien “acumuló epigramas eficaces para atenuar su melancolía”.

Finalmente con apuntes de textos propios de “Ardiente paciencia” y con la proyección de un capítulo de su “Show de los libros” terminó señalando que “el humor es un gesto libertario; es a veces la voz de quien carece de voz. Es el gesto de quien está abrumado por la petulancia con que el mundo lo domina, o la pobreza, y a veces con una levantada de ceja, un guiño, desarticula, amenaza o pone entre paréntesis ese poder que lo abruma. El humor es algo libertario que puede hacer crecer a la gente”.

 

   

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