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nro 595 jueves 7 de diciembre de 2006

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  PERSONAJE

Su vida estudiantil estuvo marcada por la lucha a favor de la democracia, lo que no fue impedimento para que alcanzara grandes logros como estudiante.

La movilización de los “pingüinos” ha sido uno de los desafíos más grandes que Rodrigo Martínez, seremi de Educación de la VIII región, ha tenido que enfrentar desde que asumió el cargo en abril de este año. Sin embargo, gracias a su formación y enseñanzas de tolerancia recibidas durante su época universitaria, pudo manejar la situación y establecer una estrategia de trabajo personalizada con los dirigentes estudiantiles de la zona.

Su currículo académico es bastante extenso. En 1986 y con 16 años entró a la Universidad, donde estudió Licenciatura en Educación con mención en Biología, egresando en 1991. Ese año ingresa al magíster en Ciencias mención Zoología en la misma casa de estudios. Además realizó un postítulo en España y un doctorado en Ciencias Ambientales en el Centro EULA.

Gracias a su buen rendimiento fue estudiante becario e hizo ayudantías, lo que le permitió dedicarse sólo a sus estudios de posgrado hasta el año 2000 cuando, bajo el gobierno de Ricardo lagos, fue llamado para trabajar en la seremi de Educación.

La UdeC siempre fue su referente. Era el año 85 cuando estaba en cuarto medio; ahí las oportunidades de educación superior eran tres o cuatro, pero por prestigio y tradición familiar optó por quedarse en la ciudad.

Siempre quiso estudiar algo relacionado con biología, así que se decidió por Licenciatura en Educación, para hacer la mezcla entre la biología y la labor de profesor, que era la otra rama que le interesaba.

¿Cuáles son sus recuerdos universitarios?

Los recuerdos son de dos tipos: primero el de la carrera propiamente tal. Fue extraño porque del 86 al 90 sólo tuve ramos de ciencias. En el último año de carrera tuve los de educación por lo tanto, nosotros como estudiantes nunca tuvimos identidad con la facultad de Educación propiamente tal, sino en muchos casos, y el mío en particular, la identidad se forjó con la de Ciencias Naturales.

Su vida universitaria fue muy compleja, dinámica y altamente politizada. Fue vicepresidente del centro de alumnos de su carrera y militante comunista, lo que marcó su relación con los docentes y sus pares. “Se era pinochetista o luchador por la democracia. No había término medio y eso marcaba todas las relaciones dentro de la U”. Aquí nace su segundo recuerdo.

“Existía una drástica separación entre una y otra posición política y, por la tanto, las relaciones con los profesores, que uno relacionaba con el bando contrario era mínima o nula y, por el contrario, algunas veces se establecían malas relaciones. Por el contrario, con los profesores que tenían cercanía a nuestra postura, era muy fluida y de confianza”.

La época de lucha ya quedó atrás, ahora es socialista y, a pesar de que no ha podido ejercer su profesión, está dedicado a cumplir con la agenda impuesta por la Presidenta Michelle Bachelet.

No olvida la Universidad donde aprendió, a través del “desarrollo libre del espíritu”, a tener tolerancia. “Pudimos generar medidas críticas, y conversaciones al interior de la U, con profesores, compañeros y autoridades y, a pesar de toda la coyuntura, siempre hubo espacios para discutir y conversar”.

Mirta Barramuño

   

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