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nro 580   Jueves 13 de abril de 2006

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  • CONTRIBUCIÓN ACADÉMICA

La población envejece y, como consecuencia de ello, en las próximas décadas se producirá un incremento espectacular de las enfermedades relacionadas con la edad. Así, los procesos neurodegenerativos y la aterosclerosis serán los fenómenos más prevalentes en esta población.

Diversas investigaciones han revelado datos interesantes sobre el papel que desempeña el colesterol en el deterioro cognitivo y los fármacos usados hoy en día para disminuir los niveles de colesterol como prevención de enfermedades cardiovasculares podrían convertirse, en un futuro no muy lejano, en el tratamiento de elección en la prevención del deterioro cognitivo y los procesos neurodegenerativos asociados a la edad.

En líneas generales, todos los estudios coinciden en que la enfermedad de Alzheimer es el tipo de demencia más prevalente, afectando a 5 de cada 100 personas mayores de 65 años, porcentaje que aumenta progresivamente con la edad. En nuestro país las cifras que maneja la Corporación Alzheimer es sólo una aproximación: 130 mil adultos mayores padecen este mal.

La enfermedad de Alzheimer es una demencia progresiva que se caracteriza por ser un proceso patológico neurodegenerativo que representa la forma de deterioro cognitivo más frecuente en personas de edad avanzada. Se trata de una enfermedad de evolución lenta con un período de supervivencia de alrededor de 10 años a partir del primer diagnóstico. Esto la convierte en una de las enfermedades neurodegenerativas de mayor importancia desde el punto de vista socioeconómico, no sólo por su efecto devastador sobre la salud de los individuos afectados, sino por su impacto en la familia y en el entorno inmediato del enfermo.

En los últimos años se ha descrito que el aumento del colesterol en la sangre podría ser un factor de riesgo predictor de enfermedad de Alzheimer. Este hallazgo ha sido fruto del creciente interés que ha suscitado recientemente el estudio de los lípidos en el sistema nervioso central como de la relación encontrada entre la forma E4 del apoE (una de las proteínas encargadas de transportar el colesterol en la circulación) y la enfermedad de Alzheimer.

Se ha observado que pacientes con concentraciones elevadas de colesterol tienen mayor susceptibilidad de desarrollar demencia tipo Alzheimer.

Otros estudios han revelado una estrecha relación entre la concentración de colesterol en sangre y la presencia en el cerebro de depósitos amiloides, característicos de la enfermedad de Alzheimer.

Interesante resultan las experiencias en animales manipulados genéticamente que muestran una relación entre hipercolesterolemia provocada por la ingesta de una dieta rica en colesterol y un incremento de depósito amiloide. Al contrario, en el mismo modelo animal, una disminución de colesterol en sangre provocada a través de un tratamiento farmacológico se asoció a una reducción de la neuropatología propia de la enfermedad de Alzheimer.

Partiendo del hecho de que el aumento del colesterol en la sangre puede controlarse mediante una dieta, cambios en los estilos de vida o con fármacos tipo estatinas podríamos estar frente a una posibilidad de prevención del deterioro cognitivo y de los procesos neurodegenerativos asociados a la edad.

Recientemente dos estudios poblacionales muestran a las estatinas como protectores contra la enfermedad de Alzheimer, observándose una disminución significativa de la incidencia de demencia, independientemente de la presencia o no de hipercolesterolemia, lo que indica que estos fármacos podrían proteger frente al deterioro cognitivo a través de un mecanismo neuroprotector aún no del todo dilucidado.

Por todas estas razones, se impone la necesidad de seguir investigando lo que ocurre con el metabolismo del colesterol en el sistema nervioso central. La posibilidad de encontrar un tratamiento temprano del deterioro cognitivo es un desafío que requiere urgentes respuestas.

Profesor Carlos Calvo M.

   

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