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nro 528  Jueves 12 de agosto de 2004

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Eduardo Olivares
Caballero de las Artes y las Letras

Tener la Casa del Arte como escenario es un privilegio
“ Aunque siempre me sentiré chileno. París es la mujer de mi vida” admite Eduardo Olivares Palma (55, dos hijos, una nieta), parafraseando a su admirado Julio Cortázar.

Periodista de la Universidad de Concepción estuvo en Chile por una razón especial: el gobierno de Francia le otorgó la condecoración Caballero de la Orden de las Artes y las Letras. La orden fue creada para honrar a quienes se destacan por sus aportes en el dominio artístico o literario o por la contribución a la difusión de la cultura en Francia y en el mundo.
Nacido en La Calera, donde aún viven sus padres, llegó a Concepción en 1966.

-¿Cómo recuerda su llega a Concepción y a la Universidad?

Como un aterrizaje complicado. Concepción es como una mujer que no se entrega fácilmente. Es una ciudad que se resiste a que la quieran, pero cuando eso sucede cala profundo. La Universidad fue una experiencia, no sólo en lo personal, sino en el contexto histórico y político que me tocó. La vieja y querida Universidad tiene espíritu y tiene su Campus, configuración que hace un modo de vida. Tener la Casa del Arte como escenario permanente es un privilegio. En la escuela de Periodismo hubo profesores capaces de meternos la inquietud, la curiosidad de lo que pasaba en torno a nosotros y también afuera, no sólo como una manera de cubrir los acontecimientos sino que de aprendizaje vital. Eso fue valioso. La Universidad sembró sueños en mí y el espíritu crítico y libertario se lo debo.

-¿Por qué le otorgan tan alta distinción?

El embajador de Francia al entregarme la distinción se refirió a mí como un passeur, que vendría a ser como un baqueano, un tipo capaz de traspasar fronteras, de mostrar caminos en ambos sentidos. También porque soy un enamorado de Francia y me siento con raíces en ambos países. Siento alegría y orgullo personal y profesional, una sensación de nuevos desafíos y responsabilidades y unas ganas de cantarle a Francia el famoso ¡cómo no te voy querer! Le encuentro más sentido a las energías que, como periodista, he consagrado durante años para contarle Francia a los chilenos y Chile a los franceses.

¿ Es básicamente un hombre de radio?

He trabajado mucho en radio, y mantengo el programa “Boulevard” en Radio USACH. A los franceses mis “cuentos” sobre Chile les han llegado a través de varias radioemisoras francesas. En Francia este medio tiene un rol de servicio público más que nada. La escritura tampoco me es ajena fui corresponsal en París de Hoy, La Epoca y Radio Chilena. Trabajé en el Metro y en la CTC, en el área de las comunicaciones corporativas. Fui corresponsal en Chile de Libération y Le Monde. Internet me permitió crear una suerte de pasarela permanente entre Chile y Francia (www.franchilenos.com)

-¿Por qué retorna?

Por razones esencialmente positivas. En Francia y a propósito de Francia que se me activan energías que con escasas excepciones
-como la suerte de los periodistas y del periodismo chileno-, los asuntos públicos chilenos no me logran movilizar. Allá esa suerte de indiferencia o apatía termina. Es el sentir que allí “sí se puede”, me siento más integrado. Prefiero estar además porque se me ha conferido otro privilegio: ser abuelo de la maravillosa Lila Ainoa.

-¿Mantiene algún lazo con la Universidad?

Sólo a través de amigos como Eduardo Aquevedo. Me gustaría estrechar esos lazos proveyendo mi programa de magazine también en la radio de la Universidad de Concepción.

-¿Un recado para los jóvenes periodistas?

Nunca es tarde para retomar el timón y darle a nuestras vidas el rumbo que creíamos perdido. Pese a todo, sigan alimentando sueños y deseos. Y que se cansen, por ejemplo y parafraseando a Neruda, de no volver a París.

Mónica Silva Andrade.

   
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