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Benjamín Lira o la estrategia del chamán
La obra de Benjamín Lira que se exhibirá en la Casa del Arte es buena ocasión para agregar algunas reflexiones que nos aproximen a su poética visual.
Si hay algo que resalta en la historia productiva de Benjamín Lira, es su ubicación temporal, o mejor dicho, la sugerente imprecisión del tiempo a la que alude y desde la cual instala su mirada y la ejecución de obra. Se agrega a esa indeterminada determinación, la ubicuidad espacial, es decir, la alusión a un territorio que por encontrarse posibilitado a existir en cualquier lugar y época, queda fuera de las coordenadas de un mapa político específico o de un punto geográfico que para efectos de análisis se quisiera señalado con la precisión de un dispositivo del tipo GPS.
Al revisar su obra, especialmente la que se inicia en la década de los años setenta, se hallan vestigios visuales de variada índole y origen: Vesalius, Goya, De la Francesca, Bacon, artistas que aceleran en Lira un proceso de explosión contenida, para provocar una poiesis nuclear en cadena que ha sido su sino de obra.
Sin embargo, podríamos caer en la inexactitud de catalogar esas primeras operaciones como meras “citas” o estrategias de “remakes”, es decir, reducir los vestigios a operaciones barrocas de pliegues históricos en que el artista “tuerce” la historia en elipses temporales para hacer coincidir el presente con algún evento artístico pretérito. Creo que lo que surge como nueva nitidez al examinar la obra presente, es que no fue sólo la cita a tal o cual estilo o al artista-otro lo que mueve al temprano Lira, sino su conmoción por una causalidad acrónica, una situación que detecta como momento epifánico, un punto de anuncio contenido desde el cual parten o están a punto de partir, todas las fugas (todas las artes) en pos de cruzar infinitos umbrales, y que Lira, en una pulsión de síntesis, fija y canoniza, a la vez que, - he ahí su paradoja - deja vibrando en permanente latencia.
De ahí que su obra madura inquiete por la estabilidad de una inestabilidad suspendida. Sus cuerpos humanos permanecen en reposo, pero con la impasibilidad terrible del coloso sedente o de un bisonte rupestre en estado de eterna alerta. Esa es la estrategia del chamán; la práctica chamánica no ha sido ritualizada para invocar la quietud de verdades eternas, está para negociar (negar el ocio) en pos de algún resultado relativamente fijo que conjure momentáneamente el riesgo de vivir en el flujo de realidades que corren y cambian sin cesar. De este modo los percutores visuales de Benjamín Lira, pueden estar obrando en el pasado, en la penumbra de una caverna, al mismo tiempo que iluminados en tiempo real, pueden acontecer en Nueva York o en un hogar de Nueva Guinea o ahora en Concepción de Chile. Digamos que sus piezas, sean bi o tridimensionales, están presentes en un pasado que no termina nunca de pasar.
Extracto de la presentación del docente y artista Edgardo Neira en el catálogo de la exposición que se exhibirá en abril.
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