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nro 576  Jueves 12 de enero de 2006

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  • CONTRIBUCIÓN ACADÉMICA

Las dificultades entre Chile y Bolivia no son nuevas. Iniciadas con las primeras reclamaciones de 1842, la suscripción del Tratado de 1904, que restituyó como límite el paralelo 21,27º, no evitó lo que hoy se expresa como “demanda marítima boliviana”, “recuperación de la cualidad marítima de Bolivia” o “reintegración marítima de Bolivia”. Ello deriva de razones esgrimidas como de reivindicación histórica y de la estimación que su desarrollo económico depende de contar con un puerto propio y soberano.

En la segunda mitad del siglo XX se acentuó la tendencia boliviana a multilateralizar o internacionalizar el tema marítimo. Actitud no aceptada por la diplomacia chilena que ha insistido en la bilateralidad del tema.

Ahora, a inicios del siglo XXI se ha hecho presente, y también por parte de Chile, lo que puede denominarse una “diplomacia personal” (contactos u opiniones de gobernantes) para tratar estos temas (v.gr. el entredicho de los Presidentes de Chile y Bolivia en Monterrey, de 2004).

Se mantienen, también, como temas actuales de diferencias, la utilización del río Silala, la privatización y funcionamiento del puerto de Arica así como el lugar de salida para los nuevos recursos gasíferos bolivianos, descubiertos en Tarija. Esto último ha sido asociado a la petición de un mar soberano. Incluso así se convocó resolver en el referéndum boliviano de 18 de julio de 2004.

Asimismo, constituye un factor nuevo el de la importancia de la actividad pesquera en el norte de Chile, que se vería afectada con un eventual acceso soberano de Bolivia en cuanto a la proyección en el Océano Pacífico de las 200 millas a las que los países ribereños tienen derecho como Zona Económica Exclusiva; así como por la posibilidad de registro de naves de otros países y que lo hagan bajo bandera boliviana; las facilidades que podrían entregarse a flotas pesqueras de aguas distantes, y la no fácil inclusión de un nuevo país en el Acuerdo de Galápagos.

La elección del líder indigenista Evo Morales, quien por lo demás desde hace bastante tiempo influye decisivamente en la política del occidente boliviano, plantea una fundada preocupación en cuanto a la relación futura con Chile. Los conceptos por él expresados: “Hablar de Chile es hablar del mar. Si Chile quiere diplomacia, si quiere gas, si quiere energía, si quiere comercio, tiene que haber mar para Bolivia”, indican disposición a hacer de la “cuestión marítima” el tema central de tal relación. En nada innova porque también lo sostuvo el recientemente derrocado Presidente Carlos Mesa, al formular –incluso en contra de las conveniencias económicas bolivianas- la política de “mar por gas”.

La relación vecinal Argentina-Chile-Perú y Bolivia se aprecia compleja. La política exterior chilena de acentuar los vínculos económicos favorables a Bolivia, y los muy recientes acuerdos de los presidentes Lagos y Rodríguez, no resultan suficientes para superar tal complejidad. Sobre todo si se agrega la voluntad peruana de alterar el actual límite de demarcación marítima en la zona norte de Chile, dictando la ley de Líneas de Base y postulando recurrir a la jurisdicción internacional y si se considera la política de Argentina en materia de gas. Todo lo cual configura un cuadro de relaciones vecinales en el sur de América muy complejo. Se unen, además, las coincidencias de los gobernantes de Venezuela y Cuba con el próximo Presidente Morales. La suma de todo ello debe preocupar. Si bien en sentido contrario se ubican los recientes vínculos de Chile con Ecuador y México.

En una apreciación general de la demanda marítima boliviana, es posible apreciar que el tema continuará planteándose, con toda su carga jurídica, material, espiritual y emocional. Para Chile, sobre todo en consideración a la compleja relación vecinal existente, su mayor fortaleza estaría en el apego al derecho y, consecuencialmente, en el cumplimiento de los tratados. Así como en preferir la diplomacia profesional por sobre la personal, que podrá ser llamativa, pero muy riesgosa y a la postre perjudicial. (Es del caso recordar que el nuevo Presidente boliviano se ha negado a recibir los saludos que por su elección ha querido hacerle llegar personalmente el Presidente Lagos, de Chile). Las recientes opiniones sobre “exceso de susceptibilidades” y “en soberanía no se sobrerreacciona”, del Cónsul General de Bolivia en Chile Roberto Finot y del Ministro de Relaciones Exteriores peruano Oscar Maúrtua, respectivamente, también así lo indican.

Sergio Carrasco Delgado
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
Universidad de Concepción

   

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